AVISTAMIENTO DE LUZ Y POSTERIOR MARCAS EN EL TERRENO. INFORME DE OSCAR MENDOZA

Aldea San Miguel – Entre Rios (Enero de 1993)Oscar Raul Mendoza
Santa Fe – Argentina
oscarmendoza@gigared.com

El Sr. Espindola asiduamente concurria y pernotaba por algunos dias en el predio que habia adquirido hacia pocos meses. Lo habia hecho con el dinero recibido por indemnizacion de lo que fuera una gran empresa metalurgica, en la que trabajo por muchos años.

El terreno, ubicado en zona de campo de lo que comprende la «Aldea San Miguel» distante a unos 40 kilometros de la ciudad de Parana (Entre Rios), contaba con una antigua y deteriorada vivienda que en principio le sirvio para pernotar mientras construia una nueva a la par, aun sin terminar. No obstante, le servia para pasar en ella algunos dias acompañado por su esposa y su inseparable perro.

Espindola, entre otras actividades se dedicaba tambien a la apicultura y ya habia instalado varios cajones de colmenas en el predio, con la idea de venirse a vivir definitivamente en algunos meses y tener ya en marcha ese recurso monetario.

Aquel dia del mes de enero de 1993 la nubosidad del cielo se veia amenazante y pensaba que si llovia no podria salir por varios dias con su automovil por esos caminos de tierra. Decide entonces llegarse hasta el pueblo y comunicarse con un pariente de la localidad cercana de Crespo para encargarle que le traiga las 2 ruedas con «pantaneras» que tenia, por si mas tarde «se largaba». Pero este no estaba en ese momento y lo atiende la señora asegurandole que ni bien llegara se lo comunicaria.

Llego la noche, la lluvia tambien y el pariente no habia aparecido con las ruedas asi que, luego de cenar y darle comida al perro, se acuesta a dormir escuchando el ruido de la lluvia sobre el techo y el estruendo de los truenos.

Serian aproximadamente las 12 de la noche cuando lo despierta el ruido que en un principio penso que seria la camioneta «Rastrojero» de su pariente. «¡Que loco, largarse con esta lluvia para traerme las ruedas!», se dijo. Apresuradamente se levanto para atenderlo y ni bien abrio la puerta el perro salio, pero no vio nada, ningun Rastrojero, por lo que cerro y volvio acostarse nuevamente. Pero, instantes despues, escucha de nuevo el ruido, al que comparo como el que hace «una maquina de coser antigua». Intrigado por el ruido, se levanta y al abrir la puerta para ver de que se trataba, su perro entra desesperadamente a la vivienda, gimiendo con el rabo entre las patas. Espindola se asoma temeroso y, al mirar hacia el frente de la casa de donde al parecer venia el ruido, observa que hay una fuerte luminosidad en toda esa zona. Instantaneamente se vuelve trancando la puerta invadido por un miedo al que se le sumaba la conducta del perro que en esos momentos se hallaba acurrucado debajo de la cama. Mas tarde el ruido ceso, pasaron las horas y Espindola finalmente se durmio.


El perro de Espindola que manifestara miedo durante el suceso.

Por la mañana, ni bien se levanta se dirige al lugar que habia estado iluminado y descubre, a pocos metros de la vivienda, unas extrañas marcas que consistian en pequeños circulos distanciados a 50 cm uno de otro. En algunos casos formando una circunferencia y, en otros, en forma de zigzagueantes como pisadas que iban en direccion a un viejo pozo de agua, que estaba tapado con losetas.


Espindola tratando de ayudar a atar un caballo suelto del vecino. Detras, el pozo de agua.


El Sr. Espindola en el sitio donde aparecio la mancha, debajo del claro, entre los arboles.

Los circulos estaban formados por una especie de ceniza aceitosa adherida firmemente al pasto, que no estaba chamuscado. No habia hendidura en la tierra, solo el rastro sobre la gramilla. Por otro lado, el vecino Juan Arismendi confirmo su relato y recordo haber observado manchas similares en su casa.

Espindola narro mas tarde todo lo acontecido en el semanario «El Observador» de la localidad de Crespo y mas tarde la policia, labrando un acta de inspeccion, levanto las huellas para enviarlas luego a la ciudad de Parana donde serian analizadas.

Las muestras recogidas se trataban de: gramillas, cardos, hojas de paraiso cubiertas todas con una sustancia parecida a la ceniza, muy adherida a las plantas.

A la investigacion de este caso acudi a partir de haber leido la noticia en el periodico «El Litoral», es decir, tres dias despues. No obstante, luego de escuchar el testimonio del Sr. Espindola e inspeccionar el lugar, pude ver en el cesped una de las manchas que perduraba todavia en la gramilla. En esta se podia observar una fina especie de ceniza blancuzca que sutilmente la cubria


Pequeña mancha de sutil polvillo blancuzco sobre el cesped.

Espindola amablemente me señalo donde habian estado las otras manchas y el sector que habia estado fuertemente iluminado.

Luego y sorprendentemente al observar en un amplio claro entre los follajes de los arboles, descubri unas ramas marchitas y pendientes, como si hubieran sido afectadas por un intenso calor. Le pregunto entonces a Espindola si habia estado quemando algo en esa parte de los arboles, a lo que sorprendido exclamo: «¡A la pucha… No, no me habia fijado en eso!»


Una de las ramas marchitas en el borde del «claro» entre arboles.

El «claro» del espacio entre los follajes de los arboles tendria un diametro de unos 3,50 m y, precisamente en sus bordes, estaban las ramas marchitas.

Nota: El resultado de los analisis de las muestras llevadas por la policia no fueron informados.

El resultado de un analisis (simple) de la pequeña mancha que recogi dio como resultado que el polvillo se trataba de material organico, pero no de hidrocarburos. Mas bien se asemejaba al moho.