UNA EXPERIENCIA CON LOS CIRCULOS DE LAS COSECHAS

Miguel angel del Puerto nos relata la experiencia de su amigo Agustin Amaya con los «crop circles»Miguel angel del Puerto
Malaga – España
madelpuerto@gmail.com

La extraña singularidad que suponen los circulos de las cosechas esta fuera de toda duda; sobra valorar teorias que vengan mas que a explicar a sugerir calma basicamente porque todo cuanto acontece en el mundo debe tener lugar en el contexto de lo conocido y previsible. Los circulos de las cosechas son pues, para mi, una extraña singularidad que nos viene a recordar que vivimos en un mundo fantastico y desconocido del que participan factores, elementos, que escapan momentaneamente quiza del control del hombre y de su ciencia. Sabemos que no todos los circulos son «autenticos». Pero tambien sabemos que «los otros», forman parte del universo inexplicado.

Me tope con este fenomeno hace unos quince años. Sin haberlos visto nunca en vivo y en directo la experiencia de un buen amigo con los circulos fue para mi demoledora y, al mismo tiempo, reveladora. Agustin Amaya, mi amigo, establecio una extraña y desconcertante relacion. Los circulos irrumpieron en su vida incluso mucho antes que el supiera de su existencia, mucho antes que se hablara de ellos en los medios de comunicacion de manera profusa. Y de su experiencia, como muchos otros, yo fui testigo, y puedo dar por tanto fiel testimonio de su veracidad.

En 1979 Agustin era un joven que en absoluto se salia de la normalidad. A sus diecisiete años comenzaron a aflorar sus mas intimas inquietudes, las que desde entonces ha venido alimentando intentando dar respuesta al por que de la existencia del ser humano. Un buen dia, mientras dejaba pasar el tiempo trazando algunos garabatos sin sentido sobre un papel, descubrio que habia dibujado algo que le llamo poderosamente la atencion. Una forma compleja y geometrica aparecia ante el, le gustaba, le llamaba la atencion, le atraia. Y hasta tal punto llego esa atraccion que, entre otras cosas, con sus ahorros de adolescente hizo que le fabricaran un llavero en plata con el signo en cuestion. Y posteriormente, en oro, un colgante que aun lleva pendiendo del cuello treinta años despues. Pero aquello paso sin mas. A fin de cuentas solo se trataba de un joven que hizo un dibujo, fabrico un llavero, y anduvo reproduciendo ese dibujo sobre cada superficie de papel que encontraba. En 1992 me contaba lo que hasta ese momento era simplemente una peculiar singularidad, y me mostraba el dibujo, y el consiguiente llavero en plata.

La sorpresa hubo de llegar años despues. En julio de 1995, en Winterbourne Bassett (Wiltshire), Reino Unido, el dibujo que Agustin Amaya realizara en 1979, y yo pudiera ver en 1992, aparecio impreso en un campo de cereales. ¿Pero como era esto posible? El diseño de Agustin guarda una importante complejidad que obliga a descartar la mera casualidad. ¿Y entonces como es posible tamaña «coincidencia»?

Esto me hizo valorar un caso acontecido en julio de 1991, en Grasdorf, Alemania. Bajo un agrograma de descomunales proporciones alguien, valiendose de un detector de metales, encontro bajo tierra un vetusto medallon en el que se representaba un diseño igual al agrograma bajo el que se encontraba. A todas luces fruto de una experiencia previa, y cuando menos muy similar, a la de Agustin. ¿Pero que estaba pasando entonces? Ademas, el testimonio de Agustin venia a avalar el hallazgo de Alemania y, a la vez, este avalaba la experiencia de Agustin.

¿Pero que es lo que sucede realmente con los circulos de las cosechas? ¿Como es posible que Agustin Amaya haya dibujado un agrograma que apareceria casi treinta años despues en el Reino Unido?

Las sorpresas habrian de continuar. Interprete que, de alguna forma, algun tipo de «informacion», podriamos decir cifrada bajo la forma de simbolos o que se traducia en simbolos, estaba siendo transmitida a los seres humanos o a alguna parte de ellos, de manera subliminal y silente. Y que Agustin habia jugado el papel de receptor que exterioriza esa «informacion». Y que la misma fuente origen de esa «informacion» habria de haberla plasmado en los campos de cereales años despues.

¿Pero que «informacion» se nos estaria transmitiendo? ¿Tienen esos simbolos capacidad propia para modificarnos de alguna manera y a algun nivel? ¿Y quien transmite esa «informacion»? Y por otra parte, esto podria estar sucediendo aun.

Tiempo despues, durante el año 2002, y en base a este ultimo planteamiento, surgiria la idea de intentar crear una base de datos de diseños que, solicitados por Internet a quien pudiera estar interesado, nos permitiera comprobar si el fenomeno podria darse de nuevo. En definitiva, se pretendia que la gente se relajara y realizara un dibujo, nos lo remitiera, y esperaramos a ver que ocurria, si aparecia posteriormente en los campos de cereales. La realidad es que el experimento apenas fue puesto en marcha, quedando todo en nada. Pero para mi sorpresa, un agrograma aparecido en el mes de julio de ese mismo año en Pewsey White Horse (Wiltshire), Reino Unido, me llamo sorprendentemente la atencion. En el campo de cereal habia quedado grabado un amonite, un molusco cefalopodo extinto que habito los mares hace varios cientos de millones de años, con el que esta emparentado el actual nautilus.

Cualquiera que visite mi casa podra ver toda una pared repleta de fosiles, entre los que destacan de muy particular manera los amonites. En aquel tiempo, ademas, estaba especialmente centrado en ellos, pues los recolectaba con cierta frecuencia, casi me obsesionaban y los adoraba. Por eso, que un amonite apareciera en los circulos de los cereales, como si los circulos respondieran a mi llamada, me dejo un tanto perplejo. Y me hizo preguntarme si el fenomeno me estaba respondiendo de alguna manera.

Sea como sea, y a pesar de todo, mis preguntas sobre los circulos de las cosechas siguen sin respuesta, y la experiencia de Agustin Amaya me sigue desconcertando.