MUTILACIONES EN LOS ’90 EN VICTORIA, ENTRE RIOS

Extractado de «VICTORIA: TIERRA DE OVNIS» de Gustavo Fernandez. Publicado en «Al Filo de la Realidad», Año 1 – Nº 2, 24 de Mayo de 2000.

La saga platillista de Victoria no estaria completa si durante los meses de mayo de 1992 a setiembre de 1993 no se hubiera presentado una de las aristas mas inquietantes y controversiales del fenomeno OVNI: las mutilaciones de ganado. Sentados antecedentes en Estados Unidos, Centroamerica, Europa y Asia desde unos treinta años atras, vienen haciendo hincapie en la aparicion de bovinos, equinos u ovinos muertos en las por demas extrañas circunstancias; con algunos organos extraidos diriamos que quirurgicamente, y todas las evidencias de haber sido sometidos a necropsias inteligentes. Entre las teorias “racionalistas” (que no racionales) para explicar un fenomeno que no solo tenia preocupados a los granjeros sino tambien a los ovnilogos –ya que la mayoria de tales situaciones acaecia geografica y temporalmente superpuestas a apariciones de OVNIs– se acudio a las mas peregrinas hipotesis, desde el ataque de ignotos depredadores –suposicion errada ya que la totalidad de las extirpaciones estan hechas con instrumentos altamente cortantes y con precisos conocimientos de anatomia animal– hasta la de grupos satanistas que realizaban esotericos rituales, lo que fue descartado luego de que las investigaciones policiales no solo no hallaron pista alguna que sustentara esta teoria sino cuando tambien fallaron todas las emboscadas para atrapar a los presuntos ladrones.

Aun mas extraño: bajo la vigilancia detectivesca, aparecieron muchos casos, con las primeras luces del alba, de animales mutilados sin que en las horas precedentes los celosos sabuesos hubieran detectado ningun tipo de actividad.

Algo de este ultimo tenor ocurrio en Victoria durante ese lapso señalado. Durante mi ya citada observacion de agosto de 1991, a un centenar de metros de donde nos hallabamos apostados pacia, tranquilamente, una veintena de vacas. Las habiamos visto casi a distancia de un brazo la tarde anterior, y la zona donde se encontraban, suavemente ondulada, de duros pastos cortos y matorrales achaparrados, la habiamos recorrido hasta el cansancio. La mañana siguiente a la observacion –aun cuando la misma, vista desde ese punto, parecia acaecer a centenares de metros, del otro lado de la laguna– fue acompañada por la aparicion, cerca de nuestro campamento base, de la vaca muerta que ilustra una de las fotografias adjuntas. Varios hechos llamaron poderosamente la atencion: en primer lugar, no habia signos de violencia mortal en su cuerpo –y ningun animal parecia un dia antes particularmente enfermo, hecho corroborado despues por la propietaria del campo, la señora Basaldua, quien se mostro muy extrañada por esa inopinada muerte– luego, parte del intestino habia sido extraido por el ano (asomaba una significativa porcion por el mismo). Finalmente, hallamos a su alrededor extrañisimas marcas en el terreno, que merecen un apartado por si mismas.

LAS HUELLAS

Eran de tres tipos:

a) Las “picaduras”: Las llamamos asi a falta de mejor definicion, ya que un area de veinte por veinte metros, a unos cincuenta de donde hallamos el animal muerto, presentaba el terreno horadado en toda esa extension por perforaciones troncoconicas (ver foto) en cantidad superior al centenar, de unos cuatro centimetros de profundidad promedio. Huelga decir que se agotaron las explicaciones convencionales (insectos, por ejemplo) y es interesante señalar que dos peones de la estancia, con mas de diez años de antigüedad en el oficio y baqueanos del lugar, se mostraron notablemente perplejos cuando se las señalamos.

b) El tripode: Muy cerca del animal muerto –diez metros– se hallo este aparente asentamiento triangular, con hoyos perfectamente cilindricos de diez centimetros de profundidad. Tal vez sea interesante señalar que, pese a la humedad de la huella reciente –cuarenta y ocho horas antes– el suelo esta consolidado por una gramilla entretejida de raices particularmente resistentes, al punto que para cavar debe necesariamente usarse palas de borde afilado. Comparativamente, mis casi noventa kilos de peso, saltando junto a las huellas hasta un metro de altura y cayendo con fuerza, no dejaron mas que huellas de un centimetro de profundidad y un investigador –yo– notoriamente cansado. No se observaba, con lupa, en la periferia de los hoyos desprendimiento o acumulacion desperdigada de tierra que hiciera suponer que fue extraida con un “sacabocados” u objeto similar.

c) Los pentaculos: Conformando un gran triangulo isosceles de treinta metros de lado menor por cuarenta los mayores, uno de cuyos laterales interseccionaba la ubicacion del animal muerto, se presentaban tres huellas con forma de estrella o pentaculo (foto) de donde el nombre. Sus medidas aproximadas eran de treinta centimetros en las diagonales y veinte de profundidad.

Posteriormente, tomando en cuenta estos fenomenos, extendimos nuestro relevo a toda la superficie de la estancia “La Pepita” e inclusive a campos lindantes. No hallamos en esta ocasion otras huellas, pero si numerosos animales muertos, algunos con semanas de antigüedad. Los veterinarios que consultamos desconocian cualquier tipo de enfermedad epidemica que en esos dias se estuviera contagiando el ganado y, de hecho, todos los animales que vimos –por lo menos en los casos en que los cadaveres, aun en avanzado estado de descomposicion, permitian observar algunos detalles interesantes respetados por las aves carroñeras y otras alimañanas– me llamo la atencion la destruccion del ano y, en una de ellas, dos profundos cortes en la garganta.

Uno de los animales –un ternero– se encontraba con el cuello roto. Presuponiendo que podria tratarse de un caso de abigeato –robo de ganado– y que el animal se hubiera quebrado al intentar escapar de sus captores, busque otras huellas: marcas de neumaticos, cocear de caballos o el clasico “rodeo”, esto es, un circulo muy visible de pastos aplastados y tierra removida que genera el cuatrero al enlazar al animal y correr o galopar a su alrededor para enredarle las patas y hacerle caer, o que hace el mismo animal al tratar de escapar y rotar alrededor del centro que forma el hombre que sostiene la cuerda. Nada de ello habia; todo estaba en orden, prolijo, dandome mas la impresion de que el desgraciado ternero aparentaba haberse caido desde cierta altura.

Existe un punto final sobre el que corren insistentes rumores en Victoria: los “visitantes de dormitorio”. Emparentado o no este asunto con el de las abducciones, escuche confidencias informales de gente que sabia de terceros, familiares o amigos, que vivian aterrados por espeluznantes apariciones fantasmagoricas ocurridas en algun momento en la soledad nocturna de sus dormitorios. En ningun caso pude alcanzar la fuente original de la especie; y no porque se tratase solo de un folklorico rumor que rizando el rizo me hiciese regresar siempre al punto de partida, sino lisa y llanamente porque los intermediarios (con los protagonistas) me acercaban invariablemente la misma respuesta a mis inquietudes inquisitivas: nadie queria dar la cara, nadie queria hablar.

El perfil de la gente de Victoria es muy especial, quizas comun a toda la provincia de Entre Rios; si a un conocido le ocurrio algo “extraño”… bueno, seguramente es una mentira o estaba pasado de copas. Es como si la cotidianeidad, la familiaridad no pudiera ser ajena a una cierta dosis de descredito. De modo tal que en esa ciudad coexisten dos criterios: el de los que nunca vieron nada (y, por consecuencia, en nada creen) y el de quienes fueron testigos o protagonistas de los sucesos, y ya estan cansados de las bromas de sus coetaneos o de las invasiones turisticas de apasionados ovnilogos.

Se hace dificil, casi imposible hoy por hoy, discernir claramente si algo sigue pasando en Victoria –pese a que en 1994 fui testigo tardio de un avistaje que relatare despues– o en buena medida es la inercia del rumor, la necesidad imperiosa, tras haber salido del anonimato (la mayor parte de los argentinos no tenian hasta entonces la menor idea respecto de donde quedaba Victoria en el mapa) de no perder la popularidad o la sensacion de sentirse parte de algo trascendente, lo que sigue alimentando la leyenda. O, tal vez y definitivamente, Victoria si sea, despues de todo, una “ventana” permanentemente abierta a dimensiones paralelas. Creo que la explotacion mercantilista que algunos colegas asociados con mercachifles locales hicieron en el pasado del tema es, en principio, lo que malquisto a los pobladores respecto de brindar mayor informacion al investigador serio que llega de afuera. Sin ir mas lejos, recuerdo cuando un prospero guia turistico invito a un “viaje de investigacion” a un nutrido grupo de periodistas y estudiosos –entre los que nos encontrabamos– y ese viaje, en vez de estar caracterizado por una rutina de observacion y reflexion, se transformo en un tour rocambolesco donde quienes tratabamos de hacer las cosas con algo de seriedad nos agrupabamos en la cubierta superior de la enorme lancha de pasajeros tiritando de frio, mientras en la oscura cubierta inferior se descorchaban algunas botellas y pululaban las risitas sofocadas… Al dia siguiente, la prensa local hablaba del grupo de cientificos que realizaba profundos estudios en la zona. Creo que fue ese tratamiento irrespetuoso y vilmente mercantil del fenomeno lo que asustaba con el ridiculo a los honestos testigos y alejaba a los mas bieintencionados investigadores. Todo ello sin hablar del aluvion de misticos y gurues, dispuestos a revelar los mensajes con “hermanos del cosmos” que ponian al alcance –previo desprendimiento de algo del vil metal– de quienes asistieran a sus reuniones.

Y este “sindrome del guru” puede comprenderse razonablemente acentuado por la particular predisposicion interactiva que demuestra la inteligencia –cuya fuente sigo ignorando– tras el fenomeno OVNI en Victoria. Es comun que ante una de las apariciones ante masivos testigos en el ya citado cerro La Matanza o la avenida costanera de la ciudad, entusiastas automovilistas comenzaran a hacer señales con las luces delanteras de sus automoviles, y el o los objetos respondieran con cambios de trayectoria, intensidad luminica o variedad cromatica. Yo mismo fui testigo de uno de esos casos, cuando en noviembre de 1994, junto con alumnos de nuestro Centro de Armonizacion Integral, mi esposa y yo realizamos una “noche de observacion”, precisamente en el cerro ya citado. Mi gente se habia distribuido por distintos puntos a nuestro alrededor, para apostarse comodamente a la espera de ver algo, mientras Claudia y yo permaneciamos sentados al pie de la gran cruz de material que domina panoramicamente el lugar. En un momento, suavemente, mi mujer me pregunta: “¿que es eso?” y al levantar yo la cabeza con una velocidad que me puso al borde del desnucamiento, observo, simplemente, un punto luminoso celeste que con movimiento rectilineo y uniforme se desplazaba entre miriadas de estrellas con rumbo Sur-Norte. Un satelite, seguro. Asi se lo explico doctamente a mi esposa, mientras ambos seguiamos mirando hacia arriba y los colaboradores mas cercanos se aproximaban devotamente para escuchar mi sapientisima conferencia magistral, que incluia conceptos como “orbitas geoestacionarias”, “indices de albedo reflector de cuerpos satelitales”, y “mapeo infrarrojo de la superficie terrestre”, cuando el maldito “satelite”, que mansamente atravesaba el cielo, al llegar a la exacta vertical del punto donde estabamos nosotros… se detuvo, y asi se quedo por mas de dos horas hasta que nos fuimos. Es interesante señalar que al paso del tiempo, aunque las estrellas fijas rotaban su posicion, el OVNI seguia alli, y de eso estoy seguro por el largo tiempo que permaneci observandolo, mas que por afan investigativo, en realidad para evitar la sonrisa ironica con que estaba seguro mi mujer me obsequiaria en silencio. Debo admitir que, durante la madrugada siguiente, me persiguio la incomoda certeza de que eso, fuera lo que fuese, supo darme una clase de humildad.

Esta es la situacion hasta hoy. Mientras tanto, todas las noches, parejas que encontraban una romantica excusa, curiosos visitantes de paso y algun nostalgico de sus quince minutos de fama, quizas aun con la incertidumbre dibujada en los rostros, estacionan sus automoviles en el mitico cerro, se pasean disimuladamente por la bonita avenida costanera o se acercan subrepticiamente a la Laguna del Pescado, la vista en alto, los ojos muy abiertos, preguntandose si, tal vez, hoy todo volvera a comenzar. Y mientras tanto, la ciudad duerme, tratando de aparentar una bonhomia provinciana que ya nunca volvera a ser la misma