EL FUEGO DEL DRAGON

BOLETIN MENSUAL DE OVNILOGIA

Nº 144 – Agosto de 2010

 

Editado por Carlos Alberto Iurchuk

La Plata – Argentina

dragoninvisible@gmail.com

"El Dragón Invisible"

http://dragoninvisible.com.ar


Se permite la reproducción parcial o total, por cualquier medio, de los artículos presentados en este boletín. Si así se hiciere, se agradecerá la notificación al autor del artículo y al editor del boletín.


Los relatos sobre antiguas tecnologías

 

Francisco Javier Torrent

Valencia – España

dunedainxavier@hotmail.com

 

Analizando con detenimiento algunos textos en fuentes muy arcaicas, tales como algunos textos sánscritos o sumerios, pasajes bíblicos, etc.; numerosos autores han encontrado la evidencia de una descripción tecnológica.

La mayoría de expertos han restado importancia a dichos relatos, y los han calificado de exagerados o fantasiosos.

Sin embargo, nosotros debemos permitirnos el beneficio de la duda…

Las tablas tibetanas de Kanchur, abundan en menciones de naves como burbujas o perlas espaciales capaces de transportar gente a grandes velocidades.

En la historia de la antigua China es conocido un episodio en el que un príncipe llamado Wan Hu (siglo XV aC), se elevó por los aires en un asiento de 47 cohetes para no ser visto nunca más.

John Michell aseguraba que las transfiguraciones de serpientes entre los pueblos antiguos, eran en realidad interpretaciones veladas de naves volantes. Así por ejemplo pone el caso de Quetzalcóatl, el cual finalizada su labor civilizadora, huyó por los aires, fue por el espacio de un lado a otro, y se convirtió en el planeta Venus, con el nombre náhuatl de la “estrella que echa humo”. Es decir que la serpiente voladora, más  que una estrella; es un cohete que se aleja hasta convertirse en sólo un punto luminoso en el cielo... y echa humo.

Si analizamos con una visión moderna los textos hebreos, encontramos infinitos detalles interesantes. Por mencionar algunos, podríamos citar lo relatado en el libro del profeta Elías, que bien podríamos clasificar como “abducción previamente anunciada y acordada” por “un carro de fuego tirado por caballos de fuego” que recibió el adjetivo de turbonada (figuradamente, multitud de cosas que caen de golpe o vienen juntas y violentamente. Fuerte chubasco acompañado de truenos).

El Éxodo también está lleno de relatos interesantes, como cuando menciona que “El Señor los precedía de día en una columna de nube (...), y de noche en una columna de fuego para alumbrarles” que no es otra cosa que un objeto que al impulsarse provocase un torbellino de arena que tras oscurecer, permitiese ver la misma arena iluminada por efecto de la propulsión del objeto. Además, en el textos se mencionan máquinas para fabricar comida (la “máquina del maná” que en el libro Hadra Zuta Odisha -2ª crónica 2,5-, se describe como un aparato que cada día permite fabricar metro y medio de alimento y que estuvo guardado en el templo de Jerusalén. Del cual el ingeniero electrónico George T. Sassoon y el biólogo Rodney Dare construyeron un prototipo que funciona y actualmente lo conservan en Londres), armas sofisticadas (como el herem, denominada anatema o en otras ocasiones dardo, la cual se colocaban en la mano y daba origen a la destrucción o a la parálisis de sus enemigos), etc.

De igual modo, lo referido por el profeta Ezequiel junto al río Quebar, cerca de Babilonia, podría corresponder, según Josef F. Blumrich (antiguo ingeniero jefe responsable de la Oficina de Construcción de Proyectos de la NASA), a “la descripción total y compleja” de un vehículo aéreo. No en vano la Merkaba (“carro de Ezequiel”) es uno de los relatos que componen la Cábala hebrea.

También podríamos mencionar los denominados terafim, objetos que la tradición describe como “cabezas momificadas” y que según Éliphas Lévi eran unos artilugios que realizaban oráculos. Lo cual nos obliga a relacionarlos con el mismo artilugio que poseía el Papa Silvestre II (en el volumen CXXXIX de la Patrística –Patrología– latina de Migne, se describe a un autómata con un funcionamiento análogo a las máquinas binarias) o Albert von Bollstädt (el cual construyó un ser artificial que poseía la capacidad de profetizar, el cual fue destruido por su alumno el teólogo San Tomás de Aquino).

En el Ramayana, se menciona con absoluta naturalidad los vehículos que a voluntad de su piloto, volaban libremente por el aire; los cuales eran metálicos y brillaban en el cielo. También se describen que los vimânas (literalmente “objeto que atraviesa el cielo y se desplaza como un pájaro”), eran triangulares, aterrizaban sobre ruedas que se replegaban en vuelo, eran de metal y alcanzaban grandes velocidades. El motor funcionaba con un combustible líquido que contenía mercurio y se almacenaba en tres depósitos. Lo conducían tres pilotos y cabían cuatro pasajeros más. A continuación describe el entrenamiento de los pilotos, las rutas de vuelo, componentes y sistemas de impulsión diversos. Los vimânas también se mencionan, coincidiendo en los detalles, en el Saramangana Suttradhara, y en el Mahābhārata. Según estos textos, los tripulantes de estos aparatos estudiaban a los que vivían en la Tierra.

En el Veda Sabhaparva se describen ciudades espaciales que rodeaban la Tierra, giraban sobre su propio eje para generar fuerza gravitatoria. También se mencionan armas que eran “proyectiles que encerraban la fuerza del sol, levantaban tempestades, atronaban hasta que la tierra temblaba, la oscuridad se cernía sobre la ciudad y después la gente perdía el cabello, las uñas, le salían protuberancias y finalmente moría”. Dicha arma también está descrita en el poema Mahavira Charita del Ramayana y en el Mahābhārata.

Muchos han alegado que las armas descritas en los textos sánscritos únicamente mencionan arcos y flechas; y que los vimânas de los textos, están fabricados con madera.

En efecto, en el Drona Parva (libro de Drona) que forma parte del Mahābhārata, menciona que: “Adwatthaman el valeroso… invocó el arma de Agneya, incapaz de ser resistida por los mismos dioses. Teniendo como objetivo todos sus enemigos visibles e invisibles… Inspiró con mantras un eje ardiente, del brillo de un fuego sin humo, y dejó todos los lados quemados en un fuego del bosque. Las duchas de flechas agudas y feroces cayeron y emitieron sobre el viento... quemado por aquellos ejes... los guerreros hostiles se cayeron como árboles quemados por un fuego furioso. Los elefantes enormes se quemaron por esa arma y cayeron abajo en la tierra por todo alrededor, pronunciando gritos feroces… los corceles, rey de O, y [los carros] también fueron quemados por la energía de esa arma, has visto, Señor de O, como las cimas de árboles [han sido] quemados en un fuego forestal”.

Sin embargo, debemos tener en cuenta que isu (flecha en sánscrito), según el diccionario de Monier-Williams, significa no sólo “flecha”, sino también “rayo de luz”.

Otra de las cosas que debemos tener en cuenta es que, por ejemplo, también Noé construye su “arca” con “maderas resinosas”. Si pensamos que el término hebreo para “arca” es tebah (“recipiente”); siendo precisamente el mismo término que se utiliza para la “cuna” donde se encontró Moisés, podemos especular que el uso de la madera podría haber alcanzado un adecuado nivel de presurización, máxime cuando es sabido que el tebah de Noé y el extraño submarino cuadrado que se menciona en el Poema de Gilgamesh son probablemente el mismo objeto.

El uso de la madera en vehículos aéreos no es algo inusual, y pruebas de ello son, por ejemplo, los aviones Horten Ho IX y De Havilland DH.98. Ello parece concordar con las tradiciones de la isla de Pohpei, donde se sostiene que existían seres que “construyeron pájaros voladores con árboles”. Dichos seres “penetraban en grandes pájaros, pronunciaban palabras mágicas, el pájaro se alzaba y volaba con ellos dentro”. Como último apunte, debemos indicar que uno de los primeros cuerpos generadores de sustentación (diseñados para validar el concepto de volar en un vehículo sin alas desde el espacio de regreso a la Tierra, y hacerlo aterrizar igual que una aeronave en un lugar predeterminado), fue el M2-F1 (construido por el diseñador Gus Briegleb y que contribuyó a construir la base de datos que se tradujo en el desarrollo del programa del transbordador espacial), el cual ¡poseía un revestimiento de madera contrachapada colocada sobre un armazón tubular de metal! De igual modo, en China se han desarrollado naves espaciales recuperables que supuestamente utiliza la madera como material ablativo. Siendo precisamente la madera (y en algunos casos corcho) utilizada como material ablativo para algunas zonas del motor de cohetes norteamericanos y los obenques de carga útil (que se calientan cuando el cohete vuela a través de la atmósfera). Por lo tanto, la comprensión de los textos y su dificultad de interpretación, sólo reside en la exacta transcripción moderna de expresiones tales como vaihayasi (volar), gaganacara (aire) o vimana (objeto volador). De modo que únicamente la técnica moderna ha permitido una traducción razonable. No en vano, en algunos lenguajes modernos de la India, por ejemplo en gujarati, la palabra vimania significa “avión”. Tal vez por ello, J. Robert Oppenheimer mencionaba que diseñó la primera bomba atómica en la historia moderna; es decir, que en un pasado existieron otras.

Algunos historiadores clásicos, como Sozomen (Salminius Hermias Sozomenus 400-450), mencionaban como unos individuos utilizaban ciertos objetos con los cuales descendían como “estrellas llameantes” caídas del cielo. Cuando descendían se calificaba a los objetos de donde salían como huevos, si los objetos estaban en el aire, Sozomen asegura que se describían como grandes aves o Grifos llameantes y también como figuras aladas o anillos volantes. Los relatos de Higinio, Manilo y Jano también cuentan como dichos seres, se sumergían en las aguas del río Éufrates desde el cielo. El fragmento de Heladio preservado por Fotio explica que Oe salió de un objeto “parecido a un gran huevo”. En el Comentario de Germánico a la edición de Arato, sobre el mismo texto, menciona que otras variantes cuentan que salió una deidad de un huevo que había caído al río y un pez lo había empujado a una orilla, este huevo tenía un aspecto luminoso. Por lo tanto, están describiendo aparatos que entraban en el agua (“huevos”) y volaban (“grandes aves”, “grifos llameantes”), tratándose probablemente de cápsulas que poseían un anillo alado.

En una tablilla asiria, se describe con detalle cómo se ofrece a Gilgamesh un vehículo hecho de metal, que tenía ruedas y alas que giraban y son impulsadas por artilugios que hacen viento. Los textos mencionan las armas “el cazador supremo” y “el matador supremo” que emitían haces luminosos y rayos de muerte. También nombran el Mu-na-da-tur-tur, cuyo significado es “lugar de descanso de la recia piedra de Mu”, siendo Mu un objeto para trasladarse hasta la atmósfera y más allá de ella (“El Mu que se enciende como el fuego, lo hice alto y fuerte”). Igualmente narran la experiencia de Etana, el rey de Kish, el cual tras obtener el permiso de Utu-Shamash, encargado de los Shem (literalmente “naves cohete”) y de la Águilas; fue instruido para poder alzar el águila del foso donde se encontraba, tras aprender las maniobras y controlar los instrumentos y tras el tercer intento logró despegar, al día siguiente, junto a un piloto y debidamente equipados, volvieron al Águila con la intención de llegar a la “morada del cielo”, a través de la escotilla y conforme se iban alejando describe como todo se hace pequeño hasta que finalmente, incluso el suelo y el ancho mar habían desaparecido, finalmente al perder de vista la Tierra y entrar en una zona que “no pertenece a ningún dios”, se le apodera el miedo y pide al piloto que lo devuelva a la Tierra.

Para el historiador Alberto Fenoglio, el rey Etana fue llevado como huésped de honor en una nave voladora con la forma de un escudo. También el filólogo Hermann Burgard opina que en los textos sumerios de Gilgamesh se constata un encuentro con astronautas. Burgard justifica sus argumentos desde el punto de vista lingüístico; los sumerios no mencionan la palabra dioses, sino que hablan de dingir, término que deriva de din (“el que manda”) y gir (“objeto volador”).

Según algunas tablillas, unos individuos denominados anunnaki, precisaban oro para reparar la atmósfera de su planeta (denominado Nibiru) y se establecieron en el Golfo Pérsico.

Si tenemos en cuenta que las sondas espaciales se protegen con el mismo material, muy posiblemente los textos mencionen la descripción de una gran nave espacial. Además, la posibilidad de que se trate de un planeta errante parece poco creíble, siendo más posible que se trate de un objeto tripulado. A este respecto cabe mencionar que científicos como L.R. Shepherd, I.M. Levitt, Dandridge Cole, J.D. Bernal y Donald Cox, afirman que es posible utilizar asteroides como vehículos espaciales, e incluso vaciándolos, podrían realizar el papel de arcas espaciales y sostener la vida en el espacio interplanetario.

Algunos datos parecen demostrar esta posibilidad, ya que por ejemplo el científico Johannes Fiebag señaló que desde 1672 se comunicó el avistamiento de una luna en Venus (ente otros por el astrónomo italiano Cassini). Después desapareció sin dejar rastro hasta que entre 1768 y 1886 la redescubriera el astrónomo egipcio Houzear (y le puso el nombre de Neith). Pero desde 1892 nadie la ha vuelto a ver.

Un caso similar ocurrió con Vulcano, desde que en 1855 Urbain Leverrier (director del observatorio de París) sospechó de un objeto que desestabilizaba la órbita de Mercurio. El 26 de marzo de 1859, Lescarbaults confirmó la existencia de un pequeño planeta, que estuvo observando durante una hora, al que llamó Vulcano. En 1871, el astrónomo Rudolf Wolf de Zúrich encontró anotaciones de dos objetos con periodos orbitales de 26 y 38 días respectivamente. El 4 de abril de 1875 Heinrich Weber descubrió de nuevo a Vulcano en el lugar calculado; los observatorios de Greenwich y Madrid lo fotografiaron. El 19 de julio de 1878 durante un eclipse, James D. Waston, profesor de astronomía de la Universidad de Michigan y Lewis Swift vieron de nuevo dos objetos. A partir de 1878 ya nunca más han sido vistos.

Actualmente existen varios objetos sospechosos en órbita alrededor del Sol (CG9; 1996 PW; 1991 VG; en este último el radar da un “efecto cero”, es decir, no aparece en las pantallas).

Incluso, en la década de los ’60, Mijail Vasin y Alexander Sherbakov, de la Academia Soviética de Ciencias habían expuesto la hipótesis de que nuestro satélite fue en realidad construido indudablemente de manera artificial. También en 1962, Gordon McDonald, de la NASA, basándose en el análisis de los movimientos lunares indicaba que nuestro satélite era hueco. Christopher Knight y Alan Butler, basándose en argumentos matemáticos tales como que se adecue con sospechosa precisión a la yarda megalítica, o que es exactamente cuatrocientas veces menor que el Sol y se encuentra exactamente cuatrocientas veces más cerca de la Tierra que éste, o que tarda exactamente 10.000 días terrestres en contemplar 366 órbitas de la Tierra; también opinaban que la Luna era artificial.

Dado que su concreta posición en el espacio, su volumen y su masa, ha sido un elemento fundamental en el desarrollo de formas de vida inteligentes sobre la Tierra y que numerosos expertos están de acuerdo en que la Luna no debería estar donde está, ya que no obedece a las reglas conocidas de la astrofísica, y no hay ninguna teoría suficientemente convincente sobre su origen, actualmente, numerosos informes de la NASA parecen confirmar los postulados de una luna artificial.

Ello podría explicar, las informaciones sobre moonblinks (señales luminosas) en el interior de algunos cráteres. Durante siglos astrónomos de la talla de sir John Herschel y el reverendo Nevil Maskelyne (astrónomo real) han observado esporádicamente estos fenómenos lunares. Pero el brote de estos fenómenos se inició en 1869 y cesó en 1879, donde se registraron más de 2.000. Aparecían en grupos circulares, en formaciones triangulares y rectas; moviéndose y variando de intensidad como si estuviesen controladas por un ser inteligente (todas cercanas a Mare Crisium). Además desde 1927 hasta 1934 se recibieron señales de radio desde la luna. Incluso en 1935 se captaron alrededor de ella (por los científicos Van der Pol y Stormer).

No deja de ser curioso que precisamente en 1935 los astrónomos ingleses H.P. Wilkins y Patrick Moor avistaran un puente gigante en Mare Crisium (en aquella época, el astrónomo Wilkins estaba considerado la primera autoridad lunar y calificó su hallazgo como “uno de los elementos más asombrosos, misteriosos y de apariencia artificial de la Luna”), el cual también fue observado por John O’Neil, el editor científico del Herald Tribune, la noche del 23 de julio de ese mismo año. Y quizás por ello, el Apolo 11, alunizó cerca de Mare Crisium. Algo que pareció motivar a Armstrong para realizar posteriormente una expedición a la Cueva de los Tayos. De la cual, Juan Moricz opinaba que: “se hallaba registrada la historia de la humanidad en los últimos 250.000 años”.

 

Referencias:

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 Alas negras: Los aviones del misterio

 

Scott Corrales

Bradford – Estados Unidos

lornis1@earthlink.net

 

Durante la Segunda Guerra Mundial, los pilotos estadounidenses y británicos que regresaban a sus bases en el Reino Unido traían consigo no sólo relatos sobre sus experiencias con los controvertidos “foo fighters” – enigmáticas bolas de luz que maniobraban entre las flotas aéreas de los combatientes de ambos bandos armados – sino historias aún más extrañas sobre aviones fantasma: calcos idénticos de aviones conocidos pero de procedencia desconocida. En 1944, las dotaciones de varias “fortalezas aéreas” pertenecientes al 92 Escuadrón de Bombarderos afirmaron haberse topado con cazas P-47 Mustang en los cielos sobre Alemania a una altura de veintidós mil pies. Pensando que eran aviones escolta de los aliados, los pilotos de los bombarderos observaron que los cazas adoptaron posiciones de escolta en torno a sus enormes aviones justo antes de salir disparados, ejecutando virajes de noventa grados, para volar directamente contra los bombarderos. A una distancia de trescientas yardas, los P-47 repentinamente elevaron sus morros para volar sobre los desconcertados miembros del escuadrón 92. Las ametralladoras de los bombarderos abrieron fuego sin impactar ninguno de los cazas; sin embargo, la identificación hecha por los pilotos fue positiva – se trataba, en efecto de cazas Mustang, pero pintados de colores no reglamentarios; sus fuselajes eran de color pardo y las alas totalmente negras, sin insignias que identificaran ni el país de procedencia ni el escuadrón. Según lo manifestado por John Keel en su libro Our Haunted Planet (NY: Fawcett Gold Medal, 1970) la conclusión a la que llegó el informe de inteligencia producido por los militares que tomaron cartas en el asunto era totalmente equivocada: “Aviones P-47, tripulados por el enemigo, considerados originalmente como cazas estadounidenses”. Los no identificados no abrieron fuego contra los bombarderos en ningún momento – al contrario, fueron victimas de las grandes ametralladoras a bordo de las “fortalezas aéreas”. De haber sido aviones capturados por la Luftwaffe, los pilotos alemanes no habrían perdido la oportunidad de derribar tan siquiera uno de los bombarderos.

 

El gorila aviador

 

Menos misteriosos y ciertamente más simpáticos son los relatos en torno a los “aviones sin hélice” vistos por varios pilotos durante la guerra. El capitán Frederick Trapnell lo recuerda así. “Me encontré formando parte de un grupo que abordaba los rumores que emanaban de Europa sobre un extraño y maravilloso método de propulsión sin hélices”. Trapnell no podía explicar a sus hermanos voladores que estaban presenciando la llegada de los primeros cazas a reacción al teatro europeo, ya que él mismo era uno de los pilotos de prueba del XP-59. De hecho, el hermetismo que debían guardar los pilotos de estos primeros cazarreactores era total, al grado que Jack Woolams, piloto en jefe del proyecto, se desplazó hasta Hollywood para adquirir bombines y bigotes postizos para repartir entre los miembros del escuadrón de prueba para mantener sus identidades en reserva durante los vuelos. Entusiasmados, los pilotos se autoproclamaron “Bell Bowlers” (los bombines de Bell, ya que ésta era la empresa que fabricaba el interceptor) y su esprit d’corps era innegable.

Un grupo de cazas P-38 que ejecutaba vuelos de entrenamiento sobre Muroc Dry Lake presenció, con cierta alarma, la forma en que un avión desconocido se adhería a su formación. El avión intruso carecía de hélice, lo que estremeció a los aviadores a bordo de los P-38, pero mayor fue la sorpresa al mirar dentro de la carlinga del intruso: su piloto era un gorila con sombrero bombín, que fumaba un largo puro. El gorila se quitó el sombrero en ademán de saludo y se alejó del sorprendido vuelo de entrenamiento a una velocidad prodigiosa. Los atónitos espectadores no sabían que acababan de encontrarse con el XP-59 y su piloto Jack Woolams, con una careta de simio que había obtenido para Halloween. “En aquel otoño de 1943”, escribe el historiador Curtis Peebles en su excelente obra Dark Eagles, “se dijo que muchos pilotos se habían vuelto abstemios después de semejantes encuentros”.

 

Incidente sobre el Mar de Bohai

 

El 8 de enero de 2006, un periódico electrónico en ingles titulado The Epoch Times – publicado en la república china – dio parte sobre un incidente sumamente curioso. Sin precisar fechas ni ubicaciones, la noticia informaba que seis pilotos del “Equipo Aerobático” de la fuerza aérea china habían sido testigos de una gran formación de aeronaves no identificadas que se abalanzaban contra ellos a alta velocidad, casi resultando en un choque en el aire, de no haber sido por los buenos reflejos de los pilotos involucrados. Uno de los pilotos aeróbatas de mayor antigüedad, de nombre Feng Yi, con más de 3.000 horas de vuelo a su nombre, abordó la alucinante experiencia que tuvo su grupo sobre el Mar de Bohai durante un programa de televisión.

Una vez que los pilotos chinos alcanzaron una altura de 21.000 pies en sus interceptores MiG, tuvieron que enfrentar una gran formación de aparatos que se dirigían justo a ellos desde el sudeste. Esta situación – altamente irregular – fue dada a conocer a los controladores de tránsito aéreo (no se especifica en qué ciudad), pero estos advirtieron que no podían confirmar la presencia de ningún otro aparato en los cielos aparte del escuadrón de aeróbatas.

No obstante, los seis pilotos estuvieron de acuerdo en que habían visto la masa de aviones que los obligó a tomar evasivas. El detalle de alta extrañeza en este encuentro, sin embargo, reside en el hecho de que los aviones intrusos “representaban aviones de distintos países y distintas épocas históricas; las formaciones incluían tanto aviones de hélice como de reacción a chorro”.

The Epoch Times propone la teoría de que los pilotos aeróbatas sufrieron una alucinación colectiva, o tal vez algo más inverosímil: que algún campo magnético con las mismas propiedades que una de nuestras videocaseteras estaba en operación, duplicando escenas de otros tiempos. Se barajaron otras posibilidades, inclusive que los aviones eran una “escena de otra dimensión o de otra época” que estaba siendo transmitida a los aviadores.

Cinco meses después de este extraño evento sobre los mares de la China, el veterano investigador ovni Stan Gordon recibió informes sobre un extraño avión “tipo bombardero” volando en los cielos del estado de Pennsylvania (USA) en julio de 2006. Sin embargo, sus indagaciones comprobaron que la teoría inicial -- que se trataba de un avión antiguo que volaba con rumbo a una exposición aérea – era incorrecta. “No hubo ningún informe de semejante avión aterrizando ni repostando combustible en el aeropuerto del condado de Allegheny, donde suelen realizarse tales operaciones”, escribe Gordon. “Si bien es cierto que hay una exposición área programada para este fin de semana en la zona de Pittsburgh, tengo entendido que no participará ningún avión antiguo”.

Como podremos ver, estos incidentes que involucran la presencia de aviones extraños no son nada nuevo.

 

Regresa Robur el temerario

 

El 13 de julio de 2001, un periódico británico publicó la extraña noticia sobre un acontecimiento extraordinario: un enorme dirigible rígido de procedencia desconocida había aparecido sobre el puerto de Liverpool la semana anterior. A las 11:00 a.m. del 3 de julio, docenas de testigos dirigieron sus miradas al cielo para presenciar un objeto fusiforme, como un cigarro plateado. La mayoría de los testigos aquél cálido día de verano coincidieron en que el objeto se había materializado de la nada. Una mujer afirmó haber visto la enorme sombra proyectada por el objeto sobre la tierra, ya que era un día soleado. Cuando se les preguntó por la descripción, la mayoría de los espectadores coincidieron en que parecía un zeppelín o dirigible.

Las dimensiones del objeto desconocido se calcularon en unos 300 pies de proa a popa (aunque otros manifestaron que el intruso era mucho más pequeño, con una longitud total de ciento cincuenta pies). Las autoridades locales y los controladores de tránsito aéreo en Liverpool se vieron inundados de llamadas provenientes de ciudadanos preocupados. El intruso representaba un problema importante para los funcionarios del aeropuerto, ya que representaba un problema potencial para los vuelos comerciales que pretendían despegar o aterrizar en la región. A pesar de todo esto, el dirigible fantasma no podía ser captado por los radaristas, aumentando la preocupación.

La nota de prensa informaba que las redacciones y estaciones de radio en todo Liverpool recibieron tantas llamadas al respecto que las centralitas no se daban abasto. El dirigible fantasma volaba a alturas tan bajas que los oficinistas en los rascacielos podían verlo casi al ras de los edificios. Una empleada, temiendo la inminente colisión con el objeto, salió corriendo de su oficina escaleras abajo. Pero quienquiera que haya estado al mando del enorme aparato pudo esquivar el edificio y hacer que su nave se alejara flotando. Otros informes indicaron que el aparato fue percibido en una multitud de ciudades inglesas, la última de ellas siendo Blackpool, donde se le vio volando a una milla de la costa a eso de las ocho de la noche.

Sin embargo, esta narración de alta extrañeza no culmina con la desaparición del objeto en el horizonte: Gareth Maine, vecino de Hunts Cross, se valió de sus años de experiencia en el campo de la radiocomunicación para rastrear al intruso con una antena parabólica omnidireccional, supuestamente captando las conversaciones de los tripulantes del objeto en la banda de onda mediana (MW). Aún así, no le fue posible entender lo que decían. La grabación fue transmitida por una estación de radio y una llamada al programa apuntó que las voces grabadas – nítidamente masculinas y femeninas – hablaban “un dialecto del japonés” y que el tema de su intercambio era de naturaleza técnica, consultando la altura correcta y la dirección de los vientos predominantes. Las voces también comentaron sobre el despliegue de equipo de grabación en vídeo, haciendo suponer a algunos que una productora japonesa se había apoderado de un zeppelín para hacer algún rodaje.

Pero, ¿cuál era la verdadera naturaleza del dirigible fantasma? Cuando consultamos el tema con John Hayes, director de la página web UFOINFO.com, nos dijo lo siguiente: “No tuve noticias algunas del supuesto dirigible fantasma en aquel momento, pero algo a tomar en cuenta es que los dirigibles regresaron en algún momento durante la década de los ’80, manifestándose casi a diario. Recuerdo haber visto dos de ellos volando a muy baja altura [...]. No estoy seguro que sigan apareciendo, pero eran mayormente plateados como los que aparecen en la foto”.

¿Un dirigible extraviado y lleno de turistas, o tal ves turistas de una dimensión parecida a la nuestra? A estas alturas sólo podemos especular.

 

Llegaron los aviones extraños

 

En febrero de 1996, el rotativo londinense The Times informó que un Boeing 737 de la British Airways, con 60 pasajeros a bordo, había tenido un encuentro cercano con un objeto volador no identificado. El incidente había tomado lugar un año antes, en enero de 1995, mientras que el avión realizaba sus maniobras para aterrizar en el aeropuerto de Manchester. De acuerdo con el capitán Roger Wills, se hallaban a una altura de cuatro mil pies cuando un “avión con forma de cuña” rebasó al aparato de la British Airways, planeando tan cerca de estribor del 737 que el piloto se estremeció. Tanto el capitán Willis como su copiloto estaban convencidos de que este incidente de “air-miss” (cercano a pérdida en el aire) no tenía nada que ver con globos sonda ni ningún otro objeto conocido, aunque el avión con forma de cuña supuestamente tenía pequeñas luces de navegación y una raya negra a lo largo de su costado.

¿Sería posible pensar que algunos de estos aviones fantasmas pudiesen ser, en efecto, OVNIS que se hacen pasar por nuestros propios aviones de pasajeros y de carga? Existen casos que apuntan a esta posibilidad, como el caso sucedido en marzo de 1985 en el que participaba un avión de pasajeros de la Aeroflot que volaba entre Tblisi (Georgia) a Talinn (Estonia). Según el periódico London Sunday Times, el avión fue seguido por un OVNI a una altura de treinta mil pies por espacio de casi ochocientas millas. El objeto desconocido cambió de formas a lo largo del incómodo trayecto, llegando a asumir, en cierto momento, la forma de un avión colosal con morro de aguja. Tanto la tripulación como los pasajeros a bordo del avión de la Aeroflot fueron testigos de estos cambios, y la presencia del extraño objeto pudo ser confirmada por las estaciones de rastreo localizadas a lo largo de la ruta del vuelo.

Y si no son OVNIS, ¿cuál pudiese ser la procedencia de estos aviones desconocidos? Los adictos a la ciencia-ficción, por ejemplo, podrían conjurar una sociedad en otro nivel de existencia cuyas fuerzas aéreas consisten de las antiguallas y desechados de nuestro propio mundo, tal vez aviones que desaparecieron misteriosamente del espacio aéreo de nuestro mundo para reaparecer en otro lugar o tiempo. Un concepto absurdo a primeras, pero tal vez no tanto cuando traemos a colación los escritos de John Keel sobre los vehículos claramente no humanos que han sido vistos en el proceso de robar bienes de almacenes terrestres. “Algunos investigadores”, dice Keel en su obra Disneyland of the Gods (NY: Amok Press, 1987), “comienzan a preguntarse seriamente si tal vez estemos abasteciendo algún mundo extradimensional con materia prima”, pasando a citar un caso ocurrido en la ciudad de Cherry Hill, Nueva Jersey (USA), ocurrido en 1966. Cuatro testigos observaron las maniobras de un dirigible desconocido sobre una empresa fabricante de computadoras y efectos informáticos, mientras que sus tripulantes transferían cajas al aparato fantasma. Los entusiastas de Keel también recordarán sus informes sobre aviones extraños guardando cierto parecido a los aerocargueros C-119 que volaban a la altura de las copas de los árboles – con las luces de cabina brillantemente encendidas – durante las apariciones del ya legendario “hombre polilla” o Mothman en 1966-67 (The Mothman Prophecies, NY: Signet, 1976, p.118) y la desconcertante experiencia vivida por un testigo que presenció luces anómalas sobrevolando una carretera durante una tormenta de nieve en 1968: las extrañas luces estaban seguidas por un pequeño avión que normalmente sería incapaz de volar bajo semejantes condiciones meteorológicas. ¿Un OVNI incapaz de desactivar su camuflaje? La pregunta seguirá en pie.

 

Conclusión

 

La otra interrogante sin contestar se refiere directamente al punto de origen de dichos aviones fantasma. El buen uso de la navaja de Occam – recién afilada – nos llevará a considerar que muchos, tal vez la mayoría, de estos relatos son meramente informes sobre antiguallas militares que se dirigen a las exposiciones aéreas celebradas en muchos países de occidente. Tampoco podemos descartar el factor psicológico. No obstante, la mente nos plantea otra posibilidad inquietante – al igual que hemos propuesto la existencia de “antipersonas provenientes de la nada” (Corrales, “Non-People from Nowhere”, FATE Magazine, Nov. 2001), es muy posible que existan “antipaíses” en alguna dimensión desconocida cuyas aeronaves podemos ver de vez en cuando al producirse una aberración en aquello que llamamos “la realidad”.