EL FUEGO DEL DRAGON

BOLETIN MENSUAL DE OVNILOGIA

Nº 83 – Julio de 2005

 

Editado por Carlos Alberto Iurchuk

La Plata – Argentina

iurchuk@netverk.com.ar

"El Dragón Invisible"

http://dragoninvisible.com.ar


Se permite la reproducción parcial o total, por cualquier medio, de los artículos presentados en este boletín. Si así se hiciere, se agradecerá la notificación al autor del artículo y al editor del boletín.


A cincuenta años de los "platos voladores"

Su repercusión social en Argentina en 1947

(Segunda parte)

 

Dr. Roberto E. Banchs

Buenos Aires – Argentina

Doctor en Psicología

Casilla de Correos 9 – Suc. 26

C.P. 1426 – Buenos Aires

 

Los platos que no volaron

 

Al igual que en otros países, aparecieron inventores de platos voladores. Uno de ellos fue Juan Baustista Leone, de la Escuela Nacional de Bellas Artes, quien estando en Mendoza en la Universidad de Cuyo allá por 1940, construyó un plato volador. Según Leone, en esa época ideó un artefacto de elevación a hélice, de veinte centímetros de diámetro que perfeccionó luego, impulsado mediante un cohete que no llegó a despegar de su mesa de trabajo. El autor no quería dar a sus inventos una utilización explosiva, sino abrir nuevos rumbos a la aviación. Este aparato lo presentó en 1944 al Arsenal de Guerra. Buscando nuevas orientaciones, se acercó a un ingeniero industrial, el que tras maravillarse con la idea, consideró que su interés se veía disminuido por la existencia de las famosas V-2, con las que Alemania soñó dominar el mundo (La Razón, 24/07).

"El disco volador es una realidad argentina desde 1941", dice Julio F. Ruiz, mecánico de la Dirección de Correos y Telecomunicaciones. El giro-plano, tal su denominación, consiste en un disco con las propiedades del aeroplano, con propulsión a motor, ascensión vertical y horizontal, timón de elevación y profundidad en el alerón-disco rotativo, asignándole mayor velocidad que los aviones convencionales. También él entregó su invento a las autoridades militares, para fines pacíficos, sin que mostraran interés alguno (Noticias Gráficas, 13/08).

Tanto Leone como Ruiz descartan que los platos voladores vistos en los cielos del mundo sean los que ellos han ideado. No obstante, lo que está fuera de dudas es que la búsqueda de la forma de plato o disco para las aeronaves se hallaba en su apogeo. Momentos en que se popularizan los famosos "platos voladores" como una expresión de la nueva tecnología.

 

Las hipótesis en los años cuarenta

 

En la agitada búsqueda por hallar una explicación de los fenómenos – se dijo – han sido delineadas hipótesis que, a las horas, son destruidas por otras.

Sin embargo, la historia de los platos voladores tiene, en rigor, un origen militar y dataría de 1944, cuando la Real Fuerza Aérea británica creyó hallarse en presencia de una avanzada arma secreta: los foofighters, término utilizado por los pilotos anglosajones para referirse a unas pequeñas y extrañas esferas luminosas que solían acompañar a sus aviones en vuelo.

Aún así, a mediados de 1943, cuando numerosos vecinos de Río Cuarto notaron la presencia en el cielo de un curioso objeto redondo de color aluminio que se desplazaba de sur a norte, a regular velocidad, algunos de ellos pensaron que se trataría de armas secretas provenientes de los países del Eje, probándose en latitudes argentinas (M. Bracamonte, cit. El Pueblo, [07]/43).

Hacia finales de 1944 Londres empezó a ser azotada desde Normandía por los temibles V-1 y V-2 (unos cohetes con una gran carga de dinamita). Su impredecible y certera destrucción agudizó la atención de los países aliados. Todas las presunciones no resultaron azarosas, teniendo en cuenta el pronunciado desarrollo aerospacial que podría definir la guerra, en particular, durante los últimos años. Pero al tiempo en que se acallaron las últimas baterías y aquellos sucesos dejaron de ser un secreto militar, no se halló ninguna evidencia que corroborara la presunción generalizada acerca de los foofighters. Recién entonces, comenzó a trascender en los niveles populares, y de ahí – tibiamente –, a las esferas científicas, menos herméticas pero algo reservadas por la prudencia que las caracteriza.

El fenómeno visto por K. Arnold en 1947 encuadraba perfectamente con las ideas preponderantes. El mismo pensó en ese momento que podría tratarse de una nueva avanzada de aviones. Quizás, un arma bélica propulsada con energía atómica. Las sospechas recaían sobre el ejército y la marina norteamericana. Pero muy pronto se extendieron a los soviéticos, e incluso a los ingleses y alemanes. Una humanidad saliendo de una guerra, y un pueblo empezando a vivir la paranoia de la invasión comunista y la más fría de todas sus guerras, no miraría con indiferencia cómo presuntas aeronaves surcaban los cielos.

Tal vez por el miedo a una agresión de una potencia extranjera, lo cierto es que la aviación norteamericana reconsideró varias veces sus puntos de vista sobre los extraños objetos volantes y fueron quizá los únicos en tomar el asunto seriamente. Preocupados por las armas secretas de alguna potencia agresora, no sería raro que hayan pensado que los "platos voladores" pudieren ser una amenaza. De hecho, siguieron con legítimo interés – a través de proyectos secretos – el posible desarrollo de la actividad atómica en la Unión Soviética.

En los Estados Unidos, fuente primordial de las noticias sobre platos voladores, el tema fue tomado dramáticamente en serio. El creciente estado de angustia queda reflejado en numerosas crónicas y comentarios que se transmiten a todo el mundo por las agencias periodísticas.

En cambio, en la Argentina, lejos del flagrar de la guerra, el asunto fue tratado en general con ligereza y la broma apagó toda reflexión. Los platillos, por entonces, no fueron más que una curiosa novedad que concitaba la atención y disponía a observar el cielo en espera que se repitieran esas maravillas. La frase intencionada, el apodo gracioso, opacaron de algún modo el fenómeno.

Transcurridos los días, los ocultistas y metapsíquicos en tono profético, y los periodistas un poco en tono de broma, echaron a rodar que podían ser vehículos de procedencia extraterrestre.

"¿Llamados de otros mundos?", titula en forma interrogativa un artículo de Clarín, el 13/07. Más que nunca, los novelistas reencausaron a sus lectores en las asombrosas aventuras y viajes fuera de la Tierra, en platillos voladores. Y la idea prendió en el público.

 

En los albores de la fraternidad universal

 

Empieza a configurarse una suerte de conciencia astronáutica expectante sobre presuntos artefactos extraterrestres, basada más en el saber popular que en la escasa información propiciada desde los centros científicos, aún más por la cautela de una época a la defensiva, de silencios y temores mutuos, de armas secretas y de servicios de inteligencia. Se sabe poco sobre los platos voladores, aunque todo el mundo sepa – cualquiera fuere su origen – que están ahí.

Quizás éste sea un motivo por el que mucho se ha escrito, mucho se haya hablado y más todavía lo que se ha exagerado e inventado en torno a ellos.

Los habitantes de otros planetas – aseguran – nos envían mensajes buscando contacto con nosotros. El motivo resultaría el mismo para quienes están convencidos que "los discos o platos voladores son, en realidad, entidades astrales que se han mostrado en determinados momentos y en diversos lugares del mundo a personas que han actuado en ese instante como médiums espontáneos", como afirma un espiritista que utilizaba el seudónimo hindú Prana Maya.

"Es fácil suponer – continúa – que se trata de un serio llamado de atención a la humanidad en instantes que se apresta a emprender la guerra atómica que arrasaría la Tierra (...); se trata de un llamado a la cordura: de un mensaje a la razón (sic). Los platos voladores han escrito en el cielo de nuestro planeta el anhelo divino en esta hora crucial del mundo, sintetizado en una sola, expresiva, angustiosa y honradamente determinativa palabra: ¡Paz!" (Noticias Gráficas, 12/08).

Y el llamado fue escuchado, finalmente, por la prole de "contactados" que presintieron la proximidad de una catástrofe final, asegurando recibir el mensaje de los nuevos enviados, los míticos seres de la luz.

Un ejemplo lo ofrece el apodado sensitivo Alejandro Kon, quien dice haber comenzado en 1947 a recibir revelaciones telepáticas de un "maestro de la sabiduría cósmica" procedente del mundo superior espiritual, en torno a los platos voladores y al futuro de la humanidad. Dispuesto a cumplir con su misión, cuatro lustros después vaticinó: "Los tiempos son llegados. Los aparatos vendrán y se manifestarán en numerosas apariciones para revelar el Gran Secreto de los tiempos". Estos objetos que, a decir de Kon, se encuentran en manos generosas "quieren evitar la destrucción de nuestra humanidad, bloquear los elementos bélicos, así como también neutralizar los explosivos nucleares..." (del libro de A. Kon: La verdad revelada..., ps. 19/27).

Algunos años después, mensajes de un modo u otro parecido son atribuidos a la denominada hermandad cósmica y propagados por Agapito Millán, de la Asociación Universal Metapsíquica, y su séquito de clarividentes y espiritistas.

Pero ya en 1947 se publican los comentarios de Mr. Harris Haywater, perteneciente a The Unknown’s School (Escuela de lo Desconocido, o incógnito), de California, quien afirma tener "informaciones fidedignas de varios hermanos" que aseguran haber visto con toda claridad los platos voladores y que "serían mensajeros de otros mundos que se materializan para prevenir al mundo del gran peligro". Para William Burgmeister, de Oklahoma, los platillos nos advierten de una guerra que se aproxima. "Creo que son mensajes provenientes de Saturno – asegura –, (cuyos seres) están angustiados por nuestra suerte" (Crítica, 12/07). La semilla del mesianismo platillista, o hermanitos del espacio es arrojada.

Para otros, los platillos vistos surcar el cielo del mundo no son espíritus materializados que desean advertir a la humanidad doliente de un grave peligro. Tampoco naves aéreas, ni una nueva arma bélica destinada a superar los instrumentos de destrucción ya existentes, sino parte de una campaña del gobierno norteamericano en materia armamentista.

No sería casual que en 1950 se haya conocido la opinión favorable del mayor I.M. Donald Keyhoe, quien se convertiría en una de las figuras más encumbradas del movimiento pro – platillista, al afirmar públicamente que "los platos voladores son naves interplanetarias y proceden de otros mundos". Los etistas se vieron fervorosamente alentados en sus propósitos por esas declaraciones, que fueron seguidas por otras, en letra más pequeña: "Ante la presión pública el Congreso indudablemente autorizaría enormes partidas para investigaciones respecto a viajes interplanetarios, haciendo énfasis en armas especiales contra un posible ataque de los platos voladores" (del libro de D. Keyhoe: Platos voladores de otros mundos, p. 140/147).

Por añadidura, la observación de extraños fenómenos y las subsecuentes lucubraciones sobre visitantes extraterrestres que se les atribuyen, servirían para distraer o encubrir accidentes y pruebas de índole militar.

 

Globos y bólidos del espacio sideral

 

Sin embargo, los científicos suelen ver el problema desde otra perspectiva y rara vez son consultados. Una excepción es la opinión del Dr. Enrique Gaviola, director del Observatorio Astronómico de Córdoba, para quien "los platos voladores son simplemente globos sondas, de los que se usan en meteorología..." (Crítica, 12/07).

La mayoría de los científicos sociales se inclina a pensar que en el fondo de la cuestión nos hallamos ante un fenómeno de sugestión, individual o colectiva. El tema despierta curiosidad, atención, interés y el deseo de ver aquello que se dice que es. Lo extraño se convierte en la realización del deseo.

Mientras se tejen infinidad de hipótesis, el columnista Ladislao Szabo del semanario ¡Aquí Está! (28/07) sostiene didácticamente que "los platos voladores son viejos conocidos" – según reza su título –, proponiendo entre la diversidad de conjeturas y con cierta verosimilitud, que los relatos sobre apariciones de platos voladores ofrecen una notable semejanza hasta en sus menores detalles con la descripción de los bólidos, meteoritos y aerolitos provenientes del espacio sideral. Los mismos que en la antigüedad han dado lugar a leyendas y supersticiones, siendo un signo profético y objeto de veneración.


Cómo casos uruguayos terminaron en los archivos del Blue Book

Una historia de inocencia y conexiones de las Fuerzas Aéreas

 

Milton W. Hourcade

Fairfax – Estados Unidos

milwash@cox.net

 

El comienzo

 

¿Cómo podría definir lo que era el Centro de Investigación de Objetos Voladores Inidentificados (C.I.O.V.I.) de Uruguay, cuando comenzamos nuestra labor de investigar y estudiar los OVNIs?

No vacilaría en decir que éramos un grupo de jóvenes con enorme entusiasmo y voluntad de hacer cosas, ciertamente influidos por la Ovnilogía estadounidense, que teníamos la esperanza de encontrar esos muy sobresalientes e insólitos casos de Verdaderos-OVNI (True-UFO, TRUFO como en inglés les llamó el Dr. Hynek) pero partiendo desde cero, obviamente sin experiencia y creando nuestros propios criterios para realizar nuestro trabajo lo mejor posible.

Entonces éramos incapaces de pensar en los extraños y complicados vericuetos que tiene el ambiente OVNI. Tomábamos las cosas de manera muy simple y directa, como parecían ser.

Para nosotros, el hecho de que la Fuerza Aérea de Estados Unidos (USAF) hubiera dedicado tiempo, dinero y personal para investigar los OVNIs, significaba que había que vérselas con algo serio e importante. Y nos sentimos listos para hacer nuestra propia contribución.

Comenzamos el 29 de abril de 1958. En todo el mundo habían entonces más de 300 organizaciones privadas dedicadas a propósitos similares, además de las pocas – como el Blue Book – que eran oficiales.

En Uruguay, la Fuerza Aérea no tenía una política o una comisión dentro de sus filas para encarar el problema de los OVNI.

Tan pronto como CIOVI se creó pensamos que sería totalmente apropiado que nos reuniéramos con gente de la Fuerza Aérea Uruguaya para hacerles saber de que estábamos ahí, quiénes éramos, qué intentábamos hacer y cómo, y compartir información si eso era de su interés.

 

El acuerdo

 

La respuesta de la Fuerza Aérea Uruguaya no pudo haber sido mejor. Pudimos reunirnos con el mismísimo Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, el Brigadier (Aviador) Conrado A. Sáez. Creo que eso ocurrió un año y medio después de nuestra creación. Por casi 40 minutos dialogamos con este hombre que escuchó cuidadosamente lo que teníamos que decir, tomó algunas notas, mostró su interés en el tema y adoptó ciertas decisiones.

Siempre recuerdo su figura alta, sus ojos claros y su sonrisa apacible. Era un auténtico hombre del aire, alguien que gusta volar, extender sus ojos al azul del cielo y experimentar esa extraordinaria sensación de casi estar flotando en el aire.

Y se tomaron decisiones. De ahí en adelante, nuestra relación formal con la Fuerza Aérea Uruguaya sería a través de la Segunda División llamada "Información". Décadas más tarde llegamos a saber que es la División dedicada a la tarea de Inteligencia. La Fuerza Aérea nos proveería de valiosa información acerca de tráfico aéreo – civil y militar – si lo necesitábamos para el estudio de un caso. Eventualmente la Fuerza Aérea nos proveería con transporte, particularmente para cubrir ciertos casos que podían estar muy lejos de Montevideo, la ciudad capital.

Fuimos muy reacios a solicitar transporte aéreo, pero contamos con transporte terrestre durante unos años, y la labor de la FAU en ese sentido fue encomiable.

Y por último, pero no menos importante, la Fuerza Aérea sugirió que aceptáramos tener Tarjetas de Identificación que nos pudieran ayudar en nuestras actividades.

Esas tarjetas de identificación tenían en una cara la foto del portador, su nombre y el número de Cédula de Identidad (el documento nacional de identificación en Uruguay). Del otro lado, decía que el portador, Consejero Directivo del CIOVI, estaba autorizado para desempeñar tarea de investigación de casos OVNI. Tenía el sello de la Fuerza Aérea y la firma del Comandante en Jefe.

Nunca necesitamos esas tarjetas en nuestro país, pero demostraron ser útiles en el exterior.

Le ofrecimos a la Fuerza Aérea mantenerle informada en forma actualizada de los casos informados por la población uruguaya y compartir con ellos nuestros archivos de casos investigados y estudiados por nosotros. Y nos pusimos a disposición por cualquier consulta relativa a nuestra área.

 

El Blue Book

 

Debemos a nuestro buen amigo Jan Aldrich y su Proyecto 1947, llegar a conocer que los primeros casos que investigamos y estudiamos en Uruguay, hicieron su camino a los Estados Unidos, y más específicamente a los archivos del Blue Book.

Para todos nosotros en C.I.O.V.I. eso fue una verdadera sorpresa. Nunca nos imaginamos que hubiera sucedido semejante cosa. Nadie nos dijo nada en su momento, ni después.

¿Cómo sucedió eso?

Hoy lo vemos como otra razón por la cual perder esa inocencia que teníamos al comienzo mismo de nuestras actividades.

Si se nos hubiera pedido contribuir con el Proyecto Blue Book, ciertamente sé que nos hubiéramos sentido honrados de hacerlo. Pero entonces, ¿por qué el misterio, por qué el secreto?

Si se hubiera llegado a un acuerdo semejante, ello no hubiera significado que íbamos a ir corriendo a la prensa para declarar orgullosamente "estamos trabajando con el Blue Book". Nosotros supimos mantener secretos. Hemos mantenido algunos de ellos hasta el día de hoy. Hemos sabido cumplir con la palabra empeñada. Lo continuamos haciendo actualmente. Es parte de ser Ovnílogo.

Ahora, mirado en retrospectiva, es una sorpresa encontrar algunos casos uruguayos, simplemente abreviados y traducidos para los propósitos del Blue Book.

No necesitamos exprimir nuestra imaginación para hallar fácilmente cómo sucedió.

De todos los casos en archivo que compartimos con la Fuerza Aérea Uruguaya, alguien en la oficina del Agregado Aeronáutico de la USAF, probablemente trabajando en el mismo edificio del Comando de la Fuerza Aérea Uruguaya, miró los casos y tradujo detalles de ellos que fueron enviados a la sede central del Blue Book para sus propios archivos.

¿Qué puede significar eso?

Puede significar que durante algunos años – finales de los cincuenta y principios de los sesenta – gente del Blue Book trató de recoger información de todas partes del mundo que tratara sobre OVNIs. Posteriormente la podrían comparar con su propia información tratando de hallar patrones, hacer estadísticas, o usar como un argumento de que el problema OVNI no era exclusivamente estadounidense.

Quizás ese fue el trabajo de los muchachos pro-ET dentro de la USAF, como algunos dicen que habían, o quieren que pensemos que habían.

Pero realmente fue un trabajo de Inteligencia Aérea. Seguramente ellos querían estar al tanto de cualquier suceso aparentemente extraño en cualquier parte, en caso de que pudiera ser algo que estuvieran haciendo los soviéticos.

Quizás también estaban interesados en saber qué es lo que nosotros estábamos haciendo. ¿Quiénes éramos? ¿Cuánto podía confiarse en nosotros?

Ahora que conocemos mejor qué fue el Blue Book y que no fue, esto encaja perfectamente dentro del marco de sus operaciones.

Una copia desclasificada – o sea, a la que se le quitó el carácter de secreto – de esos archivos muestra que la persona responsable de enviarlos a los Estados Unidos fue J. Craig Teller, Tte. Coronel, Agregado Aeronáutico de la USAF.

El título del documento es "Reporte de Información de Inteligencia Aérea" y otra página era "Registro de Control de Distribución", en la cual estaban escritas la cantidad de copias del informe a ser distribuidas entre diversas oficinas de Estados Unidos.

Es interesante notar que 2 copias iban al ATIC (Centro de Inteligencia Técnica Aérea) sede del Blue Book, 1 copia al SAC (Comando Aéreo Estratégico), 4 copias a la NSA (Agencia Nacional de Seguridad), y 6 copias a la CIA (Agencia Central de Inteligencia).

Había también 5 copias que iban a diferentes personas trabajando en la oficina del Presidente, y otra copia que iba al CSI (Centro para Estudios de Inteligencia) una organización dentro de la CIA.

La interrogante que queda es ésta: ¿En cuántos países hubo operaciones similares? ¿Cuántos casos de todo el mundo terminaron en los archivos del Blue Book?

Pero hay algo más, y evidente. No sólo el Blue Book estaba tras el tema OVNI, sino muchas otras agencias del gobierno estadounidense, algunas de las cuales han rechazado tener algo que ver con el tema, como la NSA, por ejemplo.

 

Una vuelta de tuerca posible

 

Tal vez los amantes del cine o las buenas novelas, estamos acostumbrados a que cuando todo parece tener una lógica y desembocar en un final, surge una vuelta de tuerca, un giro de la trama, inesperado pero posible, que en cierta medida nos deja perplejos, pero que es el verdadero desenlace de toda una situación ciertamente complicada.

Valga esto como prefacio a lo que ahora voy a relatar respecto a otra insólita posibilidad que explicaría cómo los expedientes de los primeros casos investigados y estudiados por el C.I.O.V.I. fueron a parar a los archivos del Blue Book estadounidense.

Pienso que el primer aporte que efectué en este sentido, ha de ser el correcto. Al menos, respeta las relaciones institucionales, entre Fuerza Aérea Uruguaya y la agregaduría aérea estadounidense de entonces, y toma en cuenta la relación de institución a institución mantenida entre el C.I.O.V.I. y la F.A.U.

Pero luego de escribir mi artículo anterior, me quedé pensando en otra posibilidad, y me llevó a ello el hecho de que – al menos lo que poseemos del Proyecto 1947 de Jan Aldrich – son sólo casos referidos a 1958, y no posteriores. Hasta hay uno anterior al inicio del C.I.O.V.I., de fecha incierta (marzo – abril de 1957), cuyo testigo escribió varios meses después una carta al Centro, cuando éste ya estaba funcionando.

Le he enviado ya hace un tiempo correspondencia a Aldrich, pidiéndole que me informara si tenía en sus archivos más casos del CIOVI que hubieran sido incorporados al Blue Book. No me contestó. Debo pensar que no los tiene.

Hubo un hecho muy lamentable por cierto, que los integrantes del CIOVI nunca dijimos públicamente. Guardamos el secreto porque sentíamos vergüenza de publicarlo, y porque además no queríamos crearle dificultades legales y personales a quien estaba involucrado.

Hoy – sin dar su nombre – podemos decir ese secreto. Y el mismo consiste en que los archivos de los primeros casos del Centro fueron llevados por una persona que perteneció entonces al Centro y que dejó la institución para pasar a formar otra, de efímera duración. Pero nunca devolvió esos archivos. Esa persona falleció, y su viuda, nos confesó que con mucho otro material fue simplemente eliminado, sin reparar de qué se trataba.

Triste historia ésta, por muchos motivos.

Obvio que se le reclamaron muchas veces a esa persona que devolviera los archivos, que nada hacía con ellos y que realmente pertenecían a la institución qué él había dejado. Nunca los devolvió.

Esa persona, era hijo de quien entonces – año 1958 – era un Mayor de la Fuerza Aérea Uruguaya. Yo no sé qué buscó al acercarse al Centro ni qué propósitos personales perseguía. Pero lo cierto es que los casos que figuran en el listado del Blue Book, son precisamente todos esos casos que él se llevó consigo, los que además (con excepción del caso Alejo Rodríguez, del 5 de mayo de 1958, y de la serie de observaciones del 7 de julio del mismo año) eran casos en los que él se había relacionado con los testigos, todos ellos de Departamento de Canelones, donde él vivía.

Siendo así las cosas, es posible pensar que tal vez él personalmente fue quien proporcionó esa información al Agregado Aeronáutico de la USAF, y de ahí los datos terminaron en el Blue Book.

Pero como digo antes, prefiero pensar que todo fue fruto de una relación institucional.

De cualquier manera, no deja de ser una coincidencia sugestiva, que los casos que terminaron con relatos traducidos y resumidos en el Blue Book, fueran los que componían el archivo del C.I.O.V.I. en sus inicios, o sea los que esa persona se llevó y retuvo consigo definitivamente.

Todos los casos posteriores no figuran en la lista del Blue Book, y si se toma en cuenta que hay 10 años transcurridos desde 1958 hasta la decisión de la USAF de cerrar el Blue Book, luego del Informe de la Universidad de Colorado, en 1968, es evidente que el grueso del archivo del Centro no habría salido de fronteras.


¿Por qué Victoria – Entre Ríos?

 

Silvia Pérez Simondini

Victoria – Entre Ríos

 

[Nota de Carlos Alberto Iurchuk: Casos extraídos del libro "¿Por qué Victoria – Entre Ríos?" escrito por Silvia Pérez Simondini. Para mayor información sobre el mismo, dirigirse a Andrea Pérez Simondini – asimondini@visionovni.com.ar ]

 

Lugar: Laguna del Pescado

Hora: 22:30

Día: 23/11/1992

Testigos: Noelia – Carmen – Ruth Bevilaqua – Andrea – Christian – Silvia Pérez Simondini.

 

Esta noche, explicar con palabras lo que ocurrió, es prácticamente imposible.

Sobre la Laguna del Pescado, como si ascendiera en una plataforma, se dejan ver luces de diferentes colores, que van haciéndose más grandes, poco a poco, hasta que a las 23:30 hs. parecía una enorme ciudad de cristal.

Este fenómeno, lo observamos desde el camping mi madre, mi hija Andrea, mi hijo menor Christian, tres señoras uruguayas y yo.

Lo impresionante de este suceso, fue que las vimos subir como en un ascenso desde el fondo de la laguna, para quedar en algo majestuoso, y comenzar todo un trabajo de flashes blancos, y con la constante presencia de la denominadas saltarinas, alrededor de todo el conjunto de luces.

Duró hasta las 3:00 hs. de la madrugada, la actividad allí desarrollada demostraba ser muy importante, realmente no comprendíamos que sucedía.

No era por casualidad que estábamos en Victoria. Simplemente vinimos porque Don Pedro Romaniuk, en la estancia La Pepita, había dicho que en esa fecha iba a ocurrir algo, y como siempre atendemos todo lo que se puede comprobar, referente a los Ovnis, llegamos a constatarlo.

No voy a hacer ningún comentario sobre la realidad de tal anuncio, pero lo cierto es que nuestra presencia se debió al mismo.

 

Lugar: Cerro de la Virgen

Hora: 00:15

Día: 15/03/1993

Testigos: Ricardo Guzmán – Elena Galli – Andrea y Silvia Pérez Simondini.

 

Lo que ocurrió ese día, sólo podría manejar o alguien que se dedique a la ciencia ficción.

Muy pocas veces lo contamos porque ¿Quién puede entender lo que nos pasó?

En el fenómeno OVNI, todo es factible, y sobre todo muchos que han vivido historias como ésta, se sentirán reconfortados al saber que no fueron los únicos.

Habíamos venido con mi hija, mi madre y Ricardo Guzmán, a despedir a Ricardo Migliavaca que viajaba a Buenos Aires.

Como ya era tarde para ir al campo, decidimos ponernos a observar el río.

Nos dirigimos al cerro de la Virgen. Al llegar, comprobamos que el lugar estaba desierto, nos ubicamos junto a la imagen mirando hacia la costanera, tomamos los binoculares y tratamos de otear el horizonte desde Laguna Grande hasta Laguna del Pescado.

Girando la cabeza hacia este último lugar, nos percatamos que detrás nuestro había un coche, pero ¿en qué momento subió? ¿Y los faros? ¿Y el motor?, nada habíamos visto o escuchado que nos indicará su llegada, pero nuestra sorpresa fue aún mayor, cuando al mirarlo bien, era nuestro mismo vehículo, y aquí es donde puedo entender al lector, pensando que estoy loca.

Pero si cada uno de ustedes me pusiera una Biblia delante, por ella juro, ante ella sostengo, que así fue.

Comenzamos a ver los detalles, no había gente dentro de él, no tenía patente y estaba colocado a escasos 1,50 metros de nosotros; con el frente hacia la cola del nuestro, en forma oblicua.

No puedo contarles lo que sentimos, ninguno se animó a bajar y tocarlo, ya la adrenalina subió a los niveles más altos.

En qué momento ocurrió, no lo sé, pero en segundos, Andrea, Ricardo y mamá se quedaron dormidos, y yo, criticando esa actitud, les digo: ¿Qué clase de investigadores son, con el problema que tenemos? Son sólo las 1:00 hs., y sin siquiera darme cuenta yo también me dormí.

Me despierta mi madre asustada diciéndome que se habían apagado todas las luces de la costa, y compruebo que es así, estaba todo negro, pero duró sólo segundos. Miro el reloj: 1:35 hs., habían pasado 35 minutos, todos despertaron y lo primero que hicimos, fue ver si el coche aún estaba allí, pero no estaba. Como pudo ser, si para salir de ese lugar, tendría que habernos pedido que nos corriéramos, y nada de eso ocurrió.

Los interrogantes fluían de nuestras bocas, pero ninguna respuesta.

Puedo asegurarles que muy dentro mío, tengo la seguridad de que en esos 35’, algo nos pasó, me aconsejaron hacer hipnosis regresiva, pero me dio temor enterarme lo que sucedió.

Soy de esas personas que huyen cuando de ocultismo o esoterismo se trata, prefiero mil veces la realidad de lo vivido y tratar de usar mi cerebro en analizar lo acontecido.

Tengo una hipótesis, pero al comienzo de este libro, les digo que no quiero influir para nada en ustedes, saquen sus propias conclusiones.

En síntesis, les voy contando lo que se puede llegar a entender (aunque no es fácil) pero hubo otras de las cuales, no es momento de compartirlas, ni siquiera con amigos muy allegados, porque nosotros mismos no lo podemos absorber.

 

Lugar: Costanera

Hora: 20:45

Día: 17/09/1993

Testigos: Sebastián Ibarra – Silvia Pérez Simondini.

 

El río estaba furioso, una gran tormenta sacudía la ciudad, nos encontrábamos Sebastián y yo recorriendo la costera de Victoria, ya que por experiencia sabemos que los días lluviosos, ante la ausencia de embarcaciones y pescadores, el fenómeno se da más que en otras oportunidades.

Nos paramos a mirar una iluminación muy fuerte, que nada tenía que ver con relámpagos, sino que salía del río. De pronto vemos cómo una plataforma rojiza envuelta en niebla se iba mostrando con mayor nitidez, acompañada de cuatro enormes reflectores que alumbran hacia todos lados sin descanso, totalmente blancos, y de ellos se producían flashes gigantescos.

Duró hasta las 21:30 hs., se apagó todo de golpe, y no nos quedó más que regresar a casa. Seguía lloviendo con mucho viento.

Esta observación es muy común en el río, sobre todo los días con temporal, y es quizá una de las cosas donde la impotencia se pone a flor de piel, ¿qué es lo que hacen?

 

Lugar: Los Manantiales

Hora: 00:05

Día: 01/02/1994

Testigos: Ricardo Guzmán – Elena Galli – Andrea y Silvia Pérez Simondini.

 

Ibamos rumbo a los Manantiales los arriba mencionados, y acercándonos ya al arroyo de su mismo nombre, cuando a la izquierda observamos un aparato muy grande y muy luminoso. Nos detenemos con el auto, y como si lo hubiéramos descubierto in fraganti, sube inmediatamente a unos cien metros de altura y como si fuera hacia el oeste, es decir hacia el río, de pronto se detiene y regresa hacia nosotros y al llegar hace un giro velocísimo y se vuelve a marchar hacia el río.

Jamás vimos algo tan hermoso, y nunca habíamos podido apreciar tan bien su forma. Era rectangular, sobre las dos puntas del rectángulo, se veían como dos torretas de luces, debajo parecía dividido por una línea color morado, y abajo, o sea en su base, tanta cantidad de luces que mirando el conjunto parecía un enorme brillante multicolor.

Sin lugar a dudas, fue el mejor que hemos visto y el más cercano.

A pesar de tener la cámara en la mano, y todos diciéndome sacale fotos, preferí mirarlo extasiada.

Por educación, no pudo repetir lo que me dijeron, pero si ponía mi ojo en la cámara, no hubiera podido verlo como lo hice.

 

Lugar: Hipódromo

Hora: 21:30

Día: 07/04/1994

Testigos: Ricardo Guzmán – Su hijo Pablo – Elena Galli y Silvia Pérez Simondini.

 

A la hora señalada, acudimos a nuestro lugar predilecto; se encontraba totalmente oscuro y aparentemente no se divisaba ninguna actividad.

Nos llamaba la atención porque últimamente no hubo noche en que no fuéramos zapatero, como quien dice, pero estamos muy acostumbrados a observar puntillosamente, ya que conocemos cada luz, cada propiedad y cada elemento que existe en este campo.

Se veía una masa blanca muy cerca a unos 200 metros, estuvo allí por espacio de 1 ½ hs., sin que nada se moviera y sin que luz alguna apareciera.

Pero en ningún momento dejé de mirar eso tan extraño; de pronto comenzó a iluminarse aumentando poco a poco su intensidad y lanza un reflector hacia una arboleda, luego hacia arriba. Después se forma una línea blanca por delante de esa masa luminosa y se ven claramente tres figuritas pequeñas de luz, dos estaban juntas y la otra caminaba o deslizaba por la franja formada.

Ante nuestro estupor la luz se hizo enorme y potente con apariencia gasificada y se nuclea a lo anterior como si fuera una especie de globo transparente y allí se vieron por lo menos entre ocho y diez seres, todos juntos como en reunión.

En ese mismo momento se desprende una niebla espesa y blanca que cubre todo y acercándose a nosotros. Corro a buscar mi cámara fotográfica, pensé que algo grande iba a salir de esa espesura por lo enorme de su estructura, pero la respuesta fue inmediata, todo se apagó.

A esto quiero agregar que la luz que se acrecentaba, salía de la tierra hacia arriba y no tengo ninguna duda que así también desapareció, pues se fue bajando lentamente sin quedar vestigio de ella.

Esta experiencia sobresalto nuestro corazones, como siempre digo, todos los días algo nuevo. Nadie sabe de esta enorme impotencia, siempre estamos solos y a pesar de haber visto gente extraña en Victoria por el fenómeno, jamás estuvieron en el lugar preciso, y como estamos cansados de hablar e informar lo que acontece, el que lo entienda lo verá.