MONTE MAIZ, CORDOBA: LA VISION FANTASMAGORICA DE E. DOUGLAS (11 OCT 1963)


Eran horas de la madrugada del viernes 11 de octubre de 1963. Caia una continua llovizna mientras los pobladores de Monte Maiz, en el Departamento Union, al sudeste de de la provincia de Cordoba, se hallaban al abrigo de sus casas, agradecidos de la benefactora llovizna que mejoraria el sembrado cerealero.

Sin embargo, en una de las fincas existentes en el extremo este del pueblo, se lle­vaba a cabo el velatorio del vecino Rivas. De repente las luces de las velas y de la casa, comenzaron a cambiar de color. Las amarillentas luces de la capilla se pusieron rojo-violaceas y luego una coloracion verde, a la vez que se producia una especie de gas, por lo cual algunos de los presentes salieron a la calle. Fue entonces que vieron otro extraño suceso. Se trataba de un hombre, con las facciones demudadas por el terror, que corria desesperado, con la cara tapada por una manta y con un revolver en su diestra. El sujeto, jadeante y con entrecortadas voces, demandaba auxilio.

Manifesto que lo “perseguian seres de otros mundos”, que lo habian interceptado des­de un plato volador. Ese hombre era Eugenio Douglas, de 48 años, vecino de Venado Tuer­to, provincia de Santa Fe. Quienes lo escucharon, no se mostraron muy inclinados a confiar en lo que decia. Para peor, el revolver que llevaba inspiraba aun mas desconfian­za, pero nadie se atrevio a ponerlo en duda. Quiza por ello alguien sugirio que debia trasladarse hasta la policia y la idea fue aceptada. Minutos despues Douglas estaba en el pequeño local que ocupa la subcomisaria de Monte Maiz. Alli pudieron observar que el sujeto presentaba algunas lesiones en el rostro y un singular estado de excitacion nerviosa, prueba de que algo inusual le habia ocurrido. Ademas, los asistentes al velatorio irian a confirmar horas despues los dichos de Douglas, cuando este acoto que la lamparita del alumbrado publico hacia la cual corrio como un faro salvador, se torno violeta, luego verde.

A vista de lo ocurrido, se dispuso solicitar la pericia del medico policial Fran­cisco G. Davolos, quien por la mañana practico un examen ocular al ocasional testigo, señalando que presentaba “raras lesiones producidas por elementos no determinados”.

Durante el interrogatorio, Eugenio Douglas comenzo diciendo que desde hacia tiempo se dedicaba a trasportar mercaderias. En esa oportunidad, venia de la provincia de Santiago del Estero con una carga de carbon. Decidio tomar por la ruta provincial 11, marchando lentamente, pues el tiempo se encontraba lluvioso y a fin de evitar accidentes, ya que el barro del camino se hallaba muy resbaladizo, jabonoso. Habia transpuesto Monte Maiz y continuo su marcha hacia la proxima poblacion distante a unos 19 kilometros, Isla Verde. Estando cerca, atisbo una pequeña luz roja, en el camino. Casi delante de ella, produjo como un flash. Douglas se sobresalto, largando el volante. El camion se precipito hacia la banquina y cayo en un zanjon. Cuando reacciono intento vanamente ponerlo en marcha y encender las luces. Munido de un revolver y una manta, bajo del viejo camion Ford, notando -para sorpresa- que la luz del presunto vehiculo ya no estaba y que el guardabarros y eje de la rueda se encontraban dañados.

En esos momentos, mirando hacia las vias del ferrocarril, advierte a medio centenar de metros algo que parecia un auto blanco, con dos faros delanteros, del que salen por el frente dos individuos caminando por el camino, paralelo a la ruta y al ferrocarril

De pronto se apaga la luz y no los ve mas. Su aspecto era normal, con una chaqueti­lla y, al parecer, botas. Pero Douglas queda intrigado por el subito oscurecimiento, pensando que habrian pasado una tranquera que estaba alli, hacia un monte donde ha­bia notado unos refucilos.

El camionero decide ir para alla cuando ve venir hacia el, lentamente, un fino haz de luz, un rayito, mientras percibe un zumbido. Se horroriza. Aun permanecia junto a su camion, con el pie apoyado en el paragolpes y un cigarrillo en la mano. No advierte el momento ni lugar de donde provenia el filete luminoso, recien se da cuenta cuando lo ve cruzar iluminando un alambrado de pua del campo, a unos 2 metros de el. De pron­to, siente como un flechazo en el rostro, en el pomulo izquierdo, y al momento, otro pinchazo mas fuerte, que le causa dolor. No veia nadie detras de esa luz.

Douglas salio dando vueltas hacia atras. Y esa luz lo seguia. Dio vueltas al camion, mientras le hablaba amenazante. Empuño el arma sin sacarla de la cintura, camino unos metros, hasta que resolvio disparar le. Al hacerla, noto que en algo habia dado, haciendo un chisperio, como si rebotara.

Entonces la ignota fuente del fino haz de luz parecio retraerse unos metros, se en­cendio una luz grande y salio como “un auto chiquito” con dos luces grandes. Le dispa­ro nuevamente, y el objeto partio velozmente alumbrando hacia arriba. Aun con miedo, Eugenio Douglas decidio cruzar el alambrado para ver donde habia estado el aparato, de donde procedia la luz. Ahi empezo una nueva odisea.

Vio a unos tipos al lado suyo, tres o cuatro. Parecian como espejos, con una luz que no alumbraba, sino que la reflejaban. A diferencia de los anteriores, estos tenian algo asi como un triangulo en la mano (o cabeza).

Desconcertado, decidio emprender la fuga, en idas y venidas. Llevandose por delante un alambrado de pua, se metio en pastizales, un potrero, se dirigio finalmente hacia Monte Maiz. Durante horas Douglas estuvo andando a campo traviesa, recordando haberse metido en un sembradio de cebada y dos maizales.

Afirma que, a pesar, eso lo seguia, se le arrimaba de algun lado. Douglas le hablaba, pero sin que le dispensara atencion a sus ruegos y amenazas.

La luz lo encandilaba, cegaba. Douglas se cubria con su manta, pero siente un ardor en el cuerpo, como si aquella primera luz -dice- lo hubiese quemado. Envuelto con esa manta, andaba asi, agazapado.

Afirma que despues de mucho andar, llegando a Monte Maiz, ve encenderse nuevamente ­una luz roja, delante de el, y un coso cuadrado. Nota una cosa, como un vestido de mujer a cuadros negros y blancos, y abajo de la luz los ocupantes. Hacia rato que andaba con esos tipos a su lado. Sin embargo, cuando por fin arriba al pueblo, la luz desaparecio, percibiendo un ruido similar al de un motor diesel

Pero tras apagarse esa luz, se encendio otra todavia mas intensa, que ilumino para arriba. Eugenio Douglas dice haber visto entonces “una nave grandisima”, como un zeppelin, “como una bordelesa grande”, color madera. Finalmente, se fue.

En un paso a nivel, se topa con el automovil de la familia Manocchio, quienes ven al testigo apuntando con el revolver, desesperado, dando vueltas como un automata, envuelto con una manta. Continuo su deambular, siempre con el acoso de los seres. De ahi ha­bria ingresado al cementerio, desde donde alcanzo a ver las luces del pueblo y, sin explicarse como, a traves del llamado camino bajo ingresa al pueblo, donde advierte que sus luces oscilaban, tapandose con la gente que asistia al velatorio de Rivas.

Hasta aqui, una breve reconstruccion del episodio que rodeo la experiencia de Euge­nio Douglas, que realizamos sobre la base de todos los testimonios recogidos. La misma permitira dar ilacion a las calidoscopicas vicisitudes narradas por el testigo, conforme al relato vivo que se incluye mas adelante.

LA INVESTIGACION

El caso de Eugenio Douglas adquirio en la decada del sesenta enorme notoriedad. Los motivos se encuentran, quiza, en el espectacular relato que tuvo eco en todos los me­dios periodisticos, la intervencion de la policia, de un medico avalando las lesiones, otros testigos que lo respaldaron de algun modo, los supuestos efectos electricos, y hasta la presuncion de haber hallado extrañas huellas atribuidas a los ocupantes

Esto dio el marco para que, con los años, se tejieran diversas historias. Una de e­llas indico en 1978 que Eugenio Douglas “habia fallecido recientemente” (1), con la ul­terior añadidura de que habia muerto de leucemia (2), producida por los rayos lanzados desde el ovni. Estas versiones llegaron, incluso, a Monte Maiz y hasta el mismo medico y los miembros de la familia Manocchio, estaban creidos de su muerte ocasionada presuntamente por las lesivas irradiaciones de los objetos, segun la clamorosa explicacion de los “especialistas” en ovnis.

Sin embargo, fue recien en 1986 que nos llego un vago comentario indicando que el testigo “muerto prematuramente” aun vivia, en las afueras de su ciudad natal, Venado Tuerto, provincia de Santa Fe. En su antigua casa de la esquina de Chile y Los Andes, donde residia junto a su esposa y sus dos hijos de corta edad, nadie habia para damos su paradero. Luego supimos que se mudo en varias ocasiones, pero que era posible ubicarlo en las inmediaciones, al este de la ciudad. Fue asi que llegamos a una humilde vivienda, con un discreto negocio de almacen y despacho de bebidas al frente, siendo atendidos por su dueño: Eugenio Chicharra Douglas.

Ahora vive solo, esta separado, aunque se lo encuentra habitualmente rodeado de gran numero de vecinos de apariencia silenciosa y casi intimidatoria. Se lo reconoce como un lider, con su propio codigo de ley. Al mostrarle la version impresa que señala que ha­bia muerto y que tenia “antecedentes de cuchillero y (de) sus peleas agresivas con o­tros ciudadanos”, reacciona con vehemencia, y exalta la generosidad y excelente relacion que tiene con sus vecinos y niños del barrio, aunque -sin empacho alguno ni exhibicionismo-, nos habla de sus entreveros y habilidades con el cuchillo y el revolver, a la vez de cementamos los accidentes que sufrio en su propia humanidad con estas ar­mas. Y tambien, en remarcar: “¡Yo soy un hombre que nunca tuvo miedo!”, pero reconocer el temor que lo embargo aquel 11/12 de octubre de 1963.

Efectivamente, Eugenio Douglas vive y goza de buena salud. Nacio el 15 de octubre de 1914 y a pocos dias de cumplir 72 años, da muestra de una fortaleza admirable.

EL RELATO DE EUGENIO DOUGLAS

Habia salido de Ojo de Agua, en Santiago del Estero, con un tal Leoncio Escobero, ya fallecido, un santiagueño que habia ido conmigo, y lo deje por Chazon -un pueblo que esta en la ruta 4, entre La Carlota y Villa Maria-, ahi lo baje para que tome el omnibus para su casa. De alli doble por la ruta 11, para Isla Verde, hacia W. Escalante. Antes de llegar a Escalante me bañe en un monte; no se como sera la bañada que me hice, pero… ahi segui para Escalante. En ese tiempo esta medio en amores y habia una muchacha ahi que habia quedado. A la ida pase y quede en volver al mes para la Fiesta de la Margarita. Y bueno, me bañe y fui para donde estaba ella, con quien estuve, pero despues no pude encontrar cama en el hotel para quedarme, y se­gui viaje

“No pude vender el carbon que trasportaba, lo ofreci en una cooperativa de Escalante, pero no me lo quisieron comprar. Lo queria vender barato para descargar el camion; en­tonces decidi ir a saludar a un amigo en Cavanagh, en la ruta 12, que tenia negocio, asi voy a descargar, ya que tenia galpon, se lo regalo para no tirarlo en la calle. Pe­ro yo queria volver por la fiesta al otro dia. Dormia en su casa, que ya conocia, y me voy al otro dia, para atras, a la fiesta. Me quedaba poco dinero, unos $ 10.000.

“Y bueno. Me sali medio de noche. Eran las 20,20 horas mas o menos. Ya habia pasado Monte Maiz, mucho ya, como tres leguas (n: 12,24 km) aproximadamente. Estaba cerca de Isla Verde transitando por la ruta provincial 11, por entonces un camino de tierra.

De pronto, vi una luz colorada, adelante. Delante mio, pero la vi como un auto estacionado. Yo venia en segunda marcha. El camino estaba vadoso, y seguia lloviznan­do; estaba pesado el camion, cargado. Un poquito antes de llegar hasta la luz, hizo como un flash de la misma coloracion roja, hizo como una maquina de fotografiar. No se que me dio a mi, me arrolle, yo eso me acuerdo. Y he largado el volante y sentia que me iba a un precipicio hondo, asi. Que me iba a un precipicio hondo, pero no se el tiempo que duro eso. No se si duro un segundo, un minuto, diez segundos, no se. Como quien me iba a suceder. Parece que me iba a un precipicio hondo, asi. Pero me desperte, justo senti, no se si… e-e-eso es, si fue justo cuando he largado el volante, y me estrelle contra el borde del coste de la via. ­El camino es hondo. Claro, ahi entra el camion solo. No se si habra andado 10, 5 o 20 metros, parecia que se me iba el camion lejos para alla y no se cuando ha durado, un segundo, dos o diez, o que se yo. Fue esa luz colorada la que me jodio, recuerdo que me arrolle bien, asi. Me arrolle las piernas, y todo. Yo largue todo.

“Me desperte Y vi que el camion estaba ahi. Entonces accione la llave de contacto, nada; las luces apagadas. Toque la llave de la luz, y no prendia. Toque en el asiento, porque llevaba alli el revolver, un 38 corto. Tengo el arma ahi, una manta, y baje del camion, un Ford 1936 de mi propiedad. Pero lo primero que hice fue tomar el revolver para bajarme, mas despues de lo que me habia pasado, y la luz que vi. Y observe que la luz no estaba mas, que yo queria ver. Baje para ver si estaba el auto o no, y lo que habia ocurrido.

“El guardabarros del camion metido hacia aden­tro, el eje de la rueda torcido, no habia luz, y ¡bua! Me puse en cuclillas, mire, calculaba que el auto estaria cerquita mio. Pero no habia autos, no habia, ‘¡que pasa aca!’, digo. Bueno, entonces me quedo medio pensando, sin saber que actitud tomar en el momento. Habia un faconcito en un cajon de arriba en el camion, junto a una ropa, que saco y tambien un cigarrillo que en­ciendo. Me ubico con el pie en el paragolpes delantero, porque el eje estaba torcido, en la cu neta lo habia roto.

(13) Monte Maiz – Borde del cementerio, trayecto realizado por el testigo Monte Maiz, Borde del cementerio. Trayecto realizado por el testigo.

“Estaba asi cuando me da por mirar para el lado de las vias, veo que viene una luz, un auto; parecia un auto; como dos faroles, una luz, por la costa de la via, pero del otro lado. Venia de Isla Verde, y yo digo: ‘lo voy a parar’. Pero vi iluminado para alla, a unos 300 metros, y digo que no puede haber tan­tas luces como autos. ¿No sera que habra una pipa (NdR: de pipa de vino), alguna timba y estos tipos vienen a timbar? Pero esto mas bien lo digo despues de que el auto blanco, asi como de la pompa funebre, se acerco hasta detenerse. Veo que adelante tiene u­na puerta, por la que salen dos tipos que van delante de la luz, caminando ligero.

“Veo que despues de apagar las luces, salen antes de apagarse, salen dos, paran el auto, y salen dos tipos que veo que van dos tipos caminando asi -nos describe Douglas, algo turbado-, asi van, por el medio de la calle delante del auto. En direccion oeste. Me pongo a observarlos y apagan las luces, y ya no los vi mas. Los dos faros eran como un auto, igual que un auto. Pero su luz era medio azulada, pero fuerte. No iluminaba al lado mio, sino a la calle por donde iba. Este auto venia de Isla Verde a Monte Maiz.

“Yo los vi a 60 o 50 metros, detras de las vias del ferrocarril. Los dos tipos pare­cia que llevaban esas chaquetillas de la policia, tanto que yo crei que eran de la po­licia caminera, primero. Parece que iban de botas, y digo: ‘¿no andaran camioneros que andan robando, y anda la policia?, ¡y a mi me pasa este accidente!’. Iba a pegarle un chiflido, y si es la policia, despues voy a tener problemas, todavia. Porque esa calle era todavia perdida. Entonces no dije nada. Repentinamente, se apaga la luz y no los veo mas a los tipos. Y miraba, y me digo si habran entrado en esa tranquera al oscuro. Habia una luz alla, en el montecito, en los refucilos. Era una luz como de lampara a kerosene. Este monte segun pude comprobar al otro dia, eran unos arboles solos.

“Esos tipos que vi eran normales, como nosotros. Sus movimientos eran tambien norma­les, aunque las manos las movian ligero, como cuando uno va al ejercito; yo los veia por las luces del auto. Este tenia dos ventanitas, tal vez tres, que tenian luces tam­bien. Adelante tenia forma de automovil, pero arriba era redondo. El porte era un poco mas alargado, pero arriba redondo. Por eso no era muy grande: era semejante a un auto de fune…, como un auto de estos… un Dodge, un Farlaine, de esos.

“Una vez que esa luz se apago, quise cruzar para alla, porque habia una lucecita en el monte. En eso que digo ‘voy para alla’, veo que viene una luz, chiquita, mientras sentia un quejidito que hacia de la trastumba (ultratumba). Y yo quede medio horrorizado por el quejidito, digamos. Veia que venia y que alumbra un alambrado de pua, al cruzar, ¡y yo estaba ahi al lado, en la cuneta, con el pie todavia en el guardabarro del camion! Note que se me venia. Por ahi senti que me pego un flechazo en el rostro ­señalando en su rostro, el pomulo y sien izquierda-. Y al rato, otro con un pinchazo barbaro me pego, me hacia doler. Me clavo 2, 3 o quiza 4 veces alli

“Desde que se apago la luz del auto primero, despues que vi aquella luz roja y cuan­do vino el auto, en el que iban los dos, empece a sentir una especie de murmullo, pero yo no sabia que era. Sentia como un murmullo, aca en mi cabeza, no se, un ruidito-; un murmullo, no se que era

“La lucecita era medio violeta y muy finita, mas que Una aguja. Le dije ‘veni’ y re­sulta que me ha clavado ahi. Me… dolia. Esa molestia me duro bastante, pero despues senti muchos, cuando ese coso hizo como un rayo, un rayo de luces, quemandome por varios lados: en la cara toda, las manos, un poco en el cuerpo tambien. Eran como pinchazos, que atravesaban incluso la ropa. Igual. Tenia una campera azul, delgada, pero no le paso nada. La manta me parece que estaba tostadita, pero no se que era eso. Pero no estaba quemada, no.

“El haz provenia de unos 60-70 m, tocando el alambre, pero despacio y haciendo un ruidito, un quejidito. Vendra alguno detras de esa luz, digo; pero no era una luz que alumbraba para encandilarme, sino que no veia mas que esos rayitos. No habia ningun aparato, ni personas. Como eso me pinchaba, sali dando vueltas Para atras. Y la luz me seguia. Di vueltas y otra vez detras del camion. Le hablaba, le decia: ‘¡Hable, que si no disparo, quien es!’. Tenia el revolver en la cintura, y no lo sacaba. Volvi a dar vueltas al camion, y yo que me… ya tiro en caso de… saco el revolver de manga, asi nomas, y tire. Cuando arroje un tiro senti que en algo habia pegado, pero hizo un chisperio, como si le hubiera arrimado un hierro a una piedra electrica. E hizo ‘rrrr’, para atras, como una flecha, una frenada grande. Entonces prendio una luz grande y salio como un auto chiquitito, asi. Un auto redondito chiquito, asi se veia, o lo vi yo, no se. Chiquito. Como si se hubiera espantado. Y al cruce le volvi a tirar. Pero con dos luces grandotas, se elevo y volo al diablo.

“Y bueno, aca te jodiste, dije entre mi, je-je. Habre sentido un poco de miedo, asustado, yo soy un hombre que nunca tuvo miedo. Nunca. Donde decian que salian estas co­sas, aqui y alla, yo iba a ver. Pero esa vuelta tuve miedo, porque no veia a nadie. Y cruce el alambre para ver donde habia estado eso, donde veia esa luz. Ya cuando cruce la via para esa luz, ahi se me armo el lio. Ahi si.

“Ahi vi a unos tipos al lado mio, tres o cuatro. Parecian como espejos, como una luz que no alumbraba, sino que reflejaba como un espejo nomas. Queria ir para el lado de Isla Verde, pero de alla volvia, igual. ¡Hay!, bueno, ya tuve, hay. Ahi me dejo senta­do. Me lleve un alambrado de pua por delante, tambien. Ya no me gusto. En un pastizal, y en un potrero, me meti igual. No se hasta que hora anduve, pero despues de mucho andar, eso me seguia, se me arrimaba de algun lado, y yo siempre iba…, los conversaba, pero no me llevaban el apunte. Y yo siempre con el revolver en la mano. No me dieron tiempo a sacar el cuchillo, porque los atropello. No se que hubiera hecho, pero. Y bueno, segui asi, y mas alla, despues de mucho caminar, pues de esto ya transcurrio un rato largo… Cruce un terreno arado y otro sembrado. Me acuerdo haber atravesado en la larga caminata tres campos uno de cebada y dos de maiz. Estaba agotado y bastante desorientado. Pero segui.

“De pronto, se enciende una luz colorada, adelante, y vi un coso, cuadrado, como de cuadros negros y blancos, como si fuera un vestido de mujer, abajo de la luz. Esa luz me encandilaba, me cegaba. Tenia la manta y me envolvia y me ardia todo. Iba asi, y miraba medio agazapado a estos tipos, con los hacia rato que andaba al lado. Tal vez los disparos que hice los detenia

“En un momento, la luz desaparecio y senti un ruido, como de un motor, semejante al de una maquina diesel de ferrocarril. Ahora se prendio una luz que alumbro como de dia para arriba. Y vi una nave grandisima, que estaba parada, hizo ‘rruuu’ y volo, en un segundo. Senti el ruido, encendio la luz y ese bicho como un zeppelin, o mas grande aun, como una bordelesa grande, redonda, pero inmensamente grande, altisima y larga. Como una bordelesa de vino de 200 litros, pero grandisima. Asi lo vi y asi se fue, para arriba. Era como un barril, de color madera, con unas patas. Me parece haberle visto tres patas aca y no se si dos alla. Estaba parada sobre unos caños. Esta nave grande tenia unos 8-10 m de alto, o mas, y 10-12 m de lar­go. Eso tenia ventanillas (0,60-0,80 m, separadas a un metro), con luces adentro me­dio violetas, medio azuladas. No se cuantas, pero eran varias.

“Pero estos bichos siempre me seguian. Estaba solo. Tampoco he visto animales en el campo. Busque orientarme, caminando hacia la via, para asi llegar al pueblo, siempre mirando para todos lados, pero esos espejitos nunca se despegaban de mi. Parecian ha­cer señas y la luz colorada otra vez delante de mi. Yo me aproximaba y ellas se retira­ban. Cada 400 o 500 metros otra vez se ponia firme. Despues me agachaba porque… me meti en un potrero con un pasto alto. Me agachaba asi, y una luz como un espejo, como si habria un tipo con una lupa en la mano. Que hace asi para abajo que yo me agachaba, me parece que les decia a los otros que yo me agachaba. Me volvia para atras, y aca una luz como un espejo, pero no alumbraba. Era como una luna de espejos, delante mio, que a uno lo hacia volver para alla. Hasta que me encaminaron para alla. Cuando iba para alla, no vi nada hasta que camine mucho, y por ahi fue cuando vi esa nave grande.

“La verdad que yo medio me habia perdido. Si para aca o para alla. Al ultimo yo encare para Monte Maiz. Pero por ahi me sentaba, para ver que hacia, y resulta que una luz parecia que les decia a los otros que yo me habia sentado, ahi me habia escondido.

“La luz no proyectaba, era como una luna de espejo. Hasta que venia a mi, y los tipos medio retirados.

“Esa gente parecia que tenia unas cosas arriba, como unas antenas, en la cabeza, pe­ro con forma de triangulo. Como un casco, que no se si seria un capuchon o que. La no­che estaba oscura. Y lloviznaba. Y despues que a uno le pasa una cosa asi; ya… Esto se veia como una antena -triangular- tejida, tenia como una cuerda (perimetral), y con unos hilos[1]. Como casco estaba esto


Monte Maiz. El testigo señala la rotura de la punta de eje del vehiculo, producida en ocasion del extraordinario encuentro.

“Eran tipos como nosotros, de 1,80-1,70 m. Por ahi dijeron 2,50 m, pero no. Eran cuatro. Por ahi cuatro, por ahi tres. Se perdia alguno, o quiza yo no lo veia, o se dis­tanciaba, porque parecia que siempre queria quedar alguno adelante. Caminaban rapido, y no contestaban cuando les hablaba. No se les veia la cara y esas cosas, porque anda­ban medio encapuchados. Esa antena no dejaba ver bien, me parece que esto me molestaba tambien un poco.

“Vestian, segun les notaba, como con breche (NdR: tipo bombacha de campo) y botas, o polainas (n: botin o calza de paño o cuero que cubre la pierna hasta la rodilla). Pe­ro los dos que vi saliendo del auto, al principio, no llevaban esa porqueria arriba.

“Las manos eran normales, como las nuestras, mas o menos. Pero la verdad que era de noche y no puedo… Yo veia las manos, que hacian, pero no se si tenian cinco dedos, cuatro. No estaba para…, veia personas pero no estaba tampoco para andar observando mucho. Esa fue una experiencia que yo vivi y que no se si los volviera a ver que ellos me quieren tomar, yo los tomo a ellos. Me abrazo a ellos a ver que pasa.

“Los tipos siempre me seguian. Hasta me meti en el cementerio, porque era Monte Maiz, ¡donde m… anduve! Al ultimo estuve tan perdido. Tan perdido, tan desconcertado. Cai al pueblo. No se como, alcance a ver que las luces del pueblo oscilaban, llegandose a apagar. Despues, anduve por ahi, encontre a un muchacho del sur que le dije, eran dos o tres muchachos. Serian como las cuatro de la mañana del sabado 12. Esto era ya den­tro del pueblo. Estaba todo embarrado, mojado, que iba hacer. Encima, seguia viendo, nublado desde que me quemaron. Habia perdido en esa vuelta todo: documentos, anteojos, la… plata. Les digo, ‘muchachos, a mi me ha pasado esto, ¿creen que estoy mamado, borracho?’, algo asi digo. ‘Denme una mano, acompañenme, porque me siento mal, acalambrado’. Pero no, que se creerian. No se que me dicen, que hace un rato se apagaron las luces. Y pare en un porton, y vi a un hombre que era de la usina y algo le explique al hombre, y me dijo que no sabia que ocurrio, que se pararon los rotores…, no se que me dijo el hombre. Finalmente, dando vuelta, encontre la (sub)-comisaria y fui atendido por un agente que estaria de guardia, a quien le explique lo ocurrido. Era un gordo, pero me atendio muy bien. Me convido un poco de cafe, y me dice de ir a hablar con el oficial. Me llevo enfrente, el oficial estaba durmiendo, y me dice de ir mañana, y al otro dia fuimos, a ver, a dar vueltas por ahi. ese fue el caso que me paso a mi”…

Efectivamente, una comision policial encabezada por el oficial Dario Dominguez, dos agentes y el medico cirujano Francisco G. Davolos, se traslado hacia el lugar de los hechos, comprobando la veracidad del relato en lo referente al accionar de Douglas. Se encontro el camion, las huellas de sus idas y venidas, y las dejadas por este en un campo arado en su dramatica y extraña fuga (3).
[1] Una version de la epoca, curiosamente, recoge en supuestas palabras de Douglas ese detalle: “…tenia algo asi como un triangulo en la mano, tuve miedo que me lo pusiera en la cabeza y le dispare un tiro” (informe del Circulo Enciclopedico Mundial, de San Vicente, SF). Otro aspecto que no guarda relacion es que, segun el testigo, solo habria disparado dos tiros, a los primeros, aunque las versiones que se tienen del episodio resultan bastante insuficientes y contradictorias, por la complejidad del encuentro

LAS HUELLAS

Como se indico, la comision policial de Monte Maiz, constato a temprana hora la presencia del camion de Douglas en un zanjon de la ru­ta provincial 11, a unos 12-15 kilometros de aquella locali­dad cordobesa, muy proximo a Isla Verde.

Quedaba por comprobarse al­gun rastro en el escenario del insolito suceso. Fue asi como la precipitacion pluvial con­tribuyo a que fueran halladas sin dificultad las huellas dejadas Por Eugenio Douglas en su desesperada huida -como obro en el sumario-, pero, como diria el mismo Dr. Davolos, “de los seres y vehiculo extraños del relato, ni el menor rastro”.

Esto no fue impedimento para que, en esos dias, algunos curiosos vecinos husmearan en las cercanias del lugar donde Douglas dijo haber visto a los ocupantes del ovni, “y hayan creido descubrir unas huellas de aproximadamente cuarenta y cinco a cincuenta centimetros de largo, borradas en su mayor parte por la intensa lluvia caida”, segun la version del periodista Guillermo Martinez Anzorena, publicada en el tabloide sensa­cionalista Ocurrio!, del 31 de octubre.

Muy pronto, fotografias de las elongadas huellas de Douglas, debido al barro que aumento accidentalmente su longitud, fueron reproducidas en distintos medios como si se trataran de pisadas de las extrañas criaturas (“footprints of the strange beings”) (4).

EL EXAMEN MeDICO

Las presuntas quemaduras que exhibia Eugenio Douglas en el rostro, sumado al estado de excitacion nerviosa, condujeron a la policia a requerir los servi­cios del medico cirujano adscrito a la Sub-comisaria, Dr. Francisco Guillermo Davolos, quien al constatar aquellas lesiones -de las que quedaron marcas que fueron desapareciendo- consigno que eran “raras lesiones producidas par elementos no determinados”.

Este vago diagnostico favorecio que aparecieran algunas “explicaciones”. Por ejemplo, que “el camionero presentaba quemaduras en la cara de rayos ultravioletas, o al menos, semejantes a ellos” (5). Y aun mas osadas: “…no se trata sino del impacto del reflejo magnetico de la linterna de luz paralizante que son portadores todos los tripulantes espaciales…” (6). Sin embargo, la conjetura que reunio mas adherentes haya sido, qui­za, la de emanaciones radiactivas.

Casi desconocidas son las circunstancias del examen medico. Eugenio Douglas nos ofrece su propia version:

“Me reviso ese medico Davolos. Me reviso las lastimaduras por ahi, un poco, la cara, pero al otro dia. El doctor me reviso, me hizo el cuerpo, asi nomas; no, no me hizo nada de analisis de sangre, ningun analisis. el no me examino para que digan que yo te­nia un grado de alcohol, esas son… No quiero decir que soy un santo y que no he toma­do, que nunca me he puesto en ‘curda’ (borrachera); me he puesto una y mil veces cuan­do he ido a un asado, y lo que sea. Pero yo toda mi vida, en las comidas, tomo leche. Que yo andaba alcoholizado, es mentira.

“Pero despues, como a los diez dias, me citaron y tuve que ir a Rio IV. Alli me sacaron fotos, me revisaron dos o tres medicos, creo que me hicieron analisis de sangre. No recuerdo bien, esto fue despues”[1].

Al preguntarle sobre las “quemaduras”, Douglas responde enfaticamente: “No, no. Eran como unos pinchacitos, como unas pequeñas ampollitas, como unos pinchacitos de aguja, asi eran. Eso se borro todo, a medida que me iba componiendo iba desapareciendo, cada dia mas. Era como decir…, hecho con una cosa muy, pero muy finita, caliente, que lo pinchara. No se inflamo, no. Como unos puntitos nomas, medio marroncitos. Pero una co­sa sin significancia de que se yo”.

Dias antes de entrevistarnos con E. Douglas, tuvimos ocasion de conversar con el Dr. Francisco G. Davolos en su domicilio. Este es un fragmento de la misma:


Monte Maiz. Eugenio Douglas delante de su comercio y vivienda, rememorando la inolvidable experiencia.

“Este Douglas era un muchacho que trabajaba en transporte de Santiago del Estero. No era un trabajo permanente. Era camionero y transportaba en ese momento carbon de leña. Yo era medico de la policia y entonces una mañana, el 12 de octubre, fecha historica, a eso de las 7 horas, la policia me llamo por telefono. Yo estaba levantado por un pa­ciente mio de Monte Maiz, asi que Douglas se presento en mi consultorio acompañado del oficial de policia. Ya estaba tranquilizado y se comporto normalmente.

“La policia penso que era un cuentero, un borracho, que estaba pasado. Esa fue la interpretacion que hizo, pero no. No se trataba de un borracho ni un cuentero.

“Me llamo la atencion el tipo de lesion que tenia en el rostro, en el pomulo; en la parte que tenia descubierta. Era extraña, de coloracion violacea, morada, una cosa asi. Una discreta infiltracion en la piel, hinchada. Tenia caracteristicas mas pareci­das a la erisipela, o a un eritema, antes que a una quemadura. En la incertidumbre me­dica, en primera instancia, se le dio una pomada para quemaduras y heridas de la piel (anestesica y antiseptica), y al cabo de unos dias no quedaron mas rastros.

“Tambien presentaba una ligera inyeccion conjuntival. Mas que nada tenia la vista congestionada.

“Le hice unos pocos examenes, visual y tactil, nada mas. No se han hecho en parte porque no habia elementos, y otro tanto porque la policia se mostro indiferente; no se si por comodidad o que, pero lo atribuyo a que estaba borracho. Lo tomo en burla. No se le pudo hacer ni analisis de sangre. No se pudo conseguir nada, porque nos llevo la contra. Claro, uno pide, pide y si no le prestan atencion, al final desiste. No se llego a ninguna conclusion, no paso nada”.

EL TESTIMONIO DE LA FAMILIA MANOCCHIO

Al tiempo en que eran elevadas a la Jefatura Politica del Departamento Union las actuaciones labradas por la Sub-comisaria de Monte Maiz en relacion a la patetica exposicion de Eugenio Douglas, trascendio que la policia habria tomado conocimiento de un nuevo testimonio, el de la familia Manocchio.

El sumario policial, de doce fojas, se inicio con las declaraciones de Douglas, agregandose a sus efectos el informe pericial del medico que certifica las lesiones en su rostro, recientes y producidas por elementos no determinados y, finalmente, el testimonio de tres integrantes de esa familia que afirman haberse topado con el camionero, y presenciar un curioso resplandor cuando entraban al pueblo a esas horas de la madruga­da por el mismo camino.

Aunque serian muchas las manifestaciones de quienes aseguran que las luces del alumbrado de Monte Maiz variaron su intensidad, las declaraciones de los Manocchio parecen ser las unicas que avalarian parcialmente el relato de Douglas, en lo que se refiere a extrañas luces vistas en la oportunidad.

Al respecto, y por añadidura, algunos medios periodisticos hicieron hincapie en “los efectos de la rara nave espacial”, pues Mateo Manocchio justifico la demora en denun­ciar su experiencia, y la de los suyos, por hallarse indispuesto -desmemoriado o desganado- despues del inusual encuentro. Una ‘inexplicable’ sensacion que encabezo en esos dias las noticias sobre el caso (8).

Esto nos llevo a entrevistar a Mateo Manocchio, comerciante de la zona, a su esposa Lidia, y a la hija, Alicia.

Durante la misma, mientras seguia atento y en silencio el entusiasmado relato de su esposa e hija, el señor M. Manocchio fue interrogado sobre el particular, y respondio: “Yo no me acuerdo nada, fue una cosa que paso. Como no lo conte mas, como me parecio algo que no podia ser, entonces no me acuerdo mas”, intento simplificar negando su recordacion. Para agregar: “Despues me llamaron de la policia, se enteraron a la noche, no se quien dijo ‘Manocchio lo vio y se asustaron’, pero los chicos se asustaron mas que nosotros, ellos lo fueron contando muchas veces”. Al preguntarle sobre algun efec­to posterior, y mencionarle el comentario de los diarios de la epoca, Mateo Manocchio nos refiere con el asentimiento de sus familiares presentes: “Nos dimos un susto barbaro, nada mas que un susto. Seguro que despues nos sentimos mal, pero, porque calcule, uno siente una cosa asi, luego sabe que paso, el comentario que habia… Despues dije­ron que el hombre (Douglas) estaba loco, que no hicieramos caso. Bueno, esas cosas. Y ahi nos calmamos. Ya lo dijeron asi. Mi hermano Ricardo y los suyos, que venian en el otro auto y no vieron nada, fueron los primeros que nos dijeron que estabamos locos, a­si que no dijimos nada y…, despues me citaron de la policia”.

(15) Monte Maiz – Camino del cementerio, un tramo de la odisea Pero vayamos a la experiencia de los Manocchio. Lidia y Alicia, con algunas apuntaciones de Mateo, lo testimonian asi:

Despues de ir a cenar al campo, regresaban en un vehiculo vaqueano verde el matrimonio de Mateo y Lidia Manocchio, junto a sus hijos Alicia, Juan Jose y la tia Gladis. Lo hacian por el camino principal, de tierra, bajo una intensa llovizna. Por el camino bajo, del cementerio, tambien lo hacia Ricardo Manocchio -hermano del primero-, en una estanciera, junto a tres de los suyos. De pronto, los primeros perciben una inten­sa luz, un resplandor cuya procedencia no pudieron determinar, pero que parecia prove­nir de arriba, iluminando al vehiculo y lugar por donde transitaban. Pensaron que se trataria de Ricardo, quien venia ligeramente demorado e ingresado al pueblo, tras una pronunciada curva despues del paso a nivel, por el camino bajo. Sin embargo, no alcan­zaban a verse, pues ambos caminos estan bastante obstaculizados por la arboleda y ar­bustos, aun cuando el camino principal es algo mas elevado. Esa luz blanca se mantuvo, segun los denunciantes, durante unos minutos y no alcanzaron a observar la fuente que la producia. Por eso cuando deciden regresar para encontrarse ambos vehiculos, Ricardo afirmo no haberles pasado ni visto nada fuera de lo comun. “Asi que cuando nosotros en tramos -dice la Sra. Lidia-, que vimos esa luz que nos acompaño en el trayecto que va desde el cementerio hasta la entrada del pueblo, unos 500 u 800 m, dice mi marido: ‘Seguro que le pasa algo a Ricardo’, que venia por el camino bajo, del cementerio. Y nos detuvimos, regresamos hasta ahi, la calle del paso a nivel, y cuando venian ellos nos detuvimos: ‘¡No -dicen-, no, nosotros no!, a nosotros no nos pasa nada’”. “El no vio ninguna luz -interviene Alicia-, la luz intensa que nosotros vimos, el no vio nada. Por eso a mi me extraña que mi tio Ricardo no la haya visto, porque no era mucha la distancia que traiamos entre un vehiculo y otro”. Eran las 3,30 horas aproximadamente.

Fue al llegar a la esquina del pueblo, donde ahora hay una rotonda, cuando los integrantes de la familia Manocchio observaron a un hombre -a la postre, Douglas- apuntan do con un revolver y envuelto en una manta, “desesperado, dando vueltas, como un auto­mata”, dice Alicia. Su padre respalda la version: “Cuando lo vimos esa noche, el tipo estaba desesperado, daba vueltas, estaba perdido. Yo me queria bajar de la chata, pero no me dejaron; fue aca en la entrada, donde esta la rotonda grande, del lado dere­cho”. Alicia vuelve a intervenir: “Mi papa lo iluminaba, ‘¡que le pasa a este hombre!’: decia, porque estaba desesperado, ahi en la ruta. Para colmo, cuando lo enfocabamos peor, se enloquecia mas este hombre, pobre. Asi que nosotros empezamos a gritar y de­cirle que lo dejara. Nos dio miedo. Queria volver despues de dejamos en casa, pero nosotros no lo dejamos, y mas cuando escuchamos disparos. Claro, este hombre desesperado gatillo. Inclusive, cuando llegamos a casa no habia luz, el pueblo estaba apagado”.

LA USINA ELECTRICA

Rapidamente se establecio un enlace entre los fenomenos electri­cos registrados en Monte Maiz (oscilaciones de intensidad luminica y variaciones de coloracion) con la aparicion de los presuntos vehiculos siderales. ¿Seria este un caso mas del conocido “efecto electromagnetico”[2]?

Un informe de la usina electrica de Monte Maiz señalo que personal que a la hora en que el camionero Douglas llega al pueblo, se encontraba de servicio, asegura que los motores fueron disminuyendo su potencia, lo que gravito en que las luces se tornaran de un color amarillento, restableciendo luego su normalidad (9).

Esta explicacion no resulto suficiente, motivo por el cual procuramos conocer otros pormenores. Entrevistamos entonces a uno de los mas antiguos empleados de la usina, ya jubilado, el señor Bonifacio Fernandez, quien se desempeñaba en aquel momento como electricista de la usina. Su testimonio grabado es el siguiente:

“Entre a trabajar en la usina de Monte Maiz en marzo de 1939. Esa noche le tocaba trabajar a mi y a no se quien mas. Lo que pasaba era que fallaba la banda del motor y se venia abajo el sistema. Fallaba porque el motor era viejo, y entraba a fallar. Sucedio muchas veces. Pero esa vez ocurrio varias veces en el dia, en la noche, y no habia otro repuesto. Teniamos dos motores rotos y ese quedaba despues a la noche. Al bajar la revolucion, bajaba el voltaje y se apagaba la luz; quedaba la luz chiquitita y vol­via a levantar otra vez al tomar fuerza el motor. No venia la corriente de afuera, sino que se producia aca, de modo que habia poca luz en el pueblo, en las casas.

“El motor era a gasoil, fuel-oil. Despues lo arreglaron y siguio bien. Muchas veces despues quedamos sin luz en el pueblo, aca. Cuando el motor se baja, no hay tiempo de reemplazarlo. A ese lo hacia tomar otra vez bombeandolo, y empezaba a levantar, la luz tambien. Yo era el electricista y en aquella epoca, ademas, iba y daba luz a una sec­cion, a una parte del pueblo y cortaba la otra, pero esa noche estaba todo el pueblo.

“No es nada de lo que le pasaba a ese hombre (Douglas), sino que alguien lo tomo por eso, porque el vino corriendo en momentos en que se apagaba la luz. Lo que le venia sucediendo a ese hombre, las cosas que conto. Todo esto habra sido cierto, mentira, no lo se…, pero el caso de que la luz se paraba era culpa del motor. No era nada de el. Un defecto del motor. Asi fue, seguro. Las otras son fabulas, enredos que quedaron en el comentario del pueblo”.

LAS CONDICIONES METEOROLoGICAS

En esta etapa de la investigacion, han de tenerse en cuenta los caracteres meteorologicos al momento de ocurrir el episodio. El informe que solicitamos al Servicio Meteorologico Nacional, SOR II, firmado por la Jefa del Centro de Informacion respectivo, Catalina Sassone de Candurra, expresa:

Monte Maiz, prov. de Cordoba – 11/12 octubre 1963: 20:00 a 04:00 horas (Exp. N°: 39.442)

Estaciones de referencia mas proximas: Marcos Juarez-Belle Ville

Temperatura (ºC): 13-14

Humedad relativa (%): 99-100

Estado del cielo: cubierto

Viento (direccion y velocidad, en nudos): Sector sur, 10/17

Presion (mm), nivel estacion: 748-750

Visibilidad (km): Reducida por niebla: 500 metros; 2 a 4 km por llovizna

Precipitaciones: Bancos de niebla, llovizna continua.

Han sido en estas condiciones en que se produjo la desusada observacion de Eugenio Douglas, las mismas en que ocurrio el accidente. No muy favorables para realizar una genuina observacion, especialmente, en relacion a la visibilidad y a las circunstan­cias que generan los mas variados fenomenos, incluidas las aberraciones.

OTRAS EXPERIENCIAS

Eugenio Douglas ha sido testigo, e incluso protagonista, de episo­dios ufologicos de variada extrañeza, los cuales no deja de mencionar durante nuestra larga entrevista:

“Aparte del caso de octubre de 1963, una vez, iba para Corral de Bustos (Cordoba), y un aparato semejante se me presento en el camino, pero en esa oportunidad no paso mas que eso. Pero fue hace muchos años, como a los dos años. Vi otras cosas, mas o menos pare­cidas, pero nunca quise mencionarlas. Otra vez, aca, en Venado Tuerto, en epoca mas cercana, cuando tenia un negocio frente al Hospital.

“Tambien una vez fui a llevar a un hijo grande al Club Avellaneda, ubicado en la o­tra punta de Venado Tuerto, pasando la Agronoma. Cuando voy a dar vuelta, una luz me enfoca, como si hubiera sido enfocado desde arriba. Y ya sali… De pronto, me encontre alla, en un terreno perdido que no supe donde era. Se trataba de un campo. Habia cruzado la ruta 8. Y despues me meti en un camino que hasta hoy no se cual es, que en ese tiempo estaban…, me meti en todos lados. Me pregunte: ‘¿como vine aca, y como hice?…’ ¡Y como me cego esa luz y que se yo! Como segui, como cruce. Estaba como a una legua (la calcula en 5 km) fuera del pueblo, mas o menos. Despues que vi el dislumbre (NdR: termino que condensa ‘vislumbre’ con ‘deslumbramiento’); me detuve, me baje afuera del auto y ¡yo no vi mas esa luz! Y segui, pegue la vuelta ahi entre los yuyos, y me meti por un camino angosto, que no… Dias despues volvi, quise localizar donde fue que yo habia salido, pero no, no ubique el lugar.

“Despues tuve otras cosas. Otra vez iba para Monte Maiz y vivi tambien, vi como una nave que iba conmigo, y luego corto lejos; parecia que…, que se yo. Me pare, y digo ‘a ver si estos querran hablar conmigo, ¿seran aquellos?’…”

DICE E. DOUGLAS: Sobre el caso de Isla Verde-Monte Maiz, del 11/12 de octubre de 1963:

“Esto es lo que me paso y eso es lo que siempre sostuve. Lo que me ocurrio yo no me lo olvide jamas. Quiza me olvide de comprar una cosa mañana, no lo recuerdo. Pero esto lo tengo grabado en la cabeza, yo no me olvide. Lo que vi es lo que digo y lo que dije antes, y lo que digo ahora”.
[1] No nos consta que E. Douglas haya sido nuevamente examinado, incluso el Dr. F. Davolos nego que se hayan tonado otras providencias. Sin embargo, se supo que el testigo retorno a su domicilio de Venado Tuerto el sabado 12, por la tarde, y que el martes 15 retorno para complementar su exposicion primera ante la autoridad policial (7).

[2] El “Efecto E. M.” (electromagnetico) es, en la jerga, aquel que se le atribuye a los ovnis la propiedad de generar un campo magnetico de una magnitud capaz de paralizar motores a explosion, instalaciones electricas, etc. El error proviene, con esa denominacion, de establecer a priori un orden de causalidad, que es lo que debiera demostrarse, en todo caso, despues de la investigacion.

ANALISIS Y CONCLUSIONES

El episodio protagonizado por el transportista Eugenio Douglas presenta complejas vicisitudes y derivaciones. De ahi que la constatacion personal de la existencia en vida del testigo y de su espectacular relato, resultan muy ponderables en esta instancia.

De haber fallecido, seguramente se hubiera robustecido un mito en torno a su prematura muerte ocasionada por los ovnis, en aquella imborrable experiencia. “Mi vida siguio siendo normal -nos dice Douglas-, sin enfermedades; siempre fui un hombre fuerte y lo soy ahora con mis setenta y pico de años”.

Las mortales radiaciones atribuidas por los “especialistas”, se redujeron en la realidad a unos “pinchazos” localizados en el rostro (pomulo), que le hicieron arder los ojos, y a algunas magulladuras, las cuales se le fueron definitivamente unos dias mas tarde.

El escueto y muy difundido diagnostico del Dr. F. G. Davolos avalaba el misterio: “raras lesiones producidas por elementos no determinados”. Diagnosis que, lejos de permi­tir reconocer el caracter de dichas lesiones, estimularon la imaginacion por su nota­ble vaguedad e imprecision.

Sin embargo, en nuestra entrevista con Davolos surgieron algunos detalles fundamenta les respecto a la lesion. Se trataba de “una discreta infiltracion, hinchada (y) tenia caracteristicas mas parecidas a la erisipela, o a un eritema, antes que a una quemadu­ra”. El mismo Douglas rechazara la idea de que le ocasionaran una quemadura. Sera propicio, por consiguiente, aclarar la terminologia medica: la erisipela, o mejor, el exantema erisipelatoso es una erupcion de la piel, como el sarampion, la escarlatina, etc. Mientras que el eritema, se define como “una inflamacion superficial de la piel”, al modo en que lo producen en forma pasajera las ortigas del campo (sus hojas, cubier­tas de pelos, segregan un liquido irritante, que penetra en la piel por simple contac­to). Precisamente, los signos y sintomas observados en Douglas.

La extrema prudencia del medico, quien no pudo determinar fehacientemente el origen de esas “raras lesiones”, se debe a que solo practico un insuficiente examen ocular, en medio de la indiferencia policial frente a un testigo que involucraba a extraños seres en la aparicion de estas infiltraciones en la piel. Hasta aqui, si nos abstrajeramos por un momento de esas inusitadas presencias, seria aceptable suponer que Douglas, al caer en la cuneta -una zanja a la vera del barroso camino- pudo haber rozado inadvertidamente una planta urticacea

En cuanto al fantasmagorico relato de Douglas, tras examinar detenidamente todos los elementos reunidos, nos inclinamos a pensar que el nudo, clave del caso, se desprende del propio testimonio del transportista, en particular, de las instancias iniciales de la observacion.

Iba Eugenio Chicharra Douglas circulando con su viejo y maltrecho camion por el camino que une Monte Maiz con Isla Verde, atravesando un banco de niebla y una llovizna continua que le dificultaban la visibilidad, muy reducida (datos confirmados por el Servicio Meteorologico). Repentinamente, advierte mas adelante y sobre la solitaria ruta provincial, una luz roja que la identifica como las luces de posicion de un vehicu­lo. Ante la inminencia de una colision -declara el protagonista-, pierde el control del camion, suelta el volante, aprieta los frenos y el vehiculo se desliza en el barro, cayendo estrepitosamente en la cuneta. Pierde la nocion del tiempo y lugar, sintiendo­se caer en un precipicio hondo, virtualmente paralizado.

Douglas intenta reconstruir con palabras aquel instante: “Un poquito antes de llegar hasta la luz, hizo como un flash (…). No se que me dio a mi, me arrolle, yo eso me acuerdo. Y he largado el volante y sentia que me iba a un precipicio hondo, asi. Que me iba a un precipicio hondo, pero no se el tiempo que duro eso. No se si duro un segundo, un minuto, diez segundos, no se. Como quien me iba a suceder. Parece que me iba a un precipicio hondo, asi. Pero me desperte, justo senti, no se si…e-e-eso es, si fue justo cuando he largado el volante, y me estrelle contra el coste de la via (…). Me desperte y vi que el camion estaba ahi”.

Evidentemente, hay un significativo momento (instantes antes de su fantastica vision) en que el testigo se haya en un estado de estupor, con cierto grado de perdida de la conciencia. Muestra un cuadro de confusion mental, que incluye desorientacion temporo­espacial, entumecimiento psiquico, con probable desvanecimiento.

El examen medico practicado por Davolos, empero, no dio signos de un trauma (herida, lesion) cerebral. Aun asi, no debiera desestimarse la posibilidad de una conmocion, como consecuencia de una contusion o tambien de una sacudida inesperada del cuerpo de Douglas. El estado del camion revela la violencia del impacto.

(19) Monte Maiz – Por alli cruzo Douglas en su frenetica huida por el campo La hipotesis propuesta es que el shock del accidente, sin efectos fisicos -al menos, visibles- en el cerebro, habria coadyuvado a formar una historia irreal

El camionero ha de narrar que “desperto”, y sin tener una claridad de conciencia, actua con cierto automatismo, deambula, ya no ve la luz roja en el camino. El supone que debio tratarse de otro vehiculo, pero que su conductor debio auxiliarlo.

En esa situacion de shock, de conmocion post-traumatica (en su acepcion psicologica), y aun en aturdimiento, comienzan a surgir extrañas visiones. Imagenes que por su fantasiosa presentacion son propias de una alucinacion[1].

El sucesivo carrusel de formas calidoscopicas observadas, las subitas apariciones y desapariciones de objetos, luces y personajes fantasticos, permiten la irrupcion de u­na trama delirante, intuitiva, que proyecta en el y sostiene el porque de esa alucina­cion. El neto contenido persecutorio, se halla conforme a los rasgos de personalidad del denunciante. Y el tipo de imagenes que utiliza es el que mejor expresa el mate­rial simbolizado: objetos que semejan a una bordelesa o tonel de vino de 200 litros, hasta un coche funebre camino al cementerio, y personajes con chaquetillas de policia.

Eugenio Douglas nos impresiono como un sujeto sincero en sus declaraciones, con una firme conviccion respecto a su experiencia. Que no ha sido la unica. Nos hallamos ante un individuo con cierta disposicion a convertirse en protagonista de episodios ufologicos similares, incluido un denominado “missing time”.

Una vez se discutio si una contusion lo suficientemente seria como para crear una fantasia, le hubiera permitido alejarse del lugar del accidente. En efecto, los historiales medicos de guerra dan prueba de ello, y aun otros accidentes de ruta[2].

(10) Monte Maiz – Eugenio Douglas, 23 años despues Sin embargo, desde esta perspectiva, un fuerte shock como resultado de la inminente colision con otro vehiculo presuntamente detenido en la ruta y de la ocasionada cuando cae con estrepito en la zanja, habria desencadenado en la personalidad de Douglas un episodio de las caracteristicas descriptas

El testimonio ofrecido por la familia Manocchio, es el unico que respalda parcialmente el relato de Douglas, en lo que se refiere a luces vistas esa oscura noche, aunque se ciñe solo a un “intenso resplandor” de ignota procedencia, y no a objetos o luces definidas en la atmosfera. Esto, ademas, torna improbable una identificacion.

Si bien las condiciones meteorologicas no eran propicias para una adecuada observa­cion, el area donde Douglas afirma haber sido seguido, es un campo llano sin accidentes geograficos (Monte Maiz e Isla Verde se encuentran a 117 y 121 m de altitud s/n mar). No obstante, solo el transportista parece haber percibido aquellos fenomenos que deta­llaria mas tarde.

Tambien hemos comprobado que la conexion que se establecio entre la supuesta apari­cion de ovnis y un desperfecto que se produjo esa noche en los motores de la usina e­lectrica de Monte Maiz, no guarda ninguna relacion de causalidad.

En relacion a las huellas encontradas, la comision policial establecio que las mis­mas provenian de las idas y venidas de Douglas, y de su camion, sin que fuera hallado rastro alguno de los insolitos seres. Nadie de quienes han intervenido en las instan­cias iniciales del caso (Douglas, Davolos, y otros), han mencionado algo al respecto, a excepcion de la prensa sensacionalista de la epoca, que interpreto bizarramente el origen de las citadas huellas.

Los datos reunidos y expuestos, fundamentan nuestra hipotesis y conclusiones. De otro modo, quiza, debieramos aceptar que un testigo aislado, en las condiciones psicologicas descriptas, ha visto -realmente- sucesivos y variados objetos, luces y fabulosos individuos. Tal vez algo de esto ocurrio, pero ateniendonos a las circunstancias en que parecen haberse desenvuelto los acontecimientos, nos resulta muy improbable que se haya producido un hecho anomalo objetivable, conforme al extraordinario relato de Eugenio Douglas.

REFERENCIAS BIBLIOGRaFICAS

(1) Cuarta Dimension, Buenos Aires, N° 51, (marzo) 1978; p. 36.

(2) Extraterrestre, CAIFE, Buenos Aires, N° 13, (1986), p. 35.

(3) Rienda Suelta, Isla Verde, Monte Maiz, Laborde, W. Esca1ante, A. I., N° 5, agosto 1986, p. 7.

(4) Flying Saucers, Amherst, Wis., N° 45, January 1966, p. 51.

(5) Ocurrio!, Buenos Aires, 31 octubre 1963 (relato de Guillermo Martinez Anzorena); citado en el boletin de la CODOVNI, Buenos Aires, 1963, p. 5.

(6) Cordoba, Cordoba, 19 octubre 1963 (articulo de ‘Agor’).

(7) La Voz del Interior, Cordoba, 19 octubre 1963.

(8) Cordoba, Cordoba, 22 octubre 1963; La Razon, 22 octubre 1963; y La Voz del Interior, Cordoba, 23 octu­bre 1963.

(9) “Caso Douglas” – Año 1963, informe del Circulo Enciclopedico Mundial, CEM, San Vicente, SF, 1963, p. 4.

(10) Clarin, Buenos Aires, 17 julio 1990.

Nota: Creemos merecedor citar aqui a Carlos Demaria, por el entusiasmo puesto en la investigacion del caso y por su contribucion en la difusion de nuestro informe preliminar publicado en 1987; a Richard W. Heiden, por haber reunido una impresionante lista de referencias sobre el caso; y a Monica M. C. Simonetti por su colaboracion en las encuestas.

ANEXO


Monte Maiz. Bonifacio Fernandez, operario de la usina, su testimonio fue clave para desentrañar aspectos del caso.

Con posterioridad a nuestro informe preliminar, y como hecho notable, recibimos copia de unas cartas que obran en los archivos del antiguo Project Blue Book, de la Fuerza Aerea de los Estados Unidos (USAF). La primera de ellas es la que le enviaron Alberto Degrati y Ruben Ropolo, directores del Circulo Enciclopedico Mundial (CEM), de San Vicente, provincia, de Santa Fe, el 15 de enero de 1964, adjunto a un informe del “Caso Douglas”; y la segunda, la respuesta que el Cnel. Eric T. de Jonckheere les hiciera llegar en relacion al e­pisodio de Monte Maiz, el 5 de febrero de 1964. Por su interes, convenimos en reproducir este ultimo documento de caracter inedito, cuya traduccion informal incluimos seguidamente:

Observacion UFO (Santa Fe, Argentina)/Hq. USAF SAFOII-PB (Mrs. Gaiser) 5 FEB 1964

Wash. 25 D.C.

“1. En referencia a la carta adjunta de Messrs. Degrati y Ropolo, de San Vicente, Argentina. La siguiente informacion se provee para asistirlo en una respuesta con respecto a una observacion de un plato hecha por Mr. Douglas, y sus contactos con sus habitantes.

“2. La observacion nos fue reportada indirectamente y, por consiguiente, la informacion presentada es, en el mejor; de los casos; de segunda mano. No creemos que este caso deba ser investigado debido a la demora en la recepcion del reporte y el costo que involucra una investigacion. De todas maneras, el caso sera enviado a los legajos de la Fuerza Aerea caratulado; “Datos Insuficientes” debido a la probable distorsion de los hechos basicos del caso.

“3. No es nuestro deseo ofender o ridiculizar el reporte sincero de Messrs. Degrati y Ropolo sobre la obser­vacion de Mr. Doug1as. En su respuesta expreso nuestro agradecimiento por la primicia del reporte.

“4. En nuestra opinion, y no por liberarnos del caso, este reporte sigue el pa­tron de casos previos de contactos declarados supuestamente provenientes del espacio exterior. Este tipo de reportes no han dado evidencias de haber ocurrido realmente. El tono general de la histo­ria de Mr. Douglas indica una posible alucinacion, puesto que el esta aparentemente convencido de que el suceso fue real y no se presenta ninguna evidencia de un engaño. En todo caso sera necesa­rio un examen psiquiatrico, para confir­mar o rechazar esta teoria. Tambien es posible que Mr. Douglas haya recibido un golpe en su cabeza, cuando el eje de la rueda de su coche, se torcio, colocandolo a el temporariamente en una condicion de aturdimiento.

“POR EL COMANDANTE

ERIC T de JONKHEERE

Coronel, USAF Comisionado por Tecnologia y Subsistemas”

La carta del Cnel. de Joockheere que acompaño el envio de la carta e informe del CEM al Hq. USAF SAFOI FB, para que este contestara a los ufologos argentinos Degrati y Ropolo, constituye un documento unico de preciado valor historico

[1] La alucinacion es una percepcion sin objeto real, con conviccion plena por parte del sujeto. Es una de las caracteristicas de la psicosis confusional.

[2] A modo de ejemplo, en julio de 1990 se produjo un accidente automovilistico en la ruta nacional 2, a la altura de Dolores. El choque causo dos muertos y dos heridos graves. Tambien la desaparicion de uno de los conductores, quien fue hallado tras quince horas de busqueda semiinconsciente, sin habla y con heridas en la cabeza y en cara, en un monte ubicado a tres kilometros del lugar. Presentaba un cuadro de “coma superfi­cial grado l”. El oficial de la policia de Dolores señalo: “Creemos que bajo el estado de shock en que se encontraba, cruzo la ruta y camino durante horas” (10)