EL FUEGO DEL DRAGON

BOLETIN MENSUAL DE OVNILOGIA

Nº 51 – Noviembre de 2002

 

Editado por Carlos Alberto Iurchuk

La Plata – Argentina

iurchuk@netverk.com.ar

"El Dragón Invisible"

http://dragoninvisible.com.ar


Se permite la reproducción parcial o total, por cualquier medio, de los artículos presentados en este boletín. Si así se hiciere, se agradecerá la notificación al autor del artículo y al editor del boletín.


OVNIs derribados: ¿presagio de una próxima guerra?

 

Scott Corrales

Bradford – Estados Unidos

lornis@aol.com

 

Durante el mandato del presidente Clinton, el gobierno americano aseguró que no existían planes para contrarrestar una posible invasión extraterrestre. Sin embargo, los superordenadores Cray del Pentágono tienen asignados símbolos para posibles emplazamientos militares en la Luna. Pero, si no había rusos en la Luna ¿contra quién se defendían?

 

Hace ya varios años, en pleno furor ufológico de los 90, el que esto escribe produjo varios artículos sobre los encuentros entre la fuerza aérea de los EE. UU. y los objetos que conocemos como OVNIs, sin importar que la procedencia de los mismos haya sido extraplanetaria o extradimensional. Aunque la USAF llegó a afirmar durante el régimen del presidente Clinton que no existían planes para contrarrestar una posible invasión extraterrestre entre los miles de posibles escenarios bélicos considerados por el Pentágono, la evidencia disponible al público sugiere algo completamente distinto.

Los militares estadounidenses no sólo han diseñado varios sistemas para la detección de objetos provenientes del espacio exterior, sino también han diseñado varios elementos de la Iniciativa de Defensa Espacial (SDI, por sus siglas en inglés) con el propósito de repeler amenazas provenientes del espacio o con bases en el espacio. Mucho antes de fraguarse cualquier intento de defensa a nivel planetario, los superordenadores Cray del Pentágono ya habían asignado símbolos para posibles emplazamientos militares en la Luna y en cualquier punto orbital donde fuese necesario colocar armamento bélico (Journal of Atomic Scientists, 1997).

Aunque el pretexto en aquella época que parece tan remota consistía en "ganarle a los rusos", no había rusos en la Luna ni en ningún otro punto orbital, así que ¿contra quién nos defendíamos?

 

Disparando contra lo inexplicado

 

Ya no es cosa de rebuscar libros y revistas olvidadas para encontrar evidencia de los encuentros armados entre los ejércitos del mundo y lo desconocido. Dichos casos siguen sucediendo en nuestros días sin que el público general se entere.

En la noche del 23 de febrero de 2001, a las 10:45 p.m. un objeto rojo, ovalado, de grandes dimensiones, cuya cubierta superior se asemejaba "a las torres de un gran castillo oscuro", voló de oeste a este sobre la población de Collaroy en Nueva Gales del Sur, Australia, antes de perderse en el mar.

La aparición del objeto tampoco fue fugaz: los testigos pudieron contemplarlo por casi quince minutos desde las calles de Collaroy. El aparato desconocido emitía un ensordecedor ruido "parecido al de cien motocicletas arrancando a la vez" que causó que muchos de los ciudadanos saliesen a ver de qué se trataba. El estrépito conmocionó a los huéspedes de un hotel en dicha ciudad, que pudieron seguir la trayectoria del intruso desde las ventanas de sus habitaciones. ¿Se trataba, acaso, de un vehículo averiado?

La fuerza aérea australiana informó que cuatro objetos cuya descripción coincidía con la del "ruidoso" de Collaroy habían sido detectados horas antes el mismo día sobre la ciudad de Darwin, en el extremo norte del continente australiano. La detección de los mismos produjo el scramble de cinco cazarreactores de la RAAF cuyas instrucciones eran clásicas: "interceptar, pero sin disparar", sólo que en esta oportunidad las reglas del juego cambiarían un poco.

Los cazas de la RAAF pudieron acercarse lo suficiente a los cuatro objetos extraños, que giraban sobre sus bases al desplazarse y tenían forma hemisférica rematada con una pequeña torreta superior (casi una modificación del clásico platívolo de McMinnville, fotografiado sobre dicha ciudad estadounidense en la década de los '50).

El informe de la fuerza aérea australiana indicó que uno de los cuatro intrusos llegó a volar lado a lado con uno de los interceptores, avanzando al mismo ritmo – detalle sumamente desconcertador para el piloto – antes de "saltar" sobre el avión para ocupar su retaguardia. Fue entonces que se produjo el momento más estremecedor del encuentro entre los aparatos bélicos de nuestro mundo y los extraños objetos voladores: uno de los interceptores disparó una ráfaga de balas contra uno de los OVNI sin producir ningún daño aparente.

La persecución OVNI continuó en dirección hacia el sur, pero los aviones de guerra se vieron obligados a desviarse hacia la base aérea Richmond para repostar combustible. Horas más tarde, los vecinos de Collaroy presenciarían la llegada del objeto ruidoso.

Al día siguiente, aparatos de la fuerza aérea y marina australianas sobrevolaron Collaroy repetidamente; un enorme avión de carga voló a una velocidad y altura considerablemente bajas sobre la región con sus compuertas de carga abiertas, como tratando de localizar algo.

Los investigadores Bill Chalker y Peter Khoury no tardaron en desplazarse hasta Collaroy para confirmar los hechos y entrevistar a los testigos. Se produjo la curiosa casualidad de que el lugar en el que se desvaneció el OVNI ruidoso – sitio conocido como Elanora Heights – tenía fama de ser un sitio preferido por los objetos extraños para aparecerse y desaparecerse. Los habitantes de la zona habían dado parte a las autoridades a mediados de los '90 sobre "explosiones de luz" y objetos brillantes que se materializaban allí antes de desplazarse vertiginosamente hacia el oeste o el norte.

Chalker y Khoury descubrieron que los vecinos de Elanora Heights habían sufrido experiencias sumamente raras por causa de este punto de materialización y desmaterialización: en una ocasión se produjo una "onda" que hizo parecer que toda la tierra hacia el noroeste se ondulaba como si fuese agua. Dos vecinos cuya casa se encontraba sobre un acantilado se vieron "proyectados" unos 10 metros hacia el suroeste, de manera que les era posible ver el patio de la casa de sus vecinos, algo que no era normalmente posible. Después de esta extraña ondulación del terreno y de la realidad visible, se escuchó la descarga de una explosión.

 

Pilotos a la defensiva

 

El 20 de julio de 1975, el comandante William B. Royce realizaba vuelos de entrenamiento con un estudiante a bordo de un T-37 sobre la base aérea Williams de la fuerza aérea estadounidense en el desierto de Mojave, cerca de la población de Chandler. Royce se encontraba enfrascado en la tarea de enseñarle a su pupilo cómo alinear el morro del avión con la pista de aterrizaje a cinco millas de distancia, cuando un objeto color anaranjado rojizo apareció de la nada y pasó de largo al T-37.

El estudiante se quejó de la falta de cortesía del otro piloto, pero Royce tomó los mandos de T-37 y ejecutó una veloz evasiva, advirtiendo a su estudiante: "No es uno de los nuestros".

El comandante tomó la decisión repentina de perseguir el objeto, a pesar de que su avión de entrenamiento carecía de armas. Revisando el reloj de combustible, el comandante decidió que sería posible alcanzar al intruso sin problemas. Al alcanzar unos cuatro mil pies de distancia de su objetivo, a una velocidad de 380 millas por hora, Royce pudo observar que se trataba de un objeto con forma de platillo, cuyo metal estaba calentado a temperaturas tan intensas que le daban el brillo anaranjado rojizo. El objeto parecía tener una especie de hendidura en que podía ser una puerta o ventanilla recesada.

Justo cuando Royce pensó en acercarse más al objeto, el platívolo ascendió repentinamente, aumentando la distancia que lo separaba del avión de entrenamiento.

El comandante y su estudiante regresaron a la base Williams, prefiriendo no comentar sobre su encuentro. Posteriormente, Royce le diría al escritor Rufus Drake: "Sé de un piloto que alcanzó a volar lado a lado con un OVNI y llegó a detectar ventanillas en el objeto... algunos de los muchachos piensan que estos intrusos provienen del espacio exterior, sin duda".

Algunos años antes, Carol Johnson, vecina de Tucson, Arizona (EUA), supuestamente presenció la persecución de un OVNI por interceptores Grumman A-7 provenientes de la base aérea Davis-Monthan. El evento, ocurrido en Febrero de 1972, se produjo sobre los cielos de Tucson; Johnson pudo ver la formación de tres interceptores acercándose al objeto desconocido, cuyas dimensiones superaban las de los aviones de guerra por mucho. Justo antes de que los interceptores alcanzasen su objetivo, el OVNI desapareció por completo, como si jamás hubiese estado.

La señora Johnson afirmó que los interceptores realizaron una serie de maniobras de búsqueda, pensando que el objeto desconocido pudo haber aterrizado repentinamente. Según el investigador Kevin Randle, afiliado en aquel momento al célebre grupo de investigación APRO, los radaristas de la base Davis-Monthan habían captado el objeto en sus radares, y también existía la posibilidad de que las ametralladoras fotográficas hubiesen captado la desaparición del objeto. Treinta años después, el silencio de la USAF sobre dicho avistamiento sigue siendo sepulcral.

Meses después, en diciembre de 1972, el capitán Richard Bowers tendría su propia experiencia con lo desconocido mientras que volaba su interceptor F-100 Super Sabre a 43,000 pies de altura al norte de Fayetteville, Carolina del Norte, ejecutando maniobras para regresar a la base aérea Pope. La torre de control de la base advirtió al piloto que alguien le venía pisando los talones, sugiriendo que podía tratarse de un piloto privado. Bowers quedó sorprendido, ya que a ningún piloto de avioneta se le ocurriría volar a dicha altura.

Al mirar hacia atrás, Bowers pudo ver un resplandor rojizo. Inclinando su cazarreactor lateralmente al virar hacia la derecha, el piloto de la USAF quedaría sorprendido al ver un objeto cuyas dimensiones correspondían casi a las de su interceptor, sólo que era circular y despedía una extraña luz roja. El interceptor trató en vano de esquivar al intruso, que parecía no tener intención alguna de despegarse de él. Por espacio de diecisiete minutos, el capitán Richard Bowers ejecutó maniobras de evasiva que jamás había realizado desde la guerra de Vietnam, virajes y caídas en picada que fueron vistas desde la tierra por los ciudadanos de Fayetteville, que no dudaron en comunicarse con su periódico y dar parte del suceso.

El OVNI se cansó de aquel juego de "gato y ratón" y se alejó vertiginosamente. Con sus reservas de combustible casi agotadas, el capitán Bowers pudo aterrizar en la base Pope. Su primera acción en tierra consistió en dirigirse a la oficina del jefe de escuadrón para decirle que los OVNI eran algo real, que posiblemente eran hostiles, y la USAF debía hacer algo para garantizar la seguridad de sus pilotos. El exabrupto le ganó una transferencia a una base militar en el oeste de EUA y que fuese dado de baja del servicio activo poco después. Bowers falleció en 1977, convencido de que la fuerza aérea conocía de sobra la naturaleza del objeto que le había atormentado aquella noche en Carolina del Norte.

 

OVNIS derribados

 

Sin embargo, la superioridad de los objetos desconocidos no es absoluta: la iniciativa de destape de información denominada "Project Disclosure", encabezada por el ex-médico de urgencias Steven Greer, ha dado a conocer el testimonio de varios pilotos que afirman haber derribado OVNIs con sus armas.

El cabo de marina John Weygandt, uno de los testigos entrevistado por Greer para posibles vistas ante el congreso de los Estados Unidos, declaró haber participado en las labores por recobrar un objeto de gran tamaño (veinte metros de largo por diez de ancho) que había sido derribado por elementos de la fuerza aérea peruana en 1997. Weygand recibió órdenes de resguardar el lugar del estrellamiento con un destacamento de marines.

El objeto había chocado contra un peñasco y se había incrustado en él, dejando a su paso un líquido viscoso de consistencia parecida al jarabe, pero de color verde violáceo. El objeto emitía un sonido "parecido al de un amplificador después de que se desconecta una guitarra eléctrica", según Weygandt, un zumbido que se redujo en intensidad a la par que el objeto dejaba de funcionar. A pesar de haber realizado la misión encargada, Weygandt fue blanco de hostigamiento por un teniente coronel que le hizo firmar documentos mediante los que se comprometía a nunca hablar del asunto. El cabo interino guardó silencio hasta el 2001.

Otro participante en el destape OVNI, el sargento Clifford Stone, mundialmente reconocido por sus investigaciones en torno a las operaciones de rescate "Moondust / Bluefly" de los EUA, manifiesta no estar sorprendido por estos relatos: "[los OVNIS] representan una tecnología falible, hecha por criaturas tan falibles como nosotros mismos". Prueba de ello, agrega Stone, lo son los aparatos no terrestres derribados accidentalmente por sistemas de radar en tierra.

El objetivo principal del Dr. Greer y sus esfuerzos destinados a que el gobierno de EUA celebre vistas sobre el fenómeno OVNI tiene que ver con la militarización del espacio y los proyectados sistemas antimísiles. "Se nos ha informado", declara Greer en su ponencia, "que el susodicho programa "Guerra de las Galaxias" (Star Wars) realmente tiene por mira encubrir el desarrollo de un sistema bélico diseñado para rastrear y destruir aparatos de procedencia extraterrestres mientras que estos se acercan a la Tierra o penetran nuestra atmósfera".

Citando al padre de la astronáutica como la voz más estridente contra el militarismo espacial, Greer añade: "Nadie menos que Wernher Von Braun advirtió, en su lecho de muerte, sobre la locura de tal proyecto, sin que sus palabras hayan surtido ningún efecto aparente".

Parece ser que en 1974, el doctor Von Braun advirtió a su ayudante, la Dra. Carol Rosin, sobre el gran peligro que se cernía sobre la humanidad si la carrera armamentista se extendía al espacio. Curiosamente, Von Braun señaló que el gobierno estadounidense utilizaría varios pretextos – la URSS, el peligro de asteroides chocando contra la Tierra, etc. – para popularizar la iniciativa de defensa espacial entre el público estadounidense.

Pero estos sistemas defensivos que tanto temía el doctor Von Braun siguen su desarrollo a un ritmo acelerado, sobre todo después de que el gobierno de los EE.UU. anunciara en diciembre de 2001 que se desvinculaba de tratado de mísiles antibalisticos (ABM, por sus siglas en inglés) firmado por los presidentes Richard Nixon y Leonid Brezhnev en la década de los '70.

Quince años antes, en 1985, la U.S. Department of Energy pregonaba el éxito de su experimento de energía dirigida denominado MIRACL (Laser Quimico Avanzado de Medio Rango Infrarrojo), que destruyó exitosamente un lanzador de proyectiles balísticos. Después de este sistema, los EE.UU. implementaron el primer haz de partículas, experimento que involucró la irradiación de una ojiva nuclear simulada con un haz de protones de alta intensidad, resultando en la detonación del explosivo dentro de la ojiva. En la primavera de 1989, el Láser Químico Alfa resultó exitoso durante sus pruebas iniciales como candidato para un posible arma de rayos de uso espacial.

Pero la investigación no se ha circunscrito a los mortales rayos de energía dirigida: el Lanzador Electromagnético Thunderbolt, uno de los conceptos para un "cañón electromagnético" producidos bajo SDI, tiene el potencial para disparar proyectiles a una velocidad en exceso de 8.6 millas por segundo. Estos pequeños pasos hacia un mundo hasta ahora desconocido de armamentos ofensivos comprueban que estamos desarrollando la capacidad de defendernos contra una amenaza mucho mayor que las armas nucleares de países enemigos. Esta es la posibilidad que tanto temor ha ocasionado entre Greer y sus correligionarios.

El Proyecto Disclosure pide, por último, que "se haga cumplir la veda sobre las armas en el espacio, y prohibir el rastreo de cualquier objeto extraterrestre, puesto que dichas acciones son injustificadas y pueden poner la especie humana en peligro". En vista del afán militar del régimen de Bush, y su falta de miramientos en cuanto al desarrollo de sistemas bélicos avanzados, las esperanzas son pocas.


Los motivos del no-contacto extraterrestre

Consecuencias socioeconómicas y geopolíticas de un eventual contacto abierto

(Séptima parte)

 

Ignacio Darnaude Rojas-Marcos

Sevilla – España

ignaciodarnaude@galeon.com

 

Engaño colectivo por duplicado

 

Se ha comentado inclusive en la revista británica Flying Saucer Review el montaje de una vasta maquinación dual de descrédito del fenómeno extramundano, la llamada Doble Decepción, operativa orquestada en orden a mantener en Babia a la grey que calla, asiente y se droga con el fútbol y la televisión. Se trata de un pacto implícito harto maquiavélico entre los poderes fácticos, aterrados de perder lo mucho que niegan a sus "administrados", y los capitanes de los comandos etéricos, quienes obedecen cual disciplinados súbditos de la cosmocracia la terminante prohibición de intervenir visiblemente en los quehaceres terráqueos.

Debido a tal cautela ambos bandos – abajo y arriba – se complementan al unísono con el fin de interceptar, antes de que logre acceder a la prensa y pequeña pantalla, cualquier información altamente sensitiva que haga peligrar el tasado anonimato de las actividades clandestinas de los ufonautas. Cielo y Tierra están vivamente interesados en yugular de mutuo acuerdo el menor amago de terminar con la ignorancia del público.

Y para alcanzar este objetivo de alta prioridad han venido trabajando de consuno y sin el menor fallo a lo largo de medio siglo, auxiliándose mutuamente con tal de inhabilitar a los ocasionales soplones desmandados, cuando algún osado fuera de control amenaza con levantar imprudentemente el opaco Telón Interplanetario.

El singular acuerdo tácito Tierra / Espacio explicaría uno de los más impenetrables misterios de la ufología: El por qué en tan extenso período, y en el país más ávido de sensacionalismo, celebridad y dólares del mundo, nadie ha sido capaz de airear jamás en la prensa y TV, entre las muchas existentes, ni una sola prueba incontestable de la sosegada invasión marciana. Nos referimos a las numerosas fotografías, cuerpos, restos y análisis demostrativos (autopsias, tests biológicos y metalográficos, etc.) referentes a platillos y pasajeros recuperados, que los que deciden en el supragobierno americano resguardan desde mediados de siglo en archivos ultra secretos. Todos estos aparatos, humanoides, documentos y materiales, de trascendental interés y terrible impacto social, han sido manejados desde 1947 (caso Roswell) por sucesivas hornadas de responsables, técnicos y expertos, individuos que habrán de sumar a estas alturas bastantes millares: Hablamos concretamente del Presidente; miembros de la comisión Majestic-12 (órgano del máximo nivel responsable de controlar el problema E.T.); altas jerarquías de Washington; generales y mandos de los tres ejércitos; policía militar y fuerzas de seguridad; testigos presenciales de diverso calibre; fotógrafos de los ingenios y cadáveres; biólogos y analistas químicos; especialistas en propulsión de vehículos aéreos amén de ingenieros y mecánicos dedicados a copiar los motores de los discos capturados; personal de los camiones y aeroplanos a bordo de los cuales se han trasladado los diversos restos; empleados y mantenedores de los nutridos archivos (en varios lugares del país) donde se resguardan tantos E.B.E. (Entidades Biológicas Extraterrestres), instantáneas fehacientes y documentos confidenciales; oficiales del Estado Mayor; Secretarios de Defensa; directores y altos mandatarios que desde finales de los cuarenta han ido tomando el relevo en la CIA, NSA (National Security Agency), DIA (Defense Intelligence Agency) y otros servicios de inteligencia y departamentos castrenses. También redactores de los muchos memorandums explicativos – eyes only con destino a los sucesivos inquilinos de la Casa Blanca, el Pentágono, la Central Intelligence Agency y demás organizaciones de la defensa y el espionaje; y finalmente las innumerables esposas, hijos, amantes, familiares, compañeros de profesión, psicoanalistas y amigos íntimos de todo este ejército de personas que "saben demasiado". Quienes siendo humanas, en momentos de intimidad, cuando hayan trasegado algunas copas de más, y sobre todo en su lecho de muerte; y en particular los ya jubilados que tienen menos que perder: pues bien, a no dudar esta caterva de "enterados" más de una vez se habrán ido de la lengua dejando caer sabrosas e inolvidables confidencias en torno a "los platillos y marcianos que yo tuve la suerte de ver y tocar". Y sin embargo los que han escuchado estas confesiones han guardado un mutismo sepulcral. ¿Por qué?

Que ninguno de tales artefactos, entidades biológicas, explosivos documentos y constancias gráficas haya trascendido al gran público en medio siglo, con tanta gente que ha participado directamente en los hechos, y sobre todo en los Estados Unidos de América, meca del sensacionalismo periodístico donde el que hace este tipo de revelaciones se vuelve en el acto estrella y millonario, es sencillamente imposible.

"El hecho de que en tantos años ninguna jerarquía militar ni agente de la CIA haya sustraído de archivos oficiales top secret fotografías de aparatos siniestrados o de sus tripulantes, para publicarlos urbi et orbi a cambio de fama y grandes sumas de dinero, indica el montaje de una irresistible conspiración paralizadora, tan poderosa como fantásticamente dura y cruel, que nadie hasta hoy ha sido capaz de desafiar a un sistema tan represor y al mismo tiempo sobrevivir".

La única explicación imaginable – por muy traída por los pelos que pueda parecer a primera vista – del mantenimiento indefinido de un secreto a voces tan apasionante y espectacular, residiría en el hecho de que los propios extraterrestres, valiéndose de sus dispositivos de avanzada ingeniería psicológica, y en pos de reforzar las ya casi infalibles acciones disuasorias puestas en juego por el gobierno, estén monitorizando un seguimiento individual de los pensamientos e intenciones atribuibles a los numerosos responsables que en su día fueron testigos de o han protagonizado los grandes eventos ufológicos. Con este control de ciencia / ficción extirparían en origen cualquier fuga residual de información altamente sensible. El espionaje E.T. se centraría en el colectivo de personas que hace años tuvieron acceso inmediato a las pruebas, quienes en un eventual descuido de la vigilancia tal vez hurtaran algún resto o material, informe, foto o xerocopia, demostraciones inapelables que pueden revelar en el momento más inesperado, y que harían pedazos el secreto absolutamente inviolable con el que operan nuestros amigos de las naves nodriza.

La acción supletoria E.T. consistiría en neutralizar uno por uno – suponemos que por métodos incruentos – a todos los implicados que se hayan propuesto dar curso a la noticia más sensacional de la historia del periodismo, impidiéndoles publicar, con una u otra artimaña disfrazada de incidentes aleatorios, la bomba informativa que estaban a punto de entregar en la redacción digamos del New York Times.

Hay que matizar que el fantástico control inhibitorio – individuo por individuo – ejercido por los alienígenas es subsidiario, y se aplicaría exclusivamente contra los pocos elementos que hayan burlado la secretista barrera terrenal. El último recurso de la intervención exógena estaría previamente secundado en el mundanal ruido por los policías, agentes secretos y secuaces paramilitares encargados de resguardar a cualquier precio "el mayor secreto de los tiempos". Estos esbirros del poder serían los ejecutores del necesario trabajo sucio consistente en las extorsiones, mordidas millonarias, amenazas contra la vida e incluso asesinatos camuflados de los valientes quijotes que, arrostrando cualquier peligro, hubieran decidido pese a todo contar la verdad. Sólo entonces serían interceptados por las patrullas E.T.

Hemos hecho más de una referencia a los ovnis estrellados, y nos va a ser útil cierta aclaración al respecto. Es de lo más significativo que muchos de los aparatos siniestrados se hayan depositado en tierra siempre en parajes desérticos (al abrigo de testigos); en el suroeste de los EE.UU. (donde se fabricaron las pioneras, superdestructivas y contaminantes bombas atómicas poco antes de 1947, ¿otra simbólica casualidad?); y chocados contra el terreno con inverosímil suavidad, a tal punto que sus carlingas y aviadores han sido recobrados casi intactos.

Esta rara conjunción de circunstancias a todas luces manipuladas, que han facilitado el mantenimiento del secreto de cara al gran público, y al mismo tiempo propiciaron la aportación de restos fehacientes en buen estado a la cúpula del poder, hace sospechar que no se trata de cacharros averiados ni de verdaderos percances aleatorios, sino más bien de un hábil montaje de falsos accidentes simulados, cuidadosamente orquestados a propósito con el fin de proporcionar de forma selectiva a los escépticos "cabezaduras" del gobierno las tan ansiadas pruebas físicas irrebatibles sobre los viajeros de otros mundos. Demostraciones que han negado por sistema al hombre de la calle, con miras de respetar la rígida ley cósmica de no-interferencia entre comunidades planetarias independientes.

 

¿Está justificada la conjura oficial?

 

Equivale a preguntarse por qué las altas esferas se han juramentado desde la década de los cuarenta para engañar al pueblo con el más frío de los cinismos respecto al cerco al que nos tienen sometidos los Señores del Espacio. Basta sopesar la elocuente concordancia con la que los Gabinetes – tanto capitalistas como socialistas – apoyan la confabulación del silencio, para deducir que las razones del complot anti-ovni han de ser extremadamente poderosas y justificadas, a tal punto que deben afectar a los fundamentos del modus vivendi en nuestro planeta.

"La Fuerza Aérea americana y otras agencias estatales han recibido órdenes tajantes de no divulgar la gran noticia, hasta que la O.N.U. haya logrado preparar al mundo para tan trepidante anuncio. Tarea que puede abarcar muchos años de estudio y planificación, con la ayuda de los propios extraterrestres".

Procede subrayar que la seguridad nacional trae sin sueño a los estamentos castrenses, a la vista de la deprimente indefensión de los Estados Mayores de cara a una Task Force galáctica con miles de años de superioridad tecnológica. Y desde luego no parece sensato poner sobre aviso a los electores con respecto a la desgracia de que, si un enemigo exterior atacara, nuestra única defensa será... rezar, pues comparada con sus armas futuristas la bomba de neutrones parecería un revólver de plástico en manos de un niño.

Paradójicamente los responsables temen más a los autóctonos que a los tránsfugas dimensionales, en previsión de la locura histérica que se posesionaría del alma colectiva si se comunica lo que está pasando. Todo ello sumado al hundimiento económico y a una reacción en cadena capaz de desintegrar las instituciones, disparar la anomia social y minar los fundamentos de la ciencia, la filosofía y las convicciones religiosas, principios que constituyen el trasfondo del inconsciente grupal de la humanidad. Por su parte los contados episodios aislados de aparente hostilidad alienígena avivarían aún más la inquietud de la población.

Otro motivo estratégico que aconseja el hermetismo ha sido el denodado intento por parte de las grandes potencias de monopolizar, antes que las naciones rivales, el arcano de la "milagrosa" propulsión de los vimanas interplanetarios. Aunque cabe todavía una explicación adicional: Si después de cinco décadas de encubrimiento culpable las autoridades decidieran anunciar que los destacamentos de las "mansiones aéreas" nos cortejan en son de paz, estudian con curiosidad científica esta subcultura para ellos abracadabrante, y sólo pretenden ayudarnos, el público se negaría – con razón – a tragarse semejantes consignas tranquilizadoras, pensando que "los de siempre" se traen entre manos algún nuevo ardid de atiborre de cráneos con tal de restarle dramatismo a la amenaza exterior. Y los ciudadanos escaldados sospecharían justamente lo contrario, por cuanto "es posible que la verdad sea tan inverosímil en sí misma que ningún gobierno albergue fundadas esperanzas de ser creído el día en el que se atreva a dar a conocer los hechos".

También hay que contar con los omnipotentes intereses creados en peligro, que conforman una fuerza reaccionaria invencible. Y con la aprensión – bien fundada por cierto – de la casta dirigente a que un vuelco del statu quo les arrebate sus privilegiadas posiciones, en cuanto los oprimidos comparen su injusta situación con la que reina en avanzados soportes de vida inteligente a años-luz de distancia.

Por otra parte es imprescindible que el secreto se preserve en su totalidad y sin fisura alguna, habida cuenta de que una vez que se haya filtrado la menor pista acerca de que hay actividad consciente en otros recintos del Espacio / Tiempo, la excitada opinión mundial presionará irresistiblemente hasta que al final no haya más remedio que desvelar el contenido de los archivos secretos. En un sentido el mutismo de la Administración es involucionista porque alimenta terrores injustificados, teniendo en cuenta que la imaginación galopante sustituye con creces a lo desconocido.

Por tal causa el silencio no se debería prolongar indefinidamente. Pero por otro lado "la posibilidad de anunciar la verdad es tan fantástica y amenazadora, que los hombres y mujeres del montón de ninguna manera están preparados como para que se les informe a nivel oficial, ya que requeriría considerable discernimiento y fino juicio formular un método apropiado capaz de ilustrar a la gente acerca de una situación tan increíble, sin que estalle el desastre".

 

Carencia de alternativas

 

La conexión extraterrestre es de tal trascendencia, e implica tan profundas repercusiones en los aspectos más insospechados de la vida, que los detentadores del poder se encuentran de hecho ante la absoluta imposibilidad de revelar de forma responsable lo que está ocurriendo, en aras de evitar una inmensa catástrofe a todos los niveles (Otro gallo nos cantaría, piensan algunos, si no se hubiese establecido el manto del secreto 51 años atrás). Los líderes son consecuentes; conocen la dinamita que les va a explotar entre las manos, y se han decidido por la única opción que les queda a estas alturas: Velar por el bienestar y la seguridad aquí y ahora de aquellos que los han encaramado con el voto a sus confortables poltronas, enterrando el contacto a nunca días fecha.

Tras lanzarse en 1947 a la procelosa aventura del debunking negador de los hechos, un paso sin duda extremadamente discutible en la historia de las relaciones interplanetarias, a las puertas del fin de siglo no resta otro escape del círculo vicioso planteado que huir hacia adelante e informar con insoportable lentitud e infinitas precauciones, a golpe de maquiavelismo y subterfugios de guerra psicológica.

Sin ir más lejos, el gobierno CIAtico no tiene más que aplicar al pueblo soberano una fotocopia de las sutilísimas triquiñuelas y engañifas con las que los de Arriba manipulan a la cabaña humana. ¿Es factible, empero, continuar sine die el despacioso racionamiento de la verdad, sin que este quebradizo "filo de la navaja" se les vaya de las manos a los responsables por una pérdida del control de los acontecimientos? Creemos que el educar a las masas con tan delicada circunspección y parsimonia no puede mantenerse con éxito largo tiempo, pues antes o después la presión popular reventará por así decirlo la presa de la información top secret. En particular si los que han armado este maldito embrollo, los metomentodo vialacteos, en oposición a la extraña sequía de ovnis que nos administraron en los ochenta (por cierto, ¿a santo de qué?), les da por incrementar de aquí en adelante la reprisse de sus exhibiciones públicas, como parecen vaticinar las oleadas de infarto que Vienen programando en los años noventa (y que sin embargo, al contrario que antaño, apenas lucen en los medios de difusión).

Bien que nos pese, si consideramos el historial geopolítico desde el 47 (desconocimiento de la naturaleza y origen de los discos aéreos; guerra fría en curso; ¿tal vez nuevas armas soviéticas?; indefensión ante un posible ataque del Espacio, etc.), y apechando incluso con todos sus graves inconvenientes, la táctica seguida por los Gabinetes es hoy por hoy la única procedente, dados los riesgos explosivos que conlleva un súbito destape del problema exobiológico. ¿Es justo entonces culparles a la ligera de oscurantismo cósmico por cumplir con su deber y monopolizar los incendiarios secretos que atesoran?

Ya es hora de reconocer que nuestros pragmáticos dirigentes hacen justamente lo que pueden en cuanto al embolado E.T. Estarían locos de atar si desarticularan violentamente los pilares de la civilización amén de desatar la anarquía y precipitar al mundo en una desbandada indescriptible de anomia social. No les queda otra: Descartan los milagros, van capeando el temporal como Dios les da a entender y se comportan como cualquier otro ejecutivo eficiente en el cargo.

Su obligado programa – sin recambios a la vista – reside en una camuflada dosificación cara al público del conocimiento de la exosfera, política en la que se han embarcado desde mediados de los ochenta. Ofrecen a los inmaduros espectadores ajenos al drama que se representa sotto voce en Washington, ni más ni menos que el pelargón que ellos son capaces de digerir en el presente, y con buen acuerdo les ocultan la trilita que no pueden todavía asimilar. Y encima de hacernos este favor aguantan sin rechistar el suave martirio de interpretar ante las masas el desagradable papel de villanos que esconden tramposas cartas en la manga. Precisamente porque no son unos irresponsables, los malos de esta película descartan divulgar lo mucho que saben, y apostamos a que así van a perdurar luengos años.

Para descargo de los que toman las grandes decisiones, a una población receptiva y con superior madurez y resistencia psicológica le hablarían con bastante más realismo. La jerarquía directiva, en su rol de guardián del sistema, ha de apechar con su ingrata misión de censura, y con buen sentido previene la eventual demolición del statu quo como efecto de una prematura dosis de influencia celeste. Quiere decir que a los del ordeno y mando les debemos una continuidad sin tragedias irreversibles. ¿Les absolveríamos a sensu contrario si por un prurito de respeto a la verdad destaparan antes de tiempo la caja de los truenos alienígenas, y asolaran la civilización que nos ha costado 5.000 años construir?

Sospechamos que la tutela en la sombra, cuando no le queda otro remedio y en aras de la eficacia, se conduce al estilo de Al Capone, y aplica correctivos mafiosos encaminados a que nadie ose entreabrir el tabernáculo donde se preserva el asombroso cuadro de la vida en la Galaxia. Pero, seamos sinceros: ¿Podemos reprochárselo? ¿Quién arrojaría la primera piedra tras ponderar la trascendencia de lo que nos jugamos, que es nada menos que la supervivencia y no retrogradar a la edad de la caverna?

El problema de las indeseables filtraciones de datos archisecretos sobre los huéspedes siderales, que como ya hemos visto pudieran desencadenar un monipodio social y económico, es de tan aterradora envergadura que, como medida extrema y sólo en último recurso, estaría justificada casi cualquier acción disuasoria por parte de los sicarios del poder establecido, y/o de las células de ufonautas afincados entre nosotros, con tal de acallar a todo trance a los disidentes que se propongan revelar por su cuenta el paradigma extraterrestre.

De pasada, y porque viene a cuento, ¿fue ésta la auténtica y poderosísima razón de Estado que en noviembre de 1963 obligó de consuno al Pentágono, a la CIA, al FBI y al Servicio Secreto a "neutralizar" en Dallas a John F. Kennedy, habida cuenta de que el Presidente – según se ha dicho – se empecinó, en contra de muy justificadas advertencias y amenazas, en levantar el secreto de los estudios reservados sobre los objetos no identificados? Esperemos que el Padre condescienda a perdonar a sus encumbrados asesinos, a pesar de que sí supieron a ciencia cierta lo que se hacían.