EL FUEGO DEL DRAGON
BOLETIN MENSUAL DE OVNILOGIA
Nº 47 – Julio de 2002
Editado por Carlos Alberto Iurchuk
La Plata – Argentina
Se permite la reproducción parcial o total, por cualquier medio, de los artículos presentados en este boletín. Si así se hiciere, se agradecerá la notificación al autor del artículo y al editor del boletín.
El misterio de las mutilaciones de animales
Guillermo Daniel Giménez
Necochea – Argentina
[Trabajo escrito para el periódico Ecos Diarios de Necochea.]
Hace algo más de un mes que la Argentina está siendo sacudida con noticias que variados animales (vacas, ovejas, caballos, entre otros) están siendo mutilados en distintas provincias (Buenos Aires, La Pampa, Río Negro) pudiéndose agregar hoy alguna otra, sumando en la actualidad más de 200 casos de Mutilaciones.
Pero esto no indica que son los primeros incidentes, ya en nuestro país tenemos registrado en el año 1964 en la Provincia de Santa Fe la aparición de reses mutiladas y todas de iguales características a las actuales. Luego se repetiría en la ciudad de Venado Tuerto (Santa Fe) el 6 de septiembre de 1978 un inusual episodio teniendo como protagonista al joven Juan Oscar Pérez quien es abducido (llevado dentro del OVNI por parte de los tripulantes del mismo) y observa dentro, lo que eran los cuerpos de distintas reses diseminadas como en camillas médicas, realizándoles estos seres exhaustivos estudios.
Poco tiempo después en el campo aparecerían algunos vacunos mutilados.
Incidente conocido mundialmente como "Caso Estancia La Victoria" que fuera investigado también por un científico de la NASA Dr. Jacques Vallée (uno de los científicos de desarrollo para The Mars Map Project) que le llamó poderosamente la atención este sorprendente episodio OVNI dándolo como REAL, luego de sus arduas investigaciones con ufólogos argentinos (Incidentes conocidos como: Caso Alion, Estancia La Victoria y Caso Torres, donde se producen visualizaciones OVNI, persecuciones, abducciones, mutilaciones, dejando varias evidencias físicas y efectos diversos como el EM – efecto electromagnético – entre muchos otros).
Anteriormente y a posteriori de estos hechos la actividad OVNI se había incrementado en la zona produciéndose así diferentes tipos de contactos.
Argentina se sumaría a la casuística de los ya miles de incidentes ocurridos en Brasil, Chile, Ecuador, Puerto Rico, México, EE.UU., Canadá, España entre otros países.
Pero, desde cuándo tenemos registros de estos extraños episodios.
La respuesta la encontramos en abril de 1897 en los Estados Unidos.
El Caso Hamilton
Nos ubicamos en abril de 1897 en Le Roy, Kansas, Estados Unidos.
Esta es la DECLARACION JURADA de un granjero que detalla con lujo de detalles quizá hoy la respuesta del misterio de los ya más de 130 casos de Mutilaciones de Animales de la Argentina y del resto del mundo.
Veamos lo que nos dice el protagonista:
"El lunes pasado fuimos despertados alrededor de las 10.30 de la noche, por un ruido entre el ganado. Me levanté, pensando que quizás mi perro estaba haciendo sus travesuras, pero al salir a la puerta vi, para mi asombro total, que una nave voladora descendía lentamente sobre mi corral, aproximadamente a 200 metros de la casa.
Llamé enseguida a mi hijo Wall, y a mi empleado Cid Heslip, tomamos unas hachas y corrimos al corral. Mientras tanto la nave seguía descendiendo hasta que no estuvo a más de 10 metros del suelo y nos aproximamos a menos de 50 de ella.
Su forma era la de un cilindro de unos 90 metros de largo con una especie de compartimiento adosado en la parte de abajo. Este se encontraba hecho de alguna sustancia transparente alternada con una cinta angosta de algún material. Se hallaba iluminado brillantemente en su interior y LO OCUPABAN SEIS DE LOS SERES MÁS EXTRAÑOS QUE HE VISTO EN MI VIDA. Parecían parlotear entre ellos pero no escuchamos nada.
Toda la parte de la nave que no era transparente tenía un color rojizo oscuro. Permanecimos mudos por el asombro y el miedo. Entonces algún ruido atrajo su atención y proyectaron una luz sobre nosotros. Al vernos hicieron funcionar de inmediato alguna energía desconocida y una turbina enorme que estaba girando con lentitud debajo de la nave, comenzó a zumbar y el elemento se elevó con la ligereza de un ave. Cuando se hallaba a unos 100 metros sobre nosotros, pareció detenerse y flotar directamente encima de una novilla de dos años, que estaba bramando y saltando, al parecer atada a la cerca. Fuimos hacia ella y descubrimos un cable de poco más de un centímetro de grueso, atado con un nudo corredizo en torno a su cuello y que subía hasta la nave desde la ternera, enredado en la cerca de alambre. Intentamos soltarlo pero no pudimos así que cortamos el alambre, para ver que la nave se elevaba lentamente, con novilla y todo, desapareciendo hacia el noroeste.
Regresamos a casa. Mas estaba tan asustado que no pude dormir. El martes me levanté temprano y salía a caballo, esperando encontrar algún rastro de mi vaca. No pude conseguirlo, pero al volver por la noche, hallé que Link Thomas había encontrado ese día, el cuero, las patas y la cabeza en su campo, más o menos a cinco o seis kilómetros al oeste de Le Roy. Pensando que alguien hubiera sacrificado una bestia robada, había traído el pellejo al pueblo para su identificación; estaba muy intrigado al no haber hallado ninguna huella en el suelo. Después de identificar el cuero por mi hierro, volví a casa. Sin embargo, cada vez que me acostaba a dormir, veía la maldita cosa, con sus grandes luces y su gente horrible. No sé si son demonios o ángeles, o qué son; pero LOS VIMOS Y TODA MI FAMILIA VIO LA NAVE y no quiero tener ninguna relación más con ellos".
Conclusiones
Este incidente presenta muchas constantes que se repetirían en distintos y actuales avistamientos OVNI a nivel mundial, tales como:
Un objeto volador silencioso.
El color rojo resplandeciente.
La utilización de algo giratorio como parte de un sistema de propulsión.
La forma de cilindro o habano.
El interior iluminado brillantemente.
El potente haz de luz que ilumina el área y se dirige asimismo a los testigos.
Las criaturas tripulantes del OVNI pero con características antropomórficas.
El investigador Frank Edwards analizó los variados incidentes de 1897, concluyendo este caso Hamilton como un suceso verídico.
La afamada escritora Linda Moulton Howe, productora de cine y documentales, desarrolló varias investigaciones en los EE.UU. acerca de Mutilaciones de Reses encontrando sucesos en 39 estados norteamericanos. Desde el 9 de septiembre de 1967 en Alamosa, Colorado donde un caballo de nombre Lady fue hallado mutilado a orillas de un claro en el rancho de Harry King hasta episodios actuales.
Las diversas investigaciones desarrolladas por Howe le valió el Premio EMMY como mejor documental investigativo para la televisión acerca de este misterio que denominó "Extraña Cosecha" (A Strange Harvest).
Las conclusiones del mismo es que los científicos y especialistas se enfrentan a algo desconocido. La perfección en sus cortes (vacas, caballos, ovejas, corderos, perfectamente mutilados, órganos vitales extraídos, sin fluidos de sangre o con muy poco de éste) – como los actuales sucesos argentinos – demuestran una tecnología superior a la nuestra.
En los EE.UU. ya son más de 20.000 vacas mutiladas con una precisión quirúrgica sorprendente en una superficie estimada en más de 3,32 millones de km2, aprox. un tercio de todo el territorio de los EE.UU.
Para el Dr. John Altshuler (Patólogo y Hematólogo de los EE.UU.) dice que: "Uno tendría que concluir que los procedimientos quirúrgicos aplicados a estos animales ocurrieron rápidamente, probablemente con calor elevado (por ejemplo LASER) en el instrumento de corte".
Iguales conclusiones arribadas por algunos médicos y otros especialistas argentinos que investigan estos actuales hechos en nuestro país, separados los testimonios y las evidencias por miles de kilómetros de distancia en distintas fechas y lugares de un mismo continente.
Especialistas del INTA y del SENASA no encuentran una respuesta lógica hasta el momento a los sucesos que pueda ayudar a descifrar este misterio.
El 20 de abril de 1979 el ex Senador Harrison Schmitt patrocinó una conferencia de mutilaciones en Albuquerque, Nuevo México informando sobre estos hechos y posteriormente del mismo el Departamento de Justicia autorizó al FBI (Oficina Federal de Investigaciones) a unirse a estas investigaciones, no encontrando hasta el día de hoy una respuesta justificada a la naturaleza del fenómeno.
Pero cuál sería el objetivo de estas Mutilaciones. Sin duda alguna seres inteligentes realizan diversos estudios científicos en nuestro planeta tomando para ello diversas muestras de origen mineral, vegetal, animal (como vemos hoy continuamente en la Argentina) y hasta muestras humanas (como en algunos incidentes de abducción producidos en el mundo entero).
Se han observado y comprobado diversas extracciones a lo largo de los últimos 55 años en la casuística mundial, determinando esto – como una viable Hipótesis de Trabajo – el origen meramente científico de estos seres inteligentes en sus visitas a nuestro plantea.
Hoy en la Argentina ya suman más de un centenar los episodios en diferentes provincias (Buenos Aires, La Pampa, Río Negro, Santa Fe, etc.) de Mutilaciones de Animales sin encontrar una respuesta favorable a todos estos hechos... o la encontraríamos recordando el testimonio de aquel granjero de 1897 en Le Roy, Kansas cuando ve al OVNI llevándose a su vacuno.
Quizá ahí está la respuesta final y nadie hoy se anime a darla como conclusión Oficial a todos estos hechos...
Los motivos del no-contacto extraterrestre
Consecuencias socioeconómicas y geopolíticas de un eventual contacto abierto
(Tercera parte)
Ignacio Darnaude Rojas-Marcos
Sevilla – España
Pánico e histeria colectiva
Cualquiera que recapacite sobre los eficientes artefactos que surcan nuestro cielo difícilmente azul caerá en la cuenta del peligro potencial que representan. Con sus altos niveles de inteligencia y adelantos científicos contarán a buen seguro con armas capaces de pulverizar a nuestros ejércitos con una terrible capacidad de agresión. Si Ellos planearan una ofensiva, no disponemos de la menor posibilidad de defensa; estamos en sus manos. Incluso recurriendo a los novísimos artefactos de la llamada Guerra de las Galaxias (S.D.I.) seguimos inermes ante el potencial bélico de otras armadas del espacio, una situación por demás inquietante.
De otra parte es un lugar común que escuadrillas de astronaves rondan por la atmósfera pero no se dejan ver a las claras. ¿Qué mejor detonante del miedo que lo desconocido, máxime si no pertenece a lo humano? Pavores que encontrarán terreno abonado respecto a una opinión previamente condicionada por varias décadas de truculencias exaltadoras de la supuesta perversidad extraterrestre. Una lamentable propaganda anti-cosmos que se ha venido plasmando en tebeos infantiles, novelones de ciencia-ficción, filmes de grotescos humanoides que nos fulminan con rayos de la muerte y culebrones de terror alienígena que pintan el peligro espacial como una horda de engendros repulsivos que maquinan conquistar la Tierra, abusar de la población femenina y esclavizar a la raza humana.
La nefasta imagen que se ha promovido de los extrasolares es un excelente caldo de cultivo para que se dispare la propagación de los más demenciales rumores acerca del maligno populacho marciano que acecha dispuesto a cometer mil fechorías. Ni que decir tiene que el horror y repugnancia del hormiguero humano ante una ola de infundios sobre la malevolencia y fealdad de los asaltantes exteriores (a los que siendo invisibles cabe acusar impunemente de los crímenes más atroces), puede muy bien desatar un ciego temor biológico, el odio interplanetario y una violenta ufofobia. Llegados a este extremo, ya no seremos ciudadanos racionales sino una turbamulta incontrolable de paralienoides, víctimas del ciego racismo contra los extraterrestres.
Pero todavía contamos con agravantes adicionales. Las sospechas de que los pobladores celestes controlan secretamente este planeta desde los albores de la historia no son precisamente apaciguadoras. Al igual que su metódica supervisión (como haría cualquier Estado Mayor antes de atacar al enemigo) de áreas neurálgicas como bases militares, instalaciones atómicas, centrales eléctricas, nudos de comunicaciones, torres de microondas, embalses de agua potable, depósitos de gas y petróleo y otros centros estratégicos vitales para la defensa y el control social de las naciones. Y en la misma dirección preocupante abundarían los vislumbres de que los foráneos, o algunos de ellos, parecieran misteriosamente conectados con la relación de sabotajes y actuaciones perturbadoras que ya hemos enumerado.
Con este puñado de indicios en la mano cabría postular la presunta hostilidad, limitada y selectiva, no de todos, sino sólo de algunos cosmonautas en particular. Si la opinión tomara repentina conciencia de tan llamativos incidentes, alarmistas aunque sean más bien raros y esporádicos, la sorpresa inicial se trocaría a no tardar en conmoción pública, y "los ánimos podrían sobreexcitarse hasta límites impensables si para colmo los venusinos presentan un aspecto inusual y antiestético vistos de cerca. Disturbios y multitudes en alocada huída sacudirían la superficie terrestre".
Las vías de comunicación quedarían bloqueadas y las fuerzas de seguridad se verían impotentes para contener la ola de vandalismo y saqueos. Habría que instaurar la ley marcial con tal de mantener el orden público y atenuar la espantada de las muchedumbres. A su vez proliferarían los suicidios y derrumbes emocionales, y los hospitales psiquiátricos terminarían abarrotados.
En este contexto más vale recordar el pavor nacional que provocó la famosa emisión radiofónica de Orson Welles, una adaptación extremadamente realista de La guerra de los mundos de H. G. Wells. En aquella fatídica noche del 30 de octubre de 1938 un millón de estadounidenses se tragaron la píldora de que los homúnculos del vecino planeta rojo comenzaban a invadir la Tierra y estaban aniquilando el sacrosanto estilo americano de vida. El país se estremeció del Atlántico al Pacífico en el mayor estallido de espanto colectivo que se recuerda. El caos tomó posesión de millares de hogares, que se aprestaron a defenderse por cualquier medio de la ofensiva marciana.
¿Estamos hoy más maduros que hace cinco décadas ante la perspectiva del vis a vis con una inteligencia extraterráquea? Tal vez no, porque en ese largo período los gobiernos han optado por desinformarnos al respecto y continuamos tan ignorantes y vulnerables como en aquellos tiempos del cuplé. El precedente del genial realizador de Ciudadano Kane es una señal de alarma a tener en cuenta, en el sentido de que una súbita puesta en escena del contacto visible es capaz de azuzar reacciones viscerales en cadena que operen como una bomba psicológica, de la que el género humano nunca pueda ya recuperarse.
Desde aquella inolvidable velada neoyorquina del año 38 las altas esferas de Washington se muestran hipersensibilizadas ante la eventualidad de informar – y acongojar – a la opinión pública sobre la problemática extramundana. Y de cara al futuro han ordenado administrar con la máxima prudencia cualesquier noticia al respecto, mediante consignas de quitarle hierro al dilema ovni y negarlo todo aunque se caiga en el ridículo. De hecho los datos suministrados por el estamento oficial han desdramatizado siempre el eventual peligro alienígena, aun a costa de ocultar y tergiversar la verdad con el cinismo habitual de los políticos.
El albur de que se desencadene una horrenda sacudida de temor a lo irreconocible está a la vuelta de la esquina, puesto que de una grey desinformada no cabe esperar más que nerviosismo y reacciones histeroides. El coste social de que en su momento oportuno (en 1947, cuando se desató la primera oleada de platillos volantes) no se haya preparado psicológicamente a la población, se materializará, ante la menor intentona de contacto sin tapujos, en un desplome de abyecto espanto animal que hará trepidar el globo. Una pandemia de terror azuzada por la circulación de rumores a cual más tremebundos sobre los invasores de otros planetas.
Todo es posible en la patología de la histeria colectiva. Y la crónica del pasado nos enseña que las guerras y dictaduras florecen en situaciones de desasosiego público. Votantes despavoridos resultan a su vez incontrolables, que es lo último que desearía un gobernante en sus cabales. Pensemos en los trabajadores, amas de casa, colegiales, funcionarios públicos, inversores, financieros, directores de empresa, obispos, jerarquías militares, ministros y jefes de gobiernos, todos ellos sobrecogidos, esperando lo peor y actuando como elementos coadyuvantes en una contagiosa estampida social. ¿Nos precipitaremos algún día en esta dantesta anarquía? No hay duda alguna: Si se propiciara a destiempo un contacto transparente, que no nos sorprenda encontrarnos con una espeluznante desestabilización a escala planetaria, en la que todos acabaremos derrotados.
Contacto y entropía económica
Tras la presentación oficial y el protocolo de rigor, y una vez normalizadas las relaciones con los transuránidas, cabe esperar que en el consiguiente toma y daca nos beneficiemos de una transferencia de ciencia y tecnología de signo revolucionario, que arrinconará como inservibles a nuestros arcaicos procedimientos industriales al uso. Sectores enteros desaparecerán barridos por remozados inventos de alta productividad, y en poco tiempo florecientes negocios quedarán arrumbados cual trastos de museo. Sin ir más lejos sabemos que los jupiterinos se desplazan en carros de fuego veloces y silenciosos, que aprovecharán disponibilidades ilimitadas de alguna suerte de energía libre. Los turistas de Sueñolandia demostrarían su buena voluntad cediéndonos la patente de un sistema de propulsión basado en algún combustible barato, inagotable y no contaminante.
¿Consecuencias? El petróleo perdería su valor estratégico, precipitando en su caída la ruina de las factorías de automóviles, desmantelables por obsoletas.
Al derrumbe de este segmento neurálgico de las economías desarrolladas seguiría el de la producción aeronáutica, "que se vería abocada al colapso en cuanto salieran de la cadena de montaje los flamantes modelos de platillos volantes, ante los cuales nuestros más sofisticados ingenios espaciales parecerían cometas motorizados".
Por su parte los heraldos de la cuarta dimensión suponemos que decidieron milenios ha conservar el apolillado deporte de matar en el baúl de los malos recuerdos. Sus cintos no lucen Colts-45, y por contagio mimético más la dinámica de la nueva situación, nuestras pistolas se nos caerían de las manos. La carrera de armamentos subsistiría en los anticuarios, por lo que dejarían de facturarse centenares de miles de millones de dólares, con sus secuelas depresivas del efecto bola de nieve en la economía. Aparte de que convertiría en desocupados (mala cosa) a los superpoderosos que hoy exprimen suculentas ganancias en dinero y poder de tantas guerras y guerrillas tribales, étnicas, civiles y nacionales (Por cierto, ¿qué vamos a hacer con nuestras 100.000 bombas nucleares almacenadas? ¿Las consumimos tirándoselas al enemigo, y así prevenimos el intolerable rosario de desgracias del paso a una economía de paz?). En el mismo limbo del olvido se desvanecería un sinfín de otras ramas del entramado industrial, que no tendrían razón de ser en el sistema productivo reciclado de arriba abajo por los axiomas económicos, de superior rango ético, imperantes en la cosmosfera.
En otro orden de cosas los asesores de las tecnocracias del espacio recomendarían como meta prioritaria poner fin a la suicida rapiña ecológica, en pro de evitar el agotamiento de los recursos (agua, petróleo, bosques, minerales, fauna, etc.). El comercio actual de materias primas, sustento económico de muchos países en desarrollo, sufriría drásticas restricciones por motivos conservacionistas, trocando a los ya pobres en miserables en este vasto sector del globo. Y volviendo a los corolarios insoslayables del contacto, al higienizarse los hábitos nutritivos de millones de personas, pasarían a primer término los alimentos naturales (vegetales de cultivo orgánico, frutos secos, huevos, leche y queso) y perderán una sustanciosa parte de su clientela la ganadería, los mataderos (¿Animales en lata?; no, gracias; los preferimos libres en la naturaleza), la pesca y manufacturas de dañinos comestibles procesados.
Igual suerte correrían las fábricas de medicamentos, ya que la dieta natural, el hábito del ejercicio físico y una vida sana, junto al remedio contra el cáncer y una prioritaria medicina preventiva, catapultarían al ostracismo laboral al grueso de la nómina de doctores, enfermeros, farmacéuticos y laboratorios, influyentes corporaciones que prosperan con la enfermedad y pierden con la salud de la población. A este respecto es oportuno el comentario de Jesús Alvarez: "La salud es el primer negocio de la humanidad, por encima de las drogas, las armas o los ordenadores". A su vez los enjuagues multimillonarios de la mafia, la prostitución, el juego, la extorsión y las drogas se vendrían abajo por sí solos, desguazados por el efecto de refinadas normas de vida y pensamiento más en consonancia con la nueva era.
Y todo lo anterior no es más que una muestra, ejemplos entre otros muchos imaginables, de múltiples profesiones y actividades empresariales que se volatilizarían debido a una caída en picado de la demanda de productos del antiguo régimen, ahora superfluos.
Por cierto que a un inmenso precio social y económico en pobreza y desempleo, al menos a corto plazo y hasta que se gestionen los oportunos ajustes, si consideramos que la prosperidad y el pleno empleo se sustentan en un consumo incesante y masivo de bienes y servicios, la mayoría de los cuales se volverán innecesarios en cuanto cortemos en seco el insensato despilfarro actual y aprendamos a gozar de los deliciosos lujos de lo imprescindible.
Un contacto cara a cara sin la adecuada preparación psicológica actuaría como una bomba en la línea de flotación del capitalismo: Superproducción, decenas de millones de parados, miseria y desesperanza, y una acongojante depresión económica junto a la cual el tristemente célebre Crack del 29 se recordaría como algo deseable. Los Martes Negros serán crónica rutinaria en Wall Street, y una frenética avalancha de vendedores de títulos inundará las Bolsas del mundo. Una convulsión económica sin precedentes, originada por el contacto inoportuno, hará naufragar la riqueza de las naciones acumulada por Occidente desde la Revolución Industrial.
¿En qué desembocaría el desmoronamiento psicológico de un vasto ejército de desocupados? ¿En una proliferación de regímenes autocráticos? No sabemos si se pondrían de moda las dictaduras como en los años treinta, pero por mucho menos ascendió el bello Adolfo al poder, aprovechando que el populacho atemorizado clamaba por un "salvador de la patria germana". No nos engañemos: Los Nunca Identificados no traerán un pollo a cada puchero como preconizaba el rey Enrique IV de Francia; al menos durante la terapia de choque del bautizo de fuego del contacto abierto. Basta pensar que "si alguna versión del socialismo y la propiedad colectiva de los medios de producción fuesen un principio de vida superior, la economía del mundo libre entraría rápidamente en barrena".
Los objetos no identificados, locomotora de la economía
Una acotación marginal: ¿Podrían los ovnis impulsar el desarrollo económico? Aunque en principio choque, tal vez sí, cual sustitutivos incruentos de los antiguos combates logísticos.
Así lo contempló al menos la Agencia Central de Inteligencia a mediados de los años sesenta, en su Report from Iron Mointain on the possibility and desirability of peace, interesante estudio prospectivo acerca de la eventual reconversión de la actual industria bélica en una economía de paz estable. Ya sabemos que la imperfecta estructura del capitalismo, regulada por leyes un tanto aleatorias del mercado, ha venido impidiendo la coexistencia de la paz con la prosperidad generalizada, pleno empleo y una tasa aceptable de expansión. Los expertos civiles no han sabido evitar que el bienestar de las fases de bonanza degenere al cabo del tiempo en una depresión, lo que se traduce en stocks invendidos, cierre de empresas, despidos y una peligrosa efervescencia social.
La elite política, hombres de negocios y grandes financieros del llamado Gobierno Invisible idearon hace mucho una solución tan inteligente como cruel a esta desastrosa secuencia de crisis periódicas: generar un insaciable y artificial agujero negro de consumo de bienes y servicios, de elasticidad ilimitada y al margen del mercado ordinario, incapaz éste de absorber el exceso de mercaderías.
Tal vórtice de extinción masiva de artículos manufacturados es ni más ni menos que la guerra. Las dos últimas conflagraciones mundiales, y los conflictos de Corea, Vietnam y el Golfo, han sido – entre otras muchas – contiendas esencialmente económicas y reactivadoras del flujo productivo, aunque respaldadas también por otras motivaciones sociopolíticas de menor calado.
Después del colapso del imperio soviético y de la clausura de la rentable guerra fría nos hemos quedado sin oponente al que apuntar los cañones. El capitalismo, con el fin de paliar sus trágicos altibajos, necesitaría enfrentar el siglo XXI con el novedoso desafío de otro enemigo ficticio y paradigmático, al que se combatiría indefinidamente mediante la tercera gran guerra. Pero en el turno del milenio las bombas de hidrógeno se almacenan por millares y ya no es posible recurrir al modelo clásico de contiendas entre naciones (que además son fuertemente impopulares), sin que precipiten una debacle atómica y el entierro ecológico del planeta, lo que coloca a los conflictos armados tradicionales fuera de juego como energizadores económicos.
La carrera espacial sumada a la Guerra de las Galaxias (S.D.I.) son ingeniosos substitutos de las luchas fraticidas en pro de mantener a tope la facturación y la nómina, pero su efecto multiplicador es limitado.
Si se quiere alejar el espectro de la recesión, sin provocar la autodestrucción del planeta y manteniendo intacto el substrato social del tejido económico, es imperativo algún remedio más enérgico.
Una alternativa eficiente y por demás diabólica consistiría en inventarse a la medida la imagen pública de un gran enemigo "carismático", inextinguible y por lo tanto a perpetuidad, el antagonista ideal, invisible y omnipresente al que, para empezar, se le atribuiría cínicamente la presunción – incomprobable – de existencia. A continuación se organizaría la más legítima de las defensas patrióticas, librando pedidos por miles de millones capaces de alimentar año tras año la hoguera económica y sin derramamiento de sangre, lo que no es poca ventaja (Programas de investigación, novedosos sistemas propulsivos, armas de vanguardia, dispositivos de alta tecnología como el S.D.I., vehículos futuristas, asalto preventivo a otros astros, etcétera).
Ningún contendiente más intangible y ambiguo, y por tanto mejor manipulable ante la opinión, que una fantasmal Amenaza Extraterrestre, surrealista invasión marciana a la que cabe asignar todas las malas intenciones y perversidades imaginables, sin necesidad de demostrarlas. Con el bendito propósito de no precipitar a la sociedad civil en una calamitosa economía de paz, la CIA en su citado informe Iron Mountain ha barajado la posibilidad – que no es ciencia / ficción – de que el Pentágono orqueste otra reciclada guerra fría de dimensiones cósmicas y adaptada a la era del espacio, bajo la coartada de "prevenir un ataque interplanetario".
Pugna que iría precedida, como todas las batallas, por otra guerra psicológica de lavado de cerebros y exaltación de los ánimos que allane la inercia popular, en una vasta campaña de persuasión colectiva tendente a sembrar la aversión hacia los malvados ufonautas, y avivar un miedo difuso a la par que cierta tensión belicista contra "los dinamiteros de la especie humana". Un estado de opinión que justifique subsiguientes inversiones en preparativos militares en gran escala.
Con todo habría que escenificar el detonante previo de un nuevo Pearl Harbour, es decir, inyectar una potente dosis de adrenalina patriótica capaz de levantar en pie de guerra a una ciudadanía hedonista absorta en la tranquila felicidad del consumismo.
A estos efectos con la tecnología actual sería factible simular una ofensiva de los ganimedianos proyectando imágenes holográficas en el firmamento, amén de la exhibición de ingenios aéreos de frontera que se harían pasar por platillos volantes agresores. Como alternativa opcional, y para el caso de que nuestros inexistentes "enemigos" iniciasen un contacto abierto desde el espacio exterior, el pacífico intento de acercamiento podría ser arteramente tergiversado por los servicios de inteligencia, presentándolo ante la opinión como una temible invasión alienígena. El gran pretexto capaz de justificar un titánico esfuerzo industrial necesario para poner en marcha "la defensa permanente de nuestro espacio jurisdiccional en el cosmos", y de paso reavivar la demanda hasta el fin de los próximos tiempos.
El lector estará pensando que todo lo anterior suena a fantaciencia. Pues bien, en un discurso dirigido el 3 de diciembre de 1985 a los alumnos de un colegio de segunda enseñanza en Fallston (Maine), Ronald Reagan reveló que en su reciente cumbre de cinco horas con Gorvachov en Ginebra, ambos dignatarios habían acordado olvidar sus diferencias y aunar el doble poderío militar de EE.UU. y Rusia, en la eventualidad de que se produjese un ataque contra la Tierra desde otro mundo. Y refiriéndose de nuevo a una posible confrontación interplanetaria, el Presidente americano expresó el 3 de mayo de 1988, ante el Foro Nacional de Seguridad Estratégica, que la humanidad se uniría en un solo bloque para hacer frente a una amenaza extraterrestre.
Derrumbe de las instituciones
Si yo tuviera una escoba... ¡cuántas cosas barrería!, rezaba una cancionceta de mediados de los setenta. Tantas cosas como se llevará por delante el huracán del contacto. El panorama de lo que derribarán las trompetas de Jericó en el contacto público es de nunca acabar. Los efectos de la metalógica extraterrestre, calcada de vigentes utopías siderales, resultarían devastadores para nuestro sistema de creencias y las actuales relaciones de poder / sumisión. También serían violentamente trastocados la razón de ser y el rol de los individuos en la arcaizante sociedad que dé paso al contacto.
En contraste con el avanzado saber y acatamiento de las leyes naturales por parte de los pensadores de la Vía Láctea, los periclitados dogmas de nuestras ciencias experimentales fenecerán arrumbados tal inservibles elucubraciones del ayer. El influyente lobby de los científicos correría una suerte paralela, pasando con más pena que gloria a la prejubilación o a los improvisados crash courses de reciclaje acelerado. En tal sentido es de temer una parálisis de la investigación y la creatividad individuales – motores del progreso – como resultado del reconocimiento de que nuestros datos científicos se han convertido por sorpresa en curiosas antiguallas.
Si el Dia D los jerarcas de Ganímedes descienden de sus mansiones aéreas, traerán bajo el brazo su propia heterodoxia filosófica, de la que ya nos han adelantado profusos vestigios en los escritos inspirados a los contactados. Los postulados ontológicos de estas razas pensantes son como el pleno día contrastados con la noche oscura de nuestra alma discursiva. Las especulaciones que en este mundo han sido desde Platón a Wittgenstein, con todas sus honrosas excepciones, habrá que aparcarlas como el más interesante folklore intelectual, a cambio de los paradigmas cósmicos impartidos por los extranjeros de la Galaxia. En los cuales sugieren que compartimos – ellos y nosotros – un mismo pluricosmos multidimensional regido por la ley y el orden, matriz de infinitos universos paralelos que coexisten interpenetrados; universos subdivididos a su vez en planos existenciales conformados por diferentes frecuentes vibratorias; niveles éstos imbricados – cada uno de ellos – mediante específicas categorías de "materia física"; y como sería de esperar, todos ellos poblados por incontables especies subhomínidas y superhumanas, comprometidas en una eterna ascensión evolutiva de signo heterocéntrico (lo contrario del egoísmo) y meritocrático; o lo que es lo mismo, aprendiendo en carne propia y por experiencia directa a vivenciar el trial and error (asimilar equivocándose) en estadios cada vez más complejos y perfeccionados, en el curso de un inagotable periplo desde el electrón hasta el Absoluto.
Por todos los indicios se avecina un relevo contactológico en la tradición filosófica, contaminada por el subjetivismo de nuestro rincón biosférico y pergeñada en una provinciana torre de marfil, de espaldas a la realidad pluridimensional vigente en la cosmocracia. Podemos apostar a que nuestro vademécum filosófico va a resultar incompatible con la removedora mutación del contacto, hasta reducirse a una hermosa inutilidad a relegar con nostalgia en el desván de la historia del pensamiento en este orbe paradójico tan atrasado como electrizante.
La consecuencia es que en la postmodernidad exosférica necesitaremos estrenar una metafísica de nuevo cuño, bien adaptada al desafiante esquema de las cosas que es moneda corriente en el hipercomplejo ensamblaje de orbes, entes y circunstancias que glorifican la ubérrima cosmosfera que por fortuna es nuestro hogar. Más nos valdría por consiguiente ir preparando ya alguna suerte de Guía del Infiniverso capaz de orientarnos cuando en un futuro nos enfrasquemos en la aventura de la exploración del inimaginable omniverso que sin saberlo habitamos, cuyas compuertas serán abiertas para el hombre por primera vez en la historia gracias al contacto en masa. Hará las veces de un pasaporte a otros mundos que nadie nos regala, y que habremos de ganarnos mediante el esfuerzo evolutivo individual, con la generosa perspectiva de que el homo sapiens protagonice en directo y a tumba abierta los infinitos atributos, situaciones y experiencias que nos aguardan en la unisfera.
En el plano de la religión las purificativas brisas del contacto aventarán definitivamente los dogmas cristalizados, que siglo tras siglo han aherrojado la libertad de pensamiento del hombre y su derecho a buscar la verdad por sí mismo. Y se llevarán de paso la razón de ser de iglesias y sectas, al entrar en vigor concepciones universalistas de la ética que priva en el multicosmos, y la permisible comunión vis a vis con el campo energético del Todo. Para unirnos a lo Alto ya no dependeremos de "conectadores" profesionales revestidos de hábitos talares. Un catártico vendaval intragaláctico amenaza así con dinamitar el statu quo religioso, minado por la esclerosis y el estancamiento. Según el catecismo alienígena, gozamos del derecho a una relación individual, privada y directa con los hipotéticos y más encumbrados poderes superiores, sin necesidad alguna de intermediarios, rituales, templos ni funcionarios clericales. El "pueblo elegido" bulle sin exclusivismo alguno en el planeta entero, y el único sacramento natural subyace en el corazón del hombre, un ser autónomo capacitado para ascender – o incluso involucionar – libremente a su aire en cualesquier escala de Jacob imaginable.
Una vez el contacto en marcha no pervivirá excomunión alguna, puniciones postmortem, ira de Jehová o ángel exterminador con los que seguir amenazando a una población liberada. Nadie podrá de ahí en adelante firmarnos el salvoconducto hacia un fuego eterno inexistente. Las Inquisiciones se pudrirán en el arca de los pésimos recuerdos, velando a la arrogante hipocresía, la pompa y una refinada crueldad disfrazada con ropajes espirituales. Las mundanales estructuras eclesiásticas se desintegrarán por sí solas como un castillo de naipes, agotadas por su carencia de cimientos legítimos y haberse extinguido su demanda social. Y las cataratas de sangre, sudor y lágrimas en nombre de Dios se habrán desvanecido en la estela de la historia, esperemos que para siempre.
En cuanto a la unificación semántica, al general De Gaulle le debemos un irónico epigrama referido a la patria de Descartes: Un país con 2.000 variedades de quesos es ingobernable. Lo mismo cabe argumentar de nuestro solar planetario, cuadriculado por millares de incomunicables reinos de taifas lingüísticos. Es de cajón que el contacto conllevaría la derrota de Atila y una hegemonía de los "unos": Una sola nación en todo el mapa mundi, un gobierno único y naturalmente la abolición de la torre de Babel para dar paso a un idioma común: Inglés, esperanto o algún léxico simple y racional traído de las estrellas.
Tarde o temprano el contacto instaurará asimismo un "fin de las ideologías", el régimen político puesto a prueba en otros astros que han racionalizado su modus vivendi, que no es otro que el autogobierno por el propio individuo responsable. Una vez que todo el mundo haga de motu propio lo que le corresponde, el Ejecutivo estatal cumplirá a lo más funciones subsidiarias de arbitraje, gestión de excepciones y coordinación de conjunto. El único residuo de teoría política sobrevivirá en la consecución de la justicia y el bien común. En semejante impasse de atonía ideológica, capitalismo / comunismo, derecha / izquierda, idearios de partidos y manifiestos electorales pasarán a ser rememoranzas fuera de contexto.
En otro orden de cosas, cuando nos explote entre las manos el seísmo doctrinal del contacto sufriremos más de un traumatismo, pero el primero será de naturaleza mental. El bulldozer alienígena se apresta a desalojarnos sin contemplaciones del microclima pueblerino y de los bienamados ideales en los que hemos crecido, y arrasará el tinglado de nuestras más arraigadas – e infundadas – creencias. Una vez enfrentada a la revolución exosférica, más radical aún que la copernicana, la humanidad se vería presionada a expandir de forma dramática sus horizontes psicoemocionales, si pretende dar cumplida acogida a la nueva revelación.
¿Pero lograríamos vencer la inercia y cerrazón mental causadas por prejuicios ancestrales que nada tienen que ver con la realidad cósmica? Se barrunta un fortísimo impacto intelectual, diseñado por los gestores del contacto en orden a remodelar de arriba abajo la mentalidad colectiva, y acomodarla a la axiomática generalmente aceptada por las civilizaciones líderes en el omniverso. La gente corriente, sin una base cultural y sumida en las rutinarias preocupaciones de la vida diaria, no está capacitada para asimilar de buenas a primeras el torrente de heterodoxia galáctica que se nos echa encima. Llegado el crítico Momento Cero, la desorientada manada terrestre, incapaz de amoldarse a los ampliados horizontes conceptuales importados de otras dimensiones, puede caer en la desesperación y se encaminará hacia un desequilibrio colectivo, a un auténtico colapso en el campo de las ideas y sentimientos.
Considerando que al igual que el orgullo del hombre sufrió un rudo golpe al pasar de complacerse como el motor de la Creación a un modesto heliocentrismo, nos aguarda en el vecino milenio otra epatante sacudida, ésta tal vez insuperable, por el próximo desplazamiento a una hipótesis cosmocéntrica, en la que ya no seremos el alma y corazón de ningún universo, y mucho menos su especie rectora. Y en cuanto quede pulverizado el opio tan consolador de que otras esferas nos rinden pleitesía, se esfumarán de golpe 5.000 años de culto sedante al ego narcisista del homo in-sapiens, dejando en su lugar el reinado de la inseguridad y un lóbrego vacío. Situación tan desoladora no es raro que degenere en una pandemia de depresiones psíquicas.
Seamos realistas y no aspiremos a absorber sin tribulaciones el evangelio del heterocentrismo (el prójimo y el bien general antes que yo mismo), instaurado como regla fáctica en el multiverso. Ni la noción complementaria insuflada por el Espacio de que somos humildes aunque insustituibles piezas en la gran maquinaria cosmosférica; y que nuestra misión en la vida consiste en colaborar tal engranajes sinérgicos para el óptimo funcionamiento de la Totalidad.
La verdad omniversal nos hará libres, pero al mismo tiempo puede anonadar a un linaje calcificado por la egopatía crónica, teniendo en cuenta que "el desafío de los nuevos valores amenaza lo que a lo largo de la historia ha proporcionado al ser humano apoyo, confort interior y seguridad".
¿Cuál será el impacto de este brusco páramo ideológico en la conciencia colectiva? Es de prever que cuando el contacto desmorone el conformista mapa intelectual de gran parte de los ciudadanos, y con sus creencias más entrañables echadas por tierra, mucha gente desilusionada y sin metas se hundirá desmoralizada en el nihilismo; carne de cañón para la demagogia de los explotadores de turno interesados en que no prospere el contacto. Del mismo modo se haría pedazos la confianza popular en el gobierno, una vez que se descubra el monstruoso engaño sobre los ovnis alimentado por la estratosfera política desde la segunda guerra mundial.