EL FUEGO DEL DRAGON

BOLETIN MENSUAL DE OVNILOGIA

Nº 32 – Abril de 2001

 

Editado por Carlos Alberto Iurchuk

La Plata – Argentina

iurchuk@netverk.com.ar


Se permite la reproducción parcial o total, por cualquier medio, de los artículos presentados en este boletín. Si así se hiciere, se agradecerá la notificación al autor del artículo y al editor del boletín.


Nacimiento, esplendor y fin de la primera estación espacial de la Tierra

Nota en homenaje a la MIR

 

Raúl Oscar Fantini

La Plata – Argentina

lu5dnc@topmail.com.ar

 

La casi legendaria primera estación espacial de nuestro planeta llamada MIR, expresión que en el idioma de sus constructores significa PAZ, proyectada por científicos rusos en el año 1976 en plena carrera por la conquista del espacio entre Estados Unidos y Rusia, construida y puesta en órbita diez años más tarde en el mes de Febrero de 1986, fue en cierto modo el reflejo de una significativa época del pasado siglo XX.

Este notable complejo estaba formado por nueve módulos espaciales y durante doce de sus quince años de permanencia en el espacio fue la única estación espacial con tripulación estable. Según cifras oficiales, en los más de cinco mil días que estuvo en órbita la ocuparon 104 astronautas entre rusos y de otras nacionalidades que realizaron aproximadamente unos 26.000 experimentos científicos. Asimismo en diversas oportunidades realizó acoplamientos con naves norteamericanas y rusas para recambio de tripulación y ensayos de rescate.

En los últimos años de su existencia sufrió un incendio que no obstante haber sido importante no afectó su estructura ni provocó víctimas entre su tripulación y continuó prestando servicio para numerosas actividades espaciales.

Entre todas sus operaciones podemos citar una que no deja de ser importante y que permitió en forma individual a radioaficionados y en forma colectiva a escuelas de todo el mundo comunicar en forma directa con los astronautas y en forma indirecta, es decir automática por medios digitales, con la estación, siendo para su identificación su señal distintiva R Ø MIR, utilizando también sus tripulantes sus identificaciones personales especiales.

Rusia, hostigada por una crisis financiera, admitió haber perdido en manos de Estados Unidos la carrera por la conquista del espacio, decidiendo finalmente dar de baja a la nave.

Para esto, científicos, políticos y expertos en comunicación rusos anunciaron al mundo un plan para desactivar la MIR. Luego de varias idas y venidas, en razón de que no iba a ser utilizada en el futuro como consecuencia de la actual construcción en el espacio de la nueva estación espacial internacional, la ISS Alfa, se decidió que la ya antigua MIR debería caer en el océano Pacífico, en una zona de 6.000 kilómetros de largo y 200 kilómetros de ancho entre Nueva Zelanda y Chile. Aunque la fecha varió, finalmente se decidió el 23 de Marzo de 2001 (a las 2 de la madrugada hora argentina). La operación resultó un éxito.

 

La estación orbital MIR culminó su vuelo triunfal

 

Yuri Semiónov, diseñador del voluminoso complejo de 137 toneladas, dijo que la caída "fue un éxito" de precisión, aunque reconoció que hubo problemas que fueron resueltos en los últimos minutos y que de haber fallado la operación América Latina hubiera corrido serios peligros.

La lluvia de fragmentos que soportaron los casi 3.000 grados centígrados de temperatura durante la reentrada en la atmósfera terrestre fue el epílogo de las últimas seis horas de agonía de la MIR, en las que recibió tres impulsos sucesivos para orientar su trayectoria de caída controlada. La fase terminal, de sólo 12 minutos de duración, comenzó a las 8.45 hora de Moscú, cuando la MIR entró en las capas densas de la atmósfera, comenzó a arder y se desintegró en pedazos. La admirable estación espacial rusa dejó de existir y sus fragmentos cayeron en un área de 3.000 kilómetros al sudoeste de las islas Pitcairn, pertenecientes al Reino Unido, en el Océano Pacífico.

Funcionarios de salud de la Unión Europea expresaron sus inquietudes acerca de los microorganismos que han pasado los últimos 15 años mutándose en aislamiento a bordo de la MIR y podrían representar una amenaza si sobreviven la caída a la Tierra, después que un microbiólogo ruso descubriera 13 años atrás la primera de las muchas formas agresivas de hongos que habitaban en la MIR.


Fotografías del comandante ummita "Dei-98" interceptadas por la policía de Franco

 

Ignacio Darnaude Rojas-Marcos

Sevilla – España

 

En base a solventes aseveraciones de Enrique de Vicente, periodista asaz conocido en los medios paracientíficos de la Villa y Corte, hacia diciembre de 1970 recibió un sobre anónimo con matasellos del distrito Aeropuerto de Barajas en la capital de España, que contenía una pareja de retratos tamaño 9 x 12 cm correspondientes a un varón de raza blanca, corpulenta complexión y elevada estatura quien aparentaba unos diez años más que Jesucristo, caballero elegantemente ataviado a la usanza europea y tocado de mascota de ala ancha al estilo de los gangsters del cine negro americano de los cincuenta.

El curioso personaje se erguía a pie firme en alguna suerte de barco, malecón o paseo marítimo emplazado, es de imaginar, en parajes costeros o fluviales de Portugal o Brasil, toda vez que en ambas postales se apreciaban ciertos letreros en la musical lengua de Camoens. Al dorso figuraba un afectuoso mensaje dirigido al estudioso De Vicente, con motivo de su persistente interés en el misterio de Ummo, firmado fraternalmente por el que aseguraba de sí mismo ser nada menos que "Dei-98", supuesto líder en la colonia de expedicionarios del astro frío Ummo inmigrada a la Península Ibérica, y redactor asimismo de otras extensas y abundantes misivas "exoplanetarias" recibidas por una treintena de destinatarios españoles.

Don Enrique, ávido coleccionista de rarezas documentales, y con reputación ganada a golpe de mérito de conocer como nadie a la fauna ufológica de la piel de toro, sobremanera excitado por tan inesperado regalo de la sagrada Providencia, consistente en el rostro y bien esculpida envoltura terrenal del presunto director general del comando de la estrella Wolf-424 destacado en la Tierra, se apresuró a telefonear febrilmente "a medio Madrid", incluyendo a varios incondicionales de los objetos no identificados, a los que con su proverbial verbo tan fluido comunicó la sensacional buena nueva de que atesoraba el físico tridimensional del embajador del sol Iumma en territorios intrapirenaicos.

Presa de deliciosa agitación depositó con cuidado exquisito las pretendidas reproducciones del organismo físicoquímico del jerarca exobiológico Dei-98 en su manoseada cartera de mano ("mi segunda alma", como Enrique solía musitar con harta razón), se echó a la calle a toda mecha y continuó sus múltiples, variopintos e intensos contactos humanos y actividades habituales.

Pasadas varias horas, en esta misma e inolvidable jornada, y para su consternada sorpresa, fue abordado en la vía pública por inspectores de la siniestra Brigada Social adscritos al rastreo de operaciones subversivas antifranquistas, que lo trasladaron sin contemplaciones a la Dirección General de Seguridad, sita bajo el famoso reloj de la Puerta del Sol, corazón urbano de Madrid, donde al llegar y como es preceptivo entregó al funcionario encargado de otorgar la malvenida a los sospechosos, el desgastado portafolios -por llamarlo de algún modo- con todo su abigarrado y personalísimo contenido, más la doble faz y porte de su flamante y dilecto amigo estelar bautizado como "Dei Noventayocho, hijo de Dei-97". En la sede de la temible Policía Secreta del Generalísimo fue interrogado durante varias horas en torno a su eventual participación en las algaradas estudiantiles por entonces en boga, hasta que finalmente y para el desconcierto del detenido fue puesto en libertad sin cargo alguno, previa una educada excusa de que disculpara -si podía- las molestias sufridas, ya que "se había tratado de un lamentable error". Antes de despedirse del "Kilómetro Cero" los "grises" le devolvieron cortésmente su astroso zurrón de cuero.

Pasó algún tiempo en el que el agraviado reanudó sus cotidianos y frenéticos menesteres, hasta que Enriquito, como goza del privilegio de llamarlo su viejo amigo el prestigioso españamágico Juan García Atienza, se acordó de repente de las extraordinarias instantáneas del poderoso Dei-98, y como afectado por una extraña premonición las buscó nerviosamente entre los bártulos de la mariconera. ¡Habían desaparecido!, aunque todas sus restantes y pintorescas pertenencias seguían intactas entre el escai y la cremallera.

El ahora alma y director de Año Cero ignora todavía si su insólita detención obedeció a aleatorias diligencias policiales de mera rutina, inducidas por vulgares móviles políticos, o si por el contrario su extemporáneo éxodo al sancta sanctorum de la represión del régimen instaurado por el Caudillo de España por la gracia de Dios estuvo relacionado, hipótesis asaz surrealista, con su privilegiada posesión de la asombrosa y nunca vista efigie carnal del "pontifex" wolfiano Dei-98.

En cuyo caso, ¿qué inverosímil confidente informó a las fuerzas de seguridad, justamente el mismo día de su recepción, de que tales superimágenes del nuncio ummita se encontraban bajo la custodia del escritor madrileño? Irreemplazables positivas que, de eso no hay duda, pasaron a las expertas manos de los comisarios del orden público, por motivos en extremo intrigantes pero aún desconocidos, y de las cuales por desgracia nuestro querido amigo periodista no ha vuelto a tener noticias.

Enrique de Vicente, antes de que le resultaran incautadas por los burócratas del Ministerio del Interior, mostró los incunables con la semblanza de Dei-98 a dos colegas de toda confianza con los que se citó, viscerales investigadores del enigmático fenómeno Ummo: el psicólogo Francisco Mejorada y Javier Ruiz Sierra. Ambos entendidos escrutaron con intensa concentración el par de "hologramas" de Peí-69, sorry, en qué estaría uno pensando, Dei-98, por lo que están en condiciones de testificar y ampliar información acerca de las características de las ya legendarias ilustraciones alienígenas de infausta memoria.


El platillo volador de los humanos

 

Ricardo Antonio Marín Baena

Bogotá – Colombia

simonnss@hotmail.com

 

(El presente artículo fue publicado en dos partes en "Revista Aeronáutica", de la Fuerza Aérea Colombiana, en las ediciones 223 [Julio de 2000] y 224 [Octubre de 2000].

El profesor Leik Myrabo, el padre del proyecto "Lightcraft", solicitó que se le enviara a EE.UU. las revistas en donde fueron publicados los artículos. Las mismas les fueron enviadas directamente desde la Fuerza Aérea, y él mismo aprobó el trabajo de divulgación en su estilo ensayístico.

Ricardo Antonio Marín Baena es Astrónomo y Coordinador de Publicaciones y Comunicaciones de "ASPA", "Asociación Proagencia Aeroespacial Colombiana".)

 

Emergencia en los espacios futuristas

 

En los próximos años veremos la aprobación de un contrato para un proyecto que exigirá la puesta en práctica de los conceptos de propulsión del vuelo espacial más arriesgados y atrevidos hacia el siglo XXI. Este proyecto ha sido escogido luego de un riguroso examen de sus posibilidades por parte del Comando Espacial de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, la USAF. Y sus alcances se disparan hacia el año 2019, cuando se construirá el primer vehículo hiper-energético y transatmosférico, diseñado para transportar a 12 personas a velocidades inconcebibles para la tecnología espacial moderna. Y ello en el marco del concepto futurista y de emergencia de las ciencias espaciales de las potencias, a saber, la "función de superioridad aeroespacial". Se le denomina el "Lightcraft Project". Y el destino de sus posibilidades ha tenido en cuenta, entre algunos de sus motivos, la emergencia planetaria de inseguridad, a causa de los combates y problemas globales que habrán evolucionado en forma inusitada para el siglo XXI, haciendo imprescindible la utilización a fondo de las comodidades del espacio atmosférico y exterior en tanto que potencial albergue casero y cotidiano durante el viaje espacial. Lo cual será posible mediante el diseño de un nuevo tipo de nave, cuyas funciones de viaje y estadía en los espacios intra y extra planetarios, rompan los conceptos de limitación y miedo con que los seres humanos han estado sometidos por los naturales campos gravitatorios de nuestro planeta.

En un momento crucial para la sobrevivencia de la humanidad, la ciencia habrá hecho posible la realidad de la "energía espacial", concretándose en la estructuración de estaciones de energía orbitando la Tierra, que irradian a través de transmisores de láseres y microondas en un espectro poderoso que ya no tendrá nada que ver con la ciencia ficción. En este marco futurista pero aterrizado en la realidad del "Lightcraft Project", se anticipa la inutilidad de los sistemas convencionales de propulsión química con que la humanidad ha tratado hasta la fecha de asomarse y posesionarse del espacio. Pues el carácter súper-energético de esta revolucionaria misión, apoyada por NASA y por la USAF, amén de otras instituciones de investigación de frontera, implica la utilización a fondo de la propulsión desencadenada por la transmutación de energía radiada tanto desde el planeta como desde fuera de sus perímetros en la alta atmósfera y más allá.

Y así se nos presenta el Platillo Volador de los Humanos y no de los alienígenas. Pues aún cuando su diseño obedece a la estructura discoidal y coincide con algunas propiedades dinámico energéticas del platillo extraterrestre tan fantástico de la ciencia ficción de los últimos 50 años, es preciso aclarar que el equipo de trabajo que diseñó el Lightcraft, bajo la guía del profesor y padre del proyecto Leik N. Myrabo así como de Franklin B. Mead de la USAF, lo único que hizo fue obedecer a las necesidades y circunstancias arriba señaladas en torno al proyecto de un vehículo transatmosférico, que fuera alimentado por rayos en la perspectiva futurista de la propulsión energética verde, es decir, explotando las potencialidades de los gases del aire atmosférico y de otras fuentes energéticas no contaminantes, pero en cambio más poderosas que los combustibles de la propulsión química de la cohetería convencional. El color verde del proyecto, que nos maravillará por su consideración ecológica, destella verde de naturaleza cósmica en su nombre de "Lightcraft", pues si por una parte este platillo terrestre en su primerizo diseño de banco de pruebas fue energetizado por rayos de luz, por otra parte es lo bastante liviano y de escaso peso – e inclusive flotante cual los globos dirigibles en lo que serán los prototipos definitivos –, como para merecer el nombre de "Naveluz" o "Navesutil" – y usted elegirá la mejor manera de referirse al portento que a continuación describiremos en sus coyunturas, mecanismos y energías básicas, totalmente verdes como los paisajes sobre los cuales volará raudo y casi invisible. No hasta las estrellas, claro está, pero sí hacia los lugares de ensueño a que desde los años sesenta EE.UU. y Rusia condujeron a los astronautas de sus misiones. Con la diferencia de que en el Lightcraft irán a estos espacios, hasta ahora tan solo familiares en fotografías, algunos de los hombres comunes y corrientes que habitarán nuestro planeta.

 

Un vuelo mágico pero muy real

 

La fresca primavera de un viernes de marzo del año pasado barnizaba con sus aromas y tonalidades las "Instalaciones de Pruebas de Sistemas Láser de Alta Energía de la Armada", el famoso HELSTF por sus siglas en inglés, allí cerca de las Cruces en Nuevo México, mirando hacia el extremo sur del Campo de Misiles de White Sands. Y la curiosidad de estudiantes e investigadores que habían asistido a observar un experimento de banco de pruebas del portentoso Lightcraft, no se saciaba con saber que la planta de energía básica para aquella tarde yacía a la expectativa en el "Sistema de Prueba de Vulnerabilidad del Láser Pulsado", el prestigioso PLVTS por sus siglas en inglés, el cual sintetiza un láser de dióxido de carbono de 10 kilovatios, respetado en tanto que el láser más poderoso en su género que la Armada Norteamericana está utilizando para poner a prueba la vulnerabilidad de sus avanzados métodos, casi todos "clasificados", de ataques con láseres.

Y aquel viernes la "Ruta de la Guerra Fría", consistente en una serie de sitios de alto interés para investigadores sobre cuestiones nucleares y de tecnologías afines, y uno de los cuales es precisamente el HELSTF, estaba pleno de actividad y de especialistas concentrados cada uno en lo suyo alrededor del esperado vuelo del Lightcraft prototipo, a saber, un vehículo de 15 cm de diámetro y 25 gramos de peso, de forma y contornos discoidales en un aspecto concreto de platillo volador, el cual fue construido con el aluminio estandarizado con se hacen los aviones modernos, desarrollándose en una sola pieza sin partes movibles y, desde luego, sin combustible a bordo. Añadiremos por adelantado que su inventor, el profesor Leik N. Myrabo del Instituto Tecnológico Rensselaer en Troy, Nueva York, ha constituido también un diseño inicial para NASA de 5 metros de diámetro con capacidad para transportar cuatro personas y del cual especificaremos más adelante. En cuanto al Lightcraft prototipo de aquel viernes, contaba entonces con un láser basado en tierra como fuente de energía para su elevación, y el cual venía a ser con propiedad el PLVTS de que ya hemos hablado, que a su vez estaba montado en un trailer que servía así de portador del mismo. De manera que los allí presentes en calidad de observadores ya se habían ido acomodando lo más alto posible para obtener una óptima visualización de lo que iba a ocurrir, y, en todo caso, prudentemente apartados del sendero en que se iba a ejecutar la espectacular interacción energética para impulsar la navecilla por el "impacto" del láser y su poder transmutante en las partículas del aire. De todas formas, y dado el alto riesgo que implica la exposición al láser, a cada persona de los allí curiosos se le había dotado con gafas protectoras especiales, así como de un casco duro de seguridad – lo cual era poca garantía caso de que un platillo volador colapsante se te viniera encima, como bromeó sutilmente uno de los presentes.

Y entonces todos pudieron observar cuando Leik Myrabo volteó hacia él la parte inferior del vehículo discoidal, de manera que se delineaba claramente la especie de cono puntiagudo cuya brillante superficie es cual un espejo encargado de focalizar el láser proyectado sobre el mismo, de manera que permita que la intensificación de aquella radiación compacta se deslice hacia los bordes en forma anillada del platillo. La concentración y presión de aquella energía calienta allí el aire hasta cuatro o cinco veces por encima de la temperatura superficial del Sol, lo cual produce una explosión del aire que, expandiéndose a impresionante velocidad, provoca el empuje de la nave. Dichas temperaturas desde luego oscilan entre los 10.000 a los 30.000 grados Kelvin, lo cual equivale a aproximados 18.000 a 54.000 grados Fahrenheit, y puesto que la fuente de energía tanto como la masa eyectada aquí han sido la luz y el aire respectivamente, se comprenderá por qué de semejante acción y reacción no quedarán gases de escape químicos perjudiciales en ningún sentido de impacto ambiental.

Seguidamente, también todos pudieron observar cuando Leik Myrabo insertó la nave en un eje, y luego de manipular sobre ella un chorro de nitrógeno "gaseoso" proporcionó a la misma un giro de aproximadas 6.000 revoluciones por minuto. La imagen hogareña del trompo de niños se fue estabilizando ante los presentes, a raíz del efecto equilibrante de la rápida rotación que estabiliza a cualquier ingenio espacial en su propio eje. Y luego de una cuenta regresiva de 5 segundos, la planta de energía del PLVTS desató 20 pulsos infrarrojos de luz láser por segundo, manifestándose en la nave mediante varias detonaciones secuenciales y casi instantáneas, y destellando su perímetro en dichas explosiones los vivos colores de relámpagos fugaces, lo cual sustituía con creces la invisibilidad relativa de los rayos que desataron tal espectáculo. De tres fases concordantes de la nueva propulsión que podría converger al hermoso concepto de "circunferencia circunvolante", aquel que acabamos de ver correspondería a la fase de impacto de la energía tanto como a la segunda fase del reflejo del impacto de la energía. Pues fue entonces cuando ante la maravillada curiosidad de los presentes la nave salió disparada hacia arriba y en escasos tres segundos se alzó altanera hasta 30 metros, contabilizándose un total de aproximados 100 pulsos láser infrarrojos para proporcionar la reacción adecuada en las partículas del aire que impulsara la nave, y vemos ahí realizada la tercera fase concordante de rebote lumínico de la energía. Tanto calor sobrecalentó una banda de metal alrededor de la cámara de combustión que terminó por romperla, y la enseñanza fue inexorable en el sentido de que un sistema de refrigeración será fundamental para próximas pruebas. Verdaderamente, el concepto de "circunferencia circunvolante" se entenderá mejor en la perspectiva futurista de naves discoidales que, en tanto que rotundas en su redondez u ovalo, cohesionan la energía que rodea a la materia y hace que ésta viaje y viaje a través del espacio-tiempo cual si ya no hubiera más autopistas ni senderos que estrechen la imaginación.

Todos vieron entonces cómo la nave prácticamente inutilizada cayó fuera de la proyección del rayo infrarrojo láser, implicando en el acto el corte de aquel flujo invisible. Ya con la nave en el suelo y luego de cierto tiempo prudencial, los técnicos la recogieron con una especie de malla especial, poniendo en práctica el concepto de abaratamiento del ingenio Lightcraft, pues dicha nave colapsada será reutilizable en algunos de sus componentes para futuros vuelos. Y todos pudieron comprobar que, con respecto al láser en acción, las películas de ciencia ficción mienten en cuanto que, por el contrario a lo que hemos visto en algunas de ellas, el láser infrarrojo que actuó sobre el Lightcraft no ocasionó un arranque con ruido de estampida, sino que varias detonaciones evocaron allí los retumbos acompasados de un tambor. De manera que el Lightcraft vibrante en su eje y sin sacudidas violentas, casi estático fue ascendiendo raudo en el aire. Y las emotivas reacciones de los presentes se desgajaron en elogios y alegres bromas ligeras, que contrastaban con la serena actitud de los dos científicos que estructuraron el proyecto, es decir, Leik Myrabo y Franklin Mead, pues lo que habían contemplado los curiosos aquel viernes no tenía nada de espectacular para los dos inventores del nuevo portento, ya acostumbrados a varios bancos de pruebas a que se ha venido sometiendo el Lightcraft desde dos años atrás. Uno de los allí afortunados testigos de lo ocurrido expresaría su asombrada emoción al preguntarse si esto sería igual de exquisito en su sensación a lo experimentado por los primeros espectadores que se dieron cita en la playa de Carolina del Norte hace casi 100 años, para deleitarse luego con la realización de los primeros vuelos motopropulsados de la historia, y que pusieron a dos reparadores de bicicletas, los famosos hermanos Wright, en el ojo del huracán de la fundación mítica de la tecnología aeroespacial moderna.

 

Satélites láser y un platillo vacacional

 

Corrían los años de la década del 70 en la competencia bélica más impresionante en la historia entre las dos superpotencias, EE.UU. y la URSS. Y se empezaban a filtrar los primeros anuncios entre las altas esferas estratégicas de la gran revolución que las armas de rayos podrían implicar a lo interno del ascenso de una nueva era industrial que diera fin a la era nuclear, a saber, la explotación a fondo de las bendiciones del láser. Y fue precisamente en dicho ambiente belicoso, y a partir de 1972, cuando el profesor de ingeniería aeroespacial Leik N. Myrabo, empezó a cavilar en la ingeniosidad de lanzar satélites a órbita mediante láseres poderosos, y ello en el sendero de la idea primigenia que tuviera Arthur Kantrowitz. La originalidad que desde entonces introdujo Myrabo a esta posibilidad consistía en su idea de usar la atmósfera como propulsor que fuera calentado por el láser. Myrabo ya había pensado también en que a altitudes ya más considerables, y en pleno vuelo superveloz de 5.5 veces la velocidad del sonido, necesariamente el aire se hace muy tenue y entonces se haría imprescindible la utilización de un suministro de hidrógeno a bordo, aunque en muy pequeña proporción, el cual también sería calentado por el rayo láser para de esta manera culminar la misión de poner en órbita al ingenio satelital. Pero fueron pasando las últimas décadas, y fue apenas hace 10 años cuando surgió en Myrabo la idea del Lightcraft tal y como lo conoceríamos en estos últimos meses. Al principio y debido ha haber sido insertado a lo interno de la investigación antimisilística en el panorama final de la "Guerra de las Galaxias", el Lightcraft se vio restringido como proyecto a la letra muerta de los documentos especializados en investigación futurística de frontera de las fuerzas armadas. Y así fue como hace casi cuatro años, con el apoyo del Instituto Politécnico Rensselaer de Troy, en Nueva York, Myrabo en tanto que profesor de aquella institución y el científico de la Fuerza Aérea Franklin Mead, emprendieron los primeros experimentos en torno al portento que nos ocupa.

Myrabo declararía que su idea principal al comienzo consistía en poner remedio a uno de los problemas esenciales que dificultaron desde el principio el acceso al espacio y sus maravillas, a saber, el alto coste financiero. Por eso la intención de este eminente profesor aeroespacial consistía en proponerse la meta de inventar y poner en uso un ingenio espacial que redujera en un factor de 1.000 el coste del acceso al espacio, con el añadido de que aquél fuera totalmente verde. Así, Myrabo considera que, comparativamente y respecto a su proyecto, hasta ahora nos hallamos en el mismo punto en que se encontrara Robert Goddard cuando en marzo 16 de 1926 lanzó su primer cohete con propulsores líquidos para que, 43 años más tarde, el último hijo hiperavanzado de aquel viejo modelo pusiera en órbita y también sobre la Luna al primer hombre terrícola. Por cierto que ya habíamos hablado de que el diseño inicial que Myrabo propuso para NASA consistía en una nave discoidal para cuatro personas, que convergen en la familia tradicional moderna de papá y mamá al frente, y los dos niños con su tierna mascota atrás, todos dentro del cómodo espacio de un ingenio espacial de cinco metros de diámetro. La parte frontal de esta nave es idónea en su superficie para reflejar la luz del láser coherente de manera tal que confluya a una región bien estrecha entre el cuerpo y un anillo de refuerzo. Allí, la luz focalizada supercalentará el aire produciéndose un chorro de emisión que empujará la nave veloz hacia arriba. Sin embargo, ya para este modelo del Lightcraft la fuente láser energetizante estaría puesta en órbita en la alta atmósfera. El alcance de esta nave para sacar a pasear a la familia, nos lleva a considerar la felicidad de ir a darle la vuelta completa al planeta en un aburrido domingo de otoño, en no más de 45 minutos, para regresar a casa justo cuando la cena esté lista.

Fue luego de la presentación de este diseño ante NASA, que Myrabo y Franklin Mead emprendieron el modelo Lightcraft también denominado "compañero de juguete" de aquél, y con cuya descripción empezamos en el comienzo de este artículo. No será en vano acotar que la Organización de la Iniciativa de la Defensa Estratégica mostró un creciente interés desde el principio por este raro artefacto respecto a la posibilidad de lanzamientos de satélites, mediante láseres, con pesos de alrededor de las 220 libras o 100 kilogramos. Y este es precisamente el actual estadio de la investigación en que se hallan Myrabo y Mead junto con todos sus colegas del equipo de trabajo alrededor del Lightcraft. En efecto, ellos ya han consolidado los fondos para incrementar la energía del láser a 100 kilovatios, que desde ya prometen con seguridad vuelos hasta arriba de los 30 kilómetros. Y reconociendo que los actuales modelitos de bancos de pruebas apenas alcanzan los 50 gramos de peso, la meta principal a cinco años de realización es y será para ellos ubicar un microsatélite de un kilogramo, a posicionar en una órbita baja mediante la implementación de un láser basado en tierra de un megavatio, y el cual será construido con la técnica convencional existente –que costará apenas unos pocos centenares de dólares en cuanto al valor neto de la electricidad consumida. Piensa uno en la curiosidad de que precisamente para dentro de tres a cinco años está trazada la meta en Colombia de poner en una órbita baja el primer microsatélite de la historia aeroespacial de nuestro país, y ello a lo interno del primer programa aeroespacial colombiano denominado TAMSA – proyecto que nació de las iniciativas de convocatoria de opciones y propuestas en las ciencias del espacio por parte de la "Asociación Proagencia Aeroespacial Colombiana" o ASPA. Obviamente, el vector que pondrá a TAMSA en órbita será un cohete convencional y en cuya prosecución ya se han fundido las primeras esperanzas en acciones concretas.

En cuanto a la satelización láser propiamente consolidada en los más ambiciosos logros de los próximos años, Leik Myrabo nos dice que cuando un Lightcraft de un kilogramo disponga de aceleraciones de aproximados 5 Mach, alcanzando altitudes de hasta 30 kilómetros, entonces a dicha altura se encenderá el hidrógeno líquido a bordo en tanto propulsante auxiliar, dado que el aire a tal altura llega a escasear. Y entonces asegura el profesor de aeronáutica que en tal caso un kilogramo de hidrógeno bastará para terminar de empujar la nave hasta ponerla en órbita. De manera que ya para un Lightcraft de 1.4 metros de diámetro sería capaz de poner en órbita satélites arriba de los 100 kilogramos de peso por medio de la implementación y manejo de un rayo láser de 100 megavatios. Myrabo concluye diciendo que supuesto que los rayos que nosotros usamos son pulsados, se podría llegar a reunir toda esta energía en tanto que producto final de la combinación de un grupo de láseres. Precisamente tales láseres podrían lanzar satélites de comunicaciones e inclusive des-orbitarlos cuando sus sistemas electrónicos lleguen a ser obsoletos. Sin embargo, lo más sustancial y asombroso sobre todo este asunto estará por aclararse en las palabras finales de este artículo. Pues aún cuando Myrabo y su equipo de estudiantes del Rensselaer están actualmente en la lucha por la construcción de un láser de 150 kilovatios para impulsar modelos de Lightcraft mucho más grandes que el prototipo que describimos, el diseño definitivo y más ambicioso de platillo volador Lightcraft no tendrá necesidad de los láseres. Y aunque su proyecto se delinea en la perspectiva futurista de los mediados del siglo XXI con respecto al Lightcraft de microondas, fue en el Instituto de Estudios Espaciales de Princeton donde por primera vez se le preguntó a Myrabo acerca de sus capacidades de diseñar un platillo volador similar al Lightcraft, que en vez de láseres utilice microondas radiadas desde el espacio, dado el caso de que en el futuro ya se preveía desde el presente que la tecnología de los transmisores de microondas llegará a ser mucho más sofisticada y adecuada que los láseres.

 

Carreteras de luz o platillos invisibles

 

Llegamos al diseño más ambicioso y a más largo plazo del Lightcraft ideado por Myrabo. En efecto, introduciendo funciones un tanto diversas y más avanzadas a las ya vistas, este modelo futurista podría transportar hasta 12 pasajeros en una nave de 20 metros de diámetro, deslizándose a través de la atmósfera como fuera de ella hasta la Luna inclusive. Tratándose de una nave que está proyectada para empujes mucho más potentes, ella podría acarrear cargas mucho más pesadas. Su estructura específica es la forma de aeronave discoidal, disponiendo de un receptor de microondas y el dispositivo en que se efectuarán las transmutaciones energéticas para la propulsión en sí misma – dispositivo que vendría a ser, significativamente, la parte más pequeña de la estructura. En el campo espacio-temporal que yace entre nuestro planeta y la Luna, se establecería la autopista virtual en que se desplazaría la nave, energetizada por una estación orbital de 1 kilómetro de diámetro y de 20 gigavatios. Esta última se alimentaría de la luz solar, de manera que dicha radiación convertida a microondas en la propia estación orbital, sería a su vez radiada por sus transmisores de microondas a las antenas de rectificación de la nave que, a su vez, convertirían dicha energía en electricidad creadora de un circuito propio, lo cual nos permitirá comprender un poco mejor el carácter operante y circunferencial de la nave en tanto que "platillo" estructural.

Seguidamente, entenderemos que el carácter parcialmente flotante de la aeronave se debe a que está presurizada con helio, cual los globos, de manera que el material envolvente de la misma está constituido por una capa de carburo de silicio que es transparente a las microondas y el cual coadyuva tanto para el flotamiento como para la operacionalidad del gran reflector parabólico sobre el cual se irradia la energía desde el espacio. Ahora bien, unos anillos superconductores rodearían la nave, cuyas funciones se conjugarán con una serie de dispositivos iónicos para la propulsión en sí misma. Y en su parte superior la nave dispondría de paneles solares. Los cuales precisamente suministrarán la electricidad con que se lanzará la nave, en su primera etapa propulsiva, pues dicha electricidad luego de ionizar el aire circundante despegará la nave a través de descargas electrostáticas, a una modesta velocidad entre los 80 y los 160 km/h. Pero para el objeto volador identificado que describimos, dicha velocidad es irrisoria hasta que entendemos que se trata nada más del despegue, pues ya en vuelo entrarían a funcionar los transmisores de microondas desde el espacio, las cuales siendo focalizadas por un reflector interno de la nave para calentar el aire en un lado o en otro de la misma, desencadenarían el empuje en la dirección opuesta deseada. Aquí empieza la maravilla invisible, pues dicho dinamismo de microondas efectúa un tal ascenso raudo de la nave que prácticamente la hace desaparecer en menos de lo que dura un abrir y cerrar de ojos. Desde luego que estamos hablando de velocidades multiplicativas de la del sonido, lo cual implicaría gravemente un supercalentamiento de la nave que es eludido a causa de la siguiente destreza aerodinámica: sobre una pieza del vehículo en su parte frontal se focalizaría, mediante la disposición de espejo parabólico en su superficie, una buena proporción de energía radiada entrante desde el frente de la nave. Ello calentaría intensamente las partículas allí circundantes, creando una burbuja supercaliente de aire, la cual se proyectaría en tanto que una "punta de aire" que desviaría el aire entrante más allá del vehículo y en frente suyo, de manera que se disminuiría la resistencia al desplazamiento del mismo, evitando por ello un sobrecalentamiento de la estructura supersónica.

Y ya cada vez más alto y veloz, y para desencadenar aceleraciones más raudas que 25 veces la del sonido, el Lightcraft utilizaría su última etapa propulsiva de "accionamiento" magnetohidrodinámico. Para lo cual nos es preciso entender que la destreza aerodinámica productora de la "punta de aire", atrapa otra buena proporción de energía irradiada, que generará intensos campos eléctricos en los bordes de la aeronave, ionizando el aire en este sitio. Pues bien, es natural entender la existencia de fuertes campos magnéticos en dichos bordes, a causa de los imanes constituidos por los anillos superconductores alrededor de la nave; y es en esta configuración en que el aire ionizado se entrecruza por entre los campos eléctricos y magnéticos, de manera que las fuerzas electromagnéticas en conjunto entran en el juego que acelerará el torbellino supercaliente que se constituirá en el empuje propulsante. Desde luego que las potentes fuerzas gravitatorias a que estará sometida la estructura de esta nave hiperenergética, sobretodo pensando en sus tripulantes, a raíz de las enormes aceleraciones que dispararán la intensidad de aquéllas, serán contrarrestadas por cápsulas de escape llenas de líquido en las cuales irán los tripulantes. El aire a respirar allí por éstos estaría constituido por un fluido oxigenado para salvaguardar sus pulmones, en consonancia con ciertas medidas sugeridas por el Comando Espacial de la Fuerza Aérea. Desde luego, los primeros prototipos serían para uso exclusivo de pilotos expertos de la Armada y de NASA.

La excesiva libertad fantasiosa de la ciencia ficción parece haber propulsado la mayoría de las descripciones hasta aquí realizadas. Sin embargo, Leik N. Myrabo y su equipo de trabajo ya han puesto en práctica la mayoría de las avanzadas tecnologías que hemos tocado. Inclusive, a estas alturas del proyecto ya se han adelantado nuevas pruebas respecto a otras partes de los sistemas de propulsión. Y supuesto que el coste de acceder al espacio se reduciría, con la implementación concreta del Lightcraft de microondas, a unos pocos centenares de dólares por kilogramo, y supuesto que en dicho platillo volador sí identificado daríamos la vuelta a nuestro planeta en algo así como 45 minutos y pasaríamos hasta la Luna en 5 horas y media, ojalá las esperanzas cifradas en el Lightcraft de llegar a convertirse en el vehículo cotidiano de las futuras aerolíneas, viajando a través de carreteras de luz en platillos casi invisibles, no sea un privilegio exclusivo de algunos cuantos hombres comunes y corrientes que habitarán nuestro planeta.

 

Nota de Carlos Iurchuk: Para mayor información acerca de este tema, consultar el siguiente artículo: