EL FUEGO DEL DRAGON
BOLETIN MENSUAL DE OVNILOGIA
Nº 45 – Mayo de 2002
Editado por Carlos Alberto Iurchuk
La Plata – Argentina
Se permite la reproducción parcial o total, por cualquier medio, de los artículos presentados en este boletín. Si así se hiciere, se agradecerá la notificación al autor del artículo y al editor del boletín.
Opiniones y respuestas
Oscar Raúl Mendoza
Santa Fe – Argentina
[Material extraído del "Manual de Ovnilogía (I)". Reproducido aquí con autorización expresa del autor.]
Es consabido que todo gran misterio, conlleva al hombre a verter la más variada gama de "opiniones" al respecto. Pero, si se logra saber de lo que realmente se trata; ya no serán opiniones sino, "respuestas".
Precisamente, en la investigación del misterio OVNI, se suele confundir a menudo: "opiniones" con "respuestas".
Las opiniones son sumamente fáciles, surgen de lo que suponemos o interpretamos sin que lo verifiquemos. A veces suelen estar relacionadas con la ficción o hipótesis que hemos escuchado, leído o visto por algún medio.
Así por ejemplo, en esta temática, se suelen utilizar términos o expresiones tales como: "desmaterialización o materialización", "viajeros del tiempo", "de otra dimensión", "agujeros negros", "centros energéticos", etc., etc.
Lo más probable, es que tales aseveraciones sean ridiculizadas por el ámbito científico; ¿Cómo y con qué medios arribaron a tales conclusiones?, ¿Cuándo y dónde la obtuvieron?... Obviamente, evidenciando la ineptitud de quién las formula.
Por otro lado, nadie ignora que los que estamos abocados a la investigación de este misterio, nos hemos auto adjudicamos el título de "Investigadores de OVNIS", en algunos casos, sin tener la más remota idea de que es la investigación de índole científica.
Ahora, si cada cual hace y dice de acuerdo a su nivel lo que cree y puede; ¿qué podemos esperar de ello?...
Imaginemos, por ejemplo: ¿qué resultaría de las tareas de los cirujanos o de los bioquímicos si se desempeñaran como lo venimos haciendo?
Por si no fuera poco, algunos, lamentablemente llegan a transmitir, sus "disparates" a través de los medios de comunicación social.
Todas nuestras falencias se deben rotundamente a la falta de una disciplina consensuada y establecida, que rija plenamente las normativas para el tratamiento de esta temática. Es decir, que contemple tanto la formación o el perfeccionamiento del investigador, como los "informes" de las investigaciones efectuadas que pudieran presentar en calidad de tal.
Precisamente, ése ha sido el sentido de este Manual; aunque si bien incipiente y por ende perfectible, sumamente necesario para comenzar de una vez por todas, a consolidar las estructuras de una auténtica OVNILOGIA.
¿Existe un Triángulo de las Bermudas?
Scott Corrales
Bradford – Estados Unidos
Durante la década de los '60 y '70, la creencia en el Triángulo de las Bermudas – ese trilátero imaginario formando por los vértices de las islas de Puerto Rico, Bermudas y Cayo Hueso en la Florida – no sólo era la moda, sino una materia de rigueur para cualquier interesado en la melange de temas que rodeaban al fenómeno OVNI y lo paranormal. La biblioteca personal de cualquier entusiasta casi seguramente incluía un buen número de libros, la mayoría de ellos ediciones rústicas, acerca de los misterios del mar: buques desvanecidos, objetos no identificados saliendo del mar, y la posibilidad de que la mítica Atlántida aún estuviese activa bajo las olas del Atlántico después de miles de años.
Autores como Charles Berlitz, Richard Winer y John Wallace Spencer se convirtieron en los máximos exponentes de la realidad de la figura geométrica en el agua que devoraba aparatos hechos por el hombre sin dejar rastro de ellos. Otros autores se vieron obligados a pescar misterios en otros mares: algunos, como Jay Gourley, los encontraron en el Lago Ontario, cuyas anomalías magnéticas siguen siendo una realidad hasta el presente; otros como Kevin Killey echaron sus redes en el "Meridiano del Diablo" cerca de la australiana isla de Tasmania.
Pero con el paso de los años, y la aparición de nuevas obras investigativas como la de Lawrence David Kusche, que apuntaban hacia un origen mundano de las desapariciones, o al hecho de que muchas de las embarcaciones jamás existieron, el interés por el Triángulo de las Bermudas comenzó a menguar, o al menos dejó de ser una fascinación para la nueva generación de fanáticos de lo paranormal. No obstante, todavía existe una cantidad de eventos sin explicar que tienen su origen en las aguas del Atlántico – eventos que jamás han sido incluidos en los libros que tratan sobre el tema.
"Atención, les habla el capitán..."
El 11 de junio de 1998, el vuelo 1844 de la US Airways con destino a Filadelfia desde San Juan de Puerto Rico, se encontró con una turbulencia considerable en pleno vuelo: una perturbación lo suficientemente fuerte como para suspender el servicio de bebidas y comida inmediatamente. El capitán se disculpó profusamente con los pasajeros, indicando que el aparato se encontraba "fuera del alcance de cualquier radar basado en tierra" y por consiguiente, no podía solicitar el cambio a una menor elevación. Mientras que el Boeing 737 seguía siendo juguete de las corrientes de aire, algunos pasajeros comentaron abiertamente sobre el Triángulo de las Bermudas, omitiendo las consecuencias sufridas por los aviones que entran en dicha zona. Después de varias horas, la turbulencia se redujo y el avión llegó a su destino sin percances. La turbulencia y los bolsones de aire pueden resultar atemorizantes, pero los viajes que parecen carecer de incidentes pueden ser igual de espeluznantes, como veremos a continuación:
El ejemplar de la revista Pursuit de julio de 1973 incluyó un caso bastante dramático narrado por Robert J. Durant, conocido por sus pesquisas ufológicas. Durant entrevistó a un piloto que volaba el trayecto entre la ciudad de Nueva York y San Juan de manera rutinaria, acostumbrado a los disturbios que suelen producirse en la zona y que en ocasiones han sido lo suficientemente fuertes como para arrojar a los pasajeros de un lado de la cabina al otro. En este caso, el piloto dijo que sus oficiales y la tripulación habían comentado sobre la tranquilidad del vuelo.
Pero poco después de haberse producido el comentario, destellos de electricidad estática de color violáceo aparecieron en el parabrisas del avión, aumentando su intensidad hasta que un resplandor blanco llegó a cubrirlo completamente – todo ello sin la presencia característica de la turbulencia.
Como si la situación no fuese apremiante de por sí, los instrumentos de abordo presentaban lecturas contradictorias: los giroscopios y compases en el lado del piloto y del copiloto dejaron de coincidir, mientras que el piloto automático causaba que el aparato se desviase del rumbo establecido. Incapaz de confiar en sus instrumentos, el piloto decidió volar la nave en manual, confiando en un pequeño giroscopio portátil empleado para tales eventualidades. El mayor golpe de suerte para el avión y sus pasajeros fue estar al alcance de los radares de la isla de Bermuda, pudiendo solicitar el aterrizaje de emergencia, que se produjo sin dificultades. La investigación sobre los trastornos al equipo no arrojó luz alguna sobre la naturaleza del incidente, y se decidió atribuirlo al misterioso "Triángulo" a fin de cuentas.
Por otra parte, esta región ha presenciado eventos con matices verdaderamente paranormales. En 1980, un bimotor tripulado por José Pagán desapareció bajo circunstancias misteriosas en algún punto del Canal de la Mona, que separa las islas de Puerto Rico y La Española. A las 8 p.m. del 28 de junio de ese año, el bimotor Eurocoupe de Pagán emitió un Mayday hacia el centro de control aéreo en el aeropuerto internacional de San Juan. El piloto dijo que lo perseguía un objeto no identificado que parecía estorbar la marcha de su avión. Su mensaje de socorro fue captado por el capitán de un avión de pasajeros (el vuelo 966 de Iberia) que acababa de despegar de Santo Domingo, y quien retransmitió el mensaje de Pagán a San Juan. Llegado cierto punto durante la retransmisión de mensajes, se escuchó un fuerte sonido metálico que interrumpió los mensajes del bimotor, y no se volvió a saber ni de Pagán ni su aparato.
El pasajero promedio con la suerte de conseguir un asiento de ventanilla en un vuelo comercial apiñado tiene a veces más cosas que ver por la ventana que los cielos de color azul irreal y nubes blancas que se extienden hasta el infinito. Debido a la congestión de las rutas aéreas, resulta posible ver hasta otros aviones pasando de largo a alturas estratosféricas. El que esto escribe tuvo la oportunidad de mirar por la ventanilla y ver, desde una perspectiva de treinta mil pies, un buque de carga surcando las aguas del Atlántico. Si el observador fortuito llega a ver semejantes cosas, podemos esperar que las tripulaciones de los aviones de línea lleguen a ver objetos aún más inesperados.
El 13 de abril de 1963, la tripulación de un Boeing 707 viajando desde San Juan hasta Nueva York presenció algo totalmente inesperado: luego de haber despegado normalmente del aeropuerto de Isla Verde y ascendido a la altura de crucero de 30,000 pies media hora después de haber dejado Puerto Rico, el copiloto advirtió a sus compañeros de vuelo que se producía un fenómeno desconocido debajo del reactor: una enorme "burbuja" que se formaba en la superficie del Atlántico.
Los hombres en la cabina de vuelo del 707 no daban crédito a lo que estaban viendo. La burbuja aumentaba de tamaño, y los cálculos posteriores realizados por el piloto indicaron que el fenómeno tenía casi una milla de ancho por media milla de alto. ¿Habían presenciado, acaso, una detonación submarina, una erupción volcánica, o uno de los fenómenos característicos de la zona? Treinta y ocho años después, "la burbuja" sigue siendo un misterio. Algunos han aventurado la posibilidad de que la tripulación del 707 pudo haber presenciado la explosión submarina de un dispositivo termonuclear, o una prueba artificial siendo realizada en el fondo del mar.
Las manifestaciones de alta extrañeza no resultan fuera de lo común en esta región del Atlántico, aunque, a veces, su explicación resulta prosaica. El 21 de agosto de 1969, los ciudadanos de la República Dominicana presenciaron una enorme nube blanca que se expandió a dimensiones prodigiosas, formando círculos concéntricos antes de disiparse. El pánico cundió entre los testigos, quienes temían que "el fin del mundo" había llegado, o que la nube presagiaba algún evento de significado oculto. No obstante, resultó ser parte de una operación denominada "proyecto Stormfury", cuya meta consistía en acribillar a los huracanes con yoduro de plata para disminuir su potencia. Semejantes experimentos, realizados a alturas estratosféricas, a menudo resultan visibles a cientos de millas de distancia.
Desapariciones de alta extrañeza
El marinero puertorriqueño Roberto Gainer casi llegó a ocupar su puesto en la tradición de los que se han esfumado por completo en las aguas tropicales. Por suerte, la inmortalidad decidió pasarlo por alto.
Zarpando de San Juan en el mes de octubre de 1976 a bordo de una balandra, el navegante de 23 años de edad se disponía a disfrutar de un día de actividad marítima cuando el timón de su nave se rompió repentinamente. La balandra se vio arrastrada cientos de kilómetros hacia el mar abierto por poderosas corrientes, y el radio transmisor de Gainer carecía de la potencia necesaria como para comunicarse con la costa. Durante las dos semanas y media que siguieron, el barquito fue arrastrado a quinientas cincuenta millas de Puerto Rico. De no haber sido por la casi providencial aparición de un carguero alemán que captó la balandra en su radar, la desesperación del joven Gainer habría sido achacada al voraz Triángulo de las Bermudas.
Pero al igual que sucede con la aviación, hay desapariciones misteriosas que tienen matices paranormales y hasta ufológicos. El caso de Freddy Miller, relatado detalladamente por Sebastián Robiou en su monumental Manifiesto OVNI: Cuba, Puerto Rico, Republica Dominicana (Ed. Punto y Coma, 1979) corresponde a esta categoría.
El 5 de mayo de 1959, una embarcación salió de la ciudad de Santo Domingo con rumbo hacia la playa de Boca Chica a 20 millas de distancia. A pesar del magnífico tiempo primaveral y la tranquilidad del mar, el velero de diecinueve pies que transportaba al productor y director de televisión Freddy Miller y sus pasajeros (dos mujeres y dos niños), desaparecieron sin dejar rastro alguno. Se realizó una búsqueda de tanto las aguas dominicanas como las adyacentes utilizando los servicios de rescate de la época, pero jamás volvió a saberse nada de las cinco personas.
Trece años después, el 22 de septiembre de 1973, Virgilio Gómez, un gerente de ventas para una de las compañías de seguros mejor conocidas de la República Dominicana, iba de camino a visitar una granja experimental, propiedad de la universidad nacional, en las afueras de San Cristóbal, 15 millas al oeste de Santo Domingo, para aconsejar a los propietarios sobre la clase de seguros que debían tener.
A eso de las 9 a.m. mientras que Gómez se desplazaba hacia su destino, vio que una persona le hacía señas desde el borde del camino. "Pensé que lo prudente sería evitarlo", diría el agente de ventas posteriormente en una entrevista. "Pero al acercarme, me di cuenta que el sujete iba vestido completamente de verde y que habían dos mas parados a 5 ó 6 metros de distancia del primero. Pensando que podría tratarse de una garita militar o algún accidente, decidí reducir la marcha con cuidado. Me detuve a 10 metros de la primera persona y mantuve el motor encendido..."
Según Gómez, el hombre en el traje verde le dijo que se llamaba Freddy Miller, y que "supuestamente" se había ahogado junto con otras personas, aunque de hecho lo había rescatado un aparato moderno, "un módulo conocido a la gente como OVNI".
Creyendo que se trataba de una tomadura de pelo, Gómez le hizo el juego y le preguntó al hombre que de dónde venía. Se quedó pasmado cuando el personaje repuso sobriamente que venía de Venus, y que su rescate se debía "a sus conocimientos en la tecnología de la radio", agregando que no había cupo para los desventurados pasajeros del velero, y que tampoco habrían sobrevivido al "proceso de adaptación".
Gómez señaló que su interlocutor alienígena tenía una piel grisáceo-amarillenta que resultaba repugnante, carecía de pelo, y hablaba en un tono de voz grueso y ponderoso. El cuerpo del ser estaba cubierto por un mono de color verde sin cremalleras ni bolsillos. Llevaba un gran reloj pulsera "parecido al que utilizan los submarinistas" en la muñeca izquierda.
El agente de seguros pudo ver un vehículo a medio ocultar en la maleza al lado del camino, cosa que le hizo darse cuenta de que la situación no era una broma. La nave de configuración ovalada tenía un brillo parecido al del cromo y tenía el aspecto de una pelota de fútbol americano, sin ventanas y sin remaches.
El supuesto "Freddy Miller" pasó a explicarle que tanto él como sus compañeros estaban realizando investigaciones en la "fosa de Milwaukee", la trinchera submarina que alcanza profundidades de hasta 20,000 pies y que forma parte de la fosa de Puerto Rico. Los supuestos extraterrestres estaban preocupados por la posibilidad de que se produjese actividad sísmica en dicho lugar, con consecuencias devastadoras para Haití y la República Dominicana.
Se le aseguró a Gómez que los alienígenas "harían lo posible por evitar el cataclismo" programado para el 28 ó 29 de octubre de ese año, y le pidieron que abandonase la zona inmediatamente. Acatando la orden del extraño sujeto, el agente de seguros se alejó del lugar, inspeccionando su espejo retrovisor para ver si podía presenciar el despegue del OVNI. De repente se sintió invadido por una sensación de temor, y aceleró hasta alcanzar su destino original.
Al regresar a su hogar esa noche, Gómez informó a su esposa y parientes del encuentro con "Freddy Miller" y sus experiencias aquella mañana. La historia no tardó en difundirse entre los parientes de Gómez, y dentro de poco, el agente de seguros se vio obligado a relatar su experiencia durante el transcurso de una cena cívica. El caso salió en los principales periódicos dominicanos. Según fuentes, Virgilio Gómez posteriormente llegó a ver una foto familiar en grupo y pudo indicar cual de ellos era Freddy Miller.
A pesar de los visos de alta extrañeza del encuentro de Gómez, es un hecho innegable que la actividad sísmica era considerable el día en que se produjo el incidente. El investigador Sebastián Robiou indicó que se produjo un temblor en la fosa de Milwaukee pocas horas después del encuentro con "Freddy Miller".
Pero, ¿y que hay con "Freddy Miller"? Las fotos del desaparecido deportista y productor de televisión muestran a un hombre calvo, mayor y con espejuelos que no guardaba parecido alguno con el ser que conversó con Virgilio Gómez. A pesar de sus actividades en el mundo de la televisión, el verdadero Miller carecía de experiencia significativa en tecnología radial, el motivo por su resurrección a manos de los "venusinos". Aunque este caso ha caído en el olvido, ocupa un lugar de honor entre los misterios del mar.
El Triángulo: ¿desactivado por exorcismo?
Los cínicos afirman que la pérdida de interés en el Triángulo de las Bermudas se debe a que no se han producido desapariciones en los pasados 25 años. Los percances se deben ahora a la falta de pericia de los navegantes o a las víctimas del narcotráfico, pero las mejoras en el sistema de navegación LORAN y ahora la navegación por satélite (SATNAV) han ayudado a que el bote más pequeño regrese a puerto seguramente.
Otros afirman que el fin del misterio en el confín occidental del Atlántico Norte se debe a circunstancias tan extrañas como las desapariciones.
A comienzos de la década de los '50, el Reverendo Donald Omand – cuya fama en el mundo de lo paranormal alcanzaría dimensiones insospechadas después de sus exorcismos en el lago Ness y en varias casas encantadas en Inglaterra – aceptó la invitación extendida por un amigo de Miami a dar un paseo en su yate, "Dainty Dinah". Cuando el yate perdió de vista la costa de la Florida, se produjo un cambio abrupto en las condiciones meteorológicas, y la embarcación quedó a la merced de una mar embravecida y vientos aullantes. El propietario del yate informó al reverendo que los cambios repentinos eran característicos del "Triángulo de las Bermudas".
"Nunca sospeché que veinte años más tarde me vería enfrascado en un intento por desentrañar sus misterios y vencer las fuerzas diabólicas que lo ocupaban", escribiría Omand en sus memorias. "Aunque en aquel momento no pude atisbar el futuro, estaba muy consciente del presente".
El reverendo Omand describió que el sonido producido por el viento y las olas se parecía un canto, o gemidos provenientes de cientos de gargantas, cambiando de una nota musical a la otra. Se dio cuenta de que lo que presenciaba era un evento sobrenatural. "Repentinamente, la tormenta amainó y dejé de escuchar el canto. Me di cuenta entonces de que las voces que cantaban llevaban siglos de estar muertas: se trataban de las almas de los esclavos africanos que murieron en el cruce desde Africa hasta las colonias americanas. Muchos de ellos habían sido arrojados por la borda en esta parte del mar", escribió Omand. Antes de regresar a Inglaterra, el reverendo comentó su teoría con algunos estadounidenses, quienes la encontraron francamente descabellada. Pero otros, como el Rev. Martin Luther King, le escucharon con gran interés y coincidieron con su interpretación.
En 1977, el Rev. Omand manifestó ante un congreso internacional que la causa de los eventos en el Triángulo de las Bermudas se debía a los cientos de esclavos que murieron en tormentas, o que fueron echados al mar por estar enfermos o en mal estado antes de llegar a las Indias Occidentales o Norteamérica. "[Entre ellos] pudo haber habido una personalidad dominante, casi seguramente un hechicero, quien maldijo esta región del mar. Sabemos que en el Africa existe esta clase de personas y yo mismo he experimentado la envergadura de sus poderes".
El 16 de enero de 1978, el reverendo Omand realizó su exorcismo del Triángulo, un evento cuidadosamente sincronizado con otras ceremonias que se llevarían a cabo en Miami y en Puerto Rico. "Se ofrecerán plegarias por todos los que han muerto en el Triángulo, y por los esclavos que murieron durante el cruce desde Africa, pidiendo a Dios que el amargado corazón, vivo o muerto, responsable por las condiciones del mar, conociese la compasión cristiana y pudiese superar los poderes del Maligno".
A las 7:30 a.m., el reverendo comenzó el exorcismo, concluyendo con el rito mozárabe y la invocación final, esparciendo agua bendita sobre las aguas del Atlántico. Omand se desmayó poco después de haber concluido el rito, advirtiendo a los presentes que era algo que siempre le sucedía.
Doce días después, el 28 de enero de 1978, un Boeing 727 de la aerolínea National que volaba entre Miami y Newark, perdió potencia en sus tres motores y cayó casi en picado una distancia de siete mil pies. La avería en los tres motores era algo que iba contra todos los cánones de la aviación moderna, pero cinco minutos después, los tres motores volvieron a funcionar y no hubo muertos que lamentar. Se afirmó que el final feliz del incidente se debió al éxito de la ceremonia realizada por el reverendo Omand.
Conclusión
¿Existen regiones en el mar que infundan más temor que otras, o que son más misteriosas que otras, o acaso sólo se debe a la percepción humana de los hechos? Después de todo, cada uno de los cuerpos de agua de nuestro mundo tiene su propia casuística de enigmas sin resolver y regiones en dónde se producen anomalías. Debido a la ubicación del continente americano con respecto al Atlántico, y los patrones de conquista y emigración seguidos por las naciones europeas, tal vez conocemos este mar un poco mejor que otros, pero exista o no un Triángulo de las Bermudas, siempre habrá misterios marinos que comentar.
Los motivos del no-contacto extraterrestre
Consecuencias socioeconómicas y geopolíticas de un eventual contacto abierto
(Primera parte)
Ignacio Darnaude Rojas-Marcos
Sevilla – España
Modelos de contacto con la inteligencia exterior
No hay constancia a lo largo de la historia de ninguna vinculación cara a cara con forasteros del espacio. Sí se han detectado en cambio diversas modalidades de intercambio indirecto, disimulado, individual, esporádico y que por no llamar la atención y resultar incomprobable nunca ha trascendido de forma inmediata a la sociedad en su conjunto. La comunicación interplanetaria ciertamente existe aunque no lo parezca, y es de carácter restringido, unilateral (de los visitantes a nosotros y no a la inversa) y camuflado mediante teatrales disfraces psicológicos y sociales. El campo de influencias transplutoniano ha puesto en juego variopintos procedimientos intencionales, escenificados con exquisitas precauciones, con el estudiado propósito de darse a conocer gradualmente, sin aspavientos y a "cámara lenta". Una táctica asaz inteligente de infiltrar conceptos revolucionarios en la mentalidad colectiva, modificando a la par y en la dirección deseada (erradicación del egoísmo) las actitudes y comportamientos de la población. Todo ello sin poner sobre aviso a las autoridades ni desestabilizar el medio terrestre.
Citaremos aquí tan sólo la categoría principal del mencionado abanico de semiescondidas relaciones interdimensionales: El trasvase selectivo de información manipulada a través de muchas decenas de miles de contactados repartidos por todos los confines del globo terráqueo. Los telegrafistas psíquicos cumplen una útil misión en su calidad de inconscientes quintas columnas a las que los tutores planetarios están dictando cientos de millares de páginas saturadas de extraños mensajes, divulgados con ánimo de educar sutilmente al género humano y rehabilitarnos de actuales demonios en futuros santos.
¿Qué ocurriría si algún día los tripulantes de los ovnis presentan sus embajadores ante la Casa Blanca? Muchas, demasiadas cosas para que resulten asimilables sin traumas. Una relación oficial normalizada, bilateral y de interés mutuo con seres ultrahominizados, y el consiguiente trueque de ideas filosóficas, saber científico y tecnología, devendría como una secuela inevitable de previas actuaciones visibles por parte de los cosmonautas. Nos referimos a intervenciones tan patentes que la población quedaría convencida de que humanidades alternativas florecen en diferentes planetas físicos, recintos dimensionales o planos vibratorios habitados. Y que en consecuencia ya no pudiéramos albergar duda alguna acerca de que razas exógenas se dedican a incursionar en la Tierra con propósitos que habrá que suponer justificados. Es evidente que tras orquestarse un contacto abierto seis mil millones de mortales adquirirían certeza absoluta de que otras inteligencias palpitan en el universo y han decidido entablar alguna suerte de amistad con esta aldea planetaria.
Cabrían múltiples estrategias en pro de informar al pueblo de que Ellos merodean en los cielos y están afectando al devenir humano, según que tomen la iniciativa los ocupantes o los "asaltados". Nada impide en apariencia que las superpotencias adopten en cualquier momento la tan esperada medida de anunciar urbi et orbi que los controvertidos extraterrestres no pertenecen a la mitología, y que han acudido a una cita no solicitada con la intención de cumplir determinados objetivos racionales. Los otros a su vez podrían sucumbir a la tentación de llevar a cabo lo que nunca se han atrevido a hacer: Embarcarse en un despliegue de demostraciones espectaculares aunque inofensivas, fáciles de ejecutar dado su avance tecnológico, con el fin de hacer ostensible su comparecencia y no dejar un escéptico en la faz de la Tierra.
Como por ejemplo enderezar la torre de Pisa, iluminar la zona oscura de la luna con la leyenda We are here (estamos aquí), trasladar al Kremlin la Estatua de la Libertad o raptar el avión de la Casa Blanca y depositar intactos al Air Force One y al Presidente sobre la gran explanada de San Pedro en el Vaticano.
¿Por qué no descienden a las claras?
Se ha filtrado muy poca información acerca del análisis prospectivo realizado por los gobiernos en torno a las repercusiones previsibles en el caso de una hipotética confrontación pública, no hostil ni invasora sino amistosa y civilizada, con expedicionarios de otras regiones del universo.
Es de suponer que se guardan bajo siete llaves numerosos informes secretos al respecto, como el que la NASA encargó en 1960 al Brookings Institution de Washington, trust de cerebros que dictaminó en el sentido de que un contacto prematuro destruiría probablemente la civilización terrestre. A conclusiones no menos sombrías llegó el titulado Lackland Report, un análisis elaborado por la Fuerza Aérea americana en el que se vaticina que si alguna vez entablamos liaison con una vida superior, se derrumbarán intereses creados de descomunal importancia económica y sociológica, las consecuencias serían de imprevisible trascendencia, y el mundo acabaría tal vez sumido en el caos.
Para hacer una composición de lugar sobre la problemática del contacto, partiremos del supuesto bien fundado de que no estamos solos y nos prestan minuciosa atención otros sistemas humanizados, tanto físicoquímicos como de naturaleza dimensional (intangibles para los cinco sentidos humanos), hábitats donde hierven inteligencias tan adelantadas que han descubierto medios de transporte capaces de salvar las inmensas distancias interorbitales. Constatamos diez lustros de metódica vigilancia desde el espacio, el avistamiento de centenares de miles de exóticos vehículos aéreos, e incontables aterrizajes y tripulantes de asombrosa heterogeneidad, cada uno con su tamaño, aspecto y características particulares. Esta inacabable diversidad denotaría su origen múltiple, o más bien el show didáctico de una simulación histriónica de variadas morfologías humanoides que no existen en la realidad. Se conocen asímismo millares de declaraciones de testigos, fotografías y vídeos, captaciones de radar, aterrizajes, descarados paseos de E.T., exhibiciones de enanos cabezones, grises y monstruos antiestéticos, huellas y residuos en el terreno, interferencias electromagnéticas, apagones y detención de automóviles, abducciones de seres humanos, gruesos volúmenes inspirados a los contactados y otras manifestaciones de la insólita culturización alienígena. Y sin embargo, a pesar de esta abrumadora catarata de actuaciones indirectas, los Marionetistas que tiran de los hilos no han permitido que acopiemos en cincuenta años ni una sola prueba concluyente. Jamás desembarcan en masa ni se dan a conocer cual si se tratase de turistas de algún remoto país. ¿Qué poderosas razones les obligan a eludir con tan extraordinarias cautelas el presentarse oficialmente? Pregunta que obsesiona desde siempre a los que se interesan por los incomprensibles entresijos de la ciencia maldita de la ufología.
Naturaleza del fenómeno
Nos proponemos esbozar el análisis de las repercusiones de toda índole que ocasionaría una solemne declaración pública a nivel mundial, verificando la existencia comprobada de los objetos volantes no identificados, en respuesta final a las comprensibles incertidumbres sobre la posible vida en otros mundos que acucian al hombre de la calle:
¿Quiénes son?
¿De dónde provienen?
¿Qué se proponen?
Y en particular intentaremos desbrozar la cuarta pregunta, corolario de las otras tres:
¿Por qué no se exhiben sin restricciones ante la asombrada mirada terrestre?
Aclarar estos interrogantes de sentido común implica complejos planteamientos de geopolítica y psicosociología sideral, un campo inexplorado y de honda trascendencia para el futuro de nuestra civilización. El dilema del no-contacto de ninguna manera es un irrelevante divertimento intelectual, sino "un serio motivo de reflexión y una fascinante aventura del pensamiento".
Antes de entrar en materia examinaremos unos pocos conceptos básicos aclaratorios:
Como todo el mundo sabe se denominan Objetos Volantes No Identificados (OVNI) a centros de energía intencional que por determinados motivos operan en la biosfera terrestre. El profesor de la universidad de Mississippi J. H. Bruening los define así: "Los UFOs (unidentified flying objects) son fenómenos de naturaleza paranormal controlados por entidades intencionales inteligentes, que consisten, entre otras cosas, en un complejo despliegue teatral destinado a ser contemplado por espectadores seleccionados de antemano por ostentar rasgos culturales específicos, con el propósito de ofrecer un estímulo sensorial manipulador y provocar determinadas reacciones en el observador". "Se trata – apunta Bruening – de alguna representación del tipo ‘Véalo usted mismo y luego cuénteselo a otros’, un montaje diseñado para influir en la conducta del colectivo de individuos al que va destinada". De la proposición anterior se infiere que el OVNI es en sí mismo un verdadero mecanismo de contacto.
Por su parte Dennis Stillings considera que los Visitantes no son subjetivos ni objetivos sino omnijetivos y provienen de un cosmos omnijetivo extramuros de la matriz universal del espacio, el tiempo y la materia.
Actúan cual agentes ultraterrestres de demolición cultural, enfrascados en un vasto proyecto de remodelación sutil pero irreversible no sólo de las ideas éticas, religiosas y metafísicas del hombre, sino de la entera constelación del conocimiento y la cultura humanas.
Multitud de registros históricos dan testimonio de la presencia en la biosfera de aeroformas desconocidas desde hace milenios. En tan dilatado período razas que hay que suponer con medios ofensivos perfeccionados no han decidido invadirnos ni arrasar nuestro planeta subdesarrollado. En pura lógica estamos autorizados a deducir que el pacifismo es la tónica general de las civilizaciones intrusas, y que por consiguiente tampoco nos van a atacar en el futuro. Ya que en términos generales, y salvo excepciones puntuales, se tratará de especies no agresivas que han superado la etapa evolutiva de la conquista por métodos violentos. Una conclusión harto tranquilizadora.
La abundancia y sobre todo la abrumadora diversidad de aeronaves y pilotos observados, casi todos distintos, autoriza a pensar que la interacción Espacio-Tierra está siendo orquestada por un sinnúmero de civilizaciones exteriores que acuden, por importantes razones, a esta olvidada esquina de la galaxia. O también que no se trata de ovnis y ocupantes reales de carne, hueso y metal, sino de falsos vehículos y figuras antropomórficas materializados ex profeso ante nuestro aparato sensorial, con el fin de que nos forjemos de Ellos una determinada imagen de su conveniencia (por ejemplo que son tan "humanos" como nosotros). Lo que parece claro es que las actividades de los exonautas se someten a alguna autoridad centralizadora que impone una férrea disciplina y coordinación de conjunto en sus multitudinarias y variadísimas intervenciones farandulescas, como demuestra el hecho tan llamativo de que todos y cada uno de los millones de intrusos hayan cumplido rigurosamente en el último medio siglo, sin excepción alguna, tres significativas normas de comportamiento: No perturbar jamás bajo ninguna circunstancia el statu quo doméstico; no aportar al gran público ni una sola prueba incontestable de su existencia; y abstenerse de iniciar un contacto abierto.
Para el caso de que los inmigrantes de otros ecosistemas celestes basaran sus operaciones en criterios pragmáticos de optimización de resultados, el contacto deberían organizarlo para alcanzar con eficacia una serie de metas de su interés programadas de antemano. Tendrían prohibido interferir y ocasionar alteraciones de consideración en los asuntos internos, y al mismo tiempo soslayarían en lo posible los efectos secundarios perjudiciales de sus manipulaciones, salvo los mínimos inevitables a compensar tal vez con las ventajas emanadas del contacto mismo.
El pensador francés Aimé Michel interpreta el contacto como "un intercambio, lo más completo posible, entre diferentes comunidades, a todos los niveles y en cualquier terreno imaginable". Cuando la gente habla de que "no hay contacto", se refiere inconscientemente a este variante de comunicación en ambos sentidos, notoria y pública.
O como indica el mismo Michel: "Aunque el Sistema X sea múltiple en su procedencia y motivaciones, en todo caso obedece con rara unanimidad – hasta donde nuestras observaciones nos permiten calibrarlo – a una ley constante sobre un punto determinado, a saber: Descartar el contacto generalizado". Pues lo que cabría esperar a estas alturas es que ya hubiesen mostrado a todo el mundo cómo funciona su modelo ideológico y cultural, qué clase de vida se permiten, y qué tesoros tan atractivos se despachan aquí como para que se hayan aventurado a cruzar muchos años-luz hasta arribar a una vulgar mota cósmica perdida en el borde de la Vía Láctea.
Por el contrario y para nuestro perenne desconcierto están y no están, se complacen en una inexplicable ejecutoria esquizofrénica: Se exhiben a propio intento y sin el menor pudor en nuestro espacio aéreo, y sin embargo eluden aportar sus credenciales al Presidente, Parlamento y Academia de Ciencias. "Un comportamiento sorprendente... si no fuese todo en Ellos confuso y contradictorio". Como ha comentado Michel, la estridente ausencia del contacto es uno de los elementos más significativos del magno festival del absurdo extraterrestre, y el problema número uno que nos plantea el fenómeno. Suponiendo que su mecánica cerebral se asemeje a la nuestra, y que su conducta obedezca a patrones lógicos, han de esgrimir motivos extremadamente poderosos para no dar la cara y actuar de forma tan incongruente.