EL FUEGO DEL DRAGON

BOLETIN MENSUAL DE OVNILOGIA

Nº 50 – Octubre de 2002

 

Editado por Carlos Alberto Iurchuk

La Plata – Argentina

iurchuk@netverk.com.ar

"El Dragón Invisible"

http://dragoninvisible.com.ar


Se permite la reproducción parcial o total, por cualquier medio, de los artículos presentados en este boletín. Si así se hiciere, se agradecerá la notificación al autor del artículo y al editor del boletín.


De perdidos al río: investigadores desaparecidos

 

Scott Corrales

Bradford – Estados Unidos

lornis@aol.com

 

[Nota de Carlos Alberto Iurchuk: Artículo publicado en el boletín "Inter Alia" – Septiembre de 2001.]

 

Las desapariciones misteriosas de seres humanos no son nada nuevo: docenas de escritores de lo paranormal han tratado este tema a más no poder, desentrañando relatos de visitas inexplicadas a otras dimensiones u épocas, o casos en donde los protagonistas han desaparecido por completo. Sin embargo, un aspecto que recibe poco tratamiento lo ha sido el de los investigadores que desaparecen bajo condiciones misteriosas.

Dadas las miles de desapariciones que se producen anualmente y que no pueden achacarse a la deserción de morada por uno u otro cónyuge, el secuestro de niños durante procesos de divorcio, y otras circunstancias tristemente comunes, algunos investigadores de lo paranormal buscaron establecer vínculos entre los fenómenos desconocidos que se producen en nuestro mundo con estos desvanecimientos, y dicho fenómeno comenzó a adquirir nuevas dimensiones a la par que los investigadores de lo extraño se esfumaban también – escamoteos atribuidos en su momento a siniestras fuerzas alienígenas, esbirros de distintos gobiernos, o "una conjura determinada a ocultar la verdad", como nos haría creer "Expedientes X".

A pesar del atrevimiento que suponga hacer semejante declaración, no es ningún secreto que muchos investigadores del tema ovni o de lo paranormal han desparecido sin rastro o han muerto bajo condiciones que distan mucho de ser normales. Indudablemente, el mejor conocido de los que corresponden a la segunda categoría seguramente lo es Morris K. Jessup, el astrónomo cuyas investigaciones – irónicamente – estaban dirigidas a desentrañar las desapariciones de varios cráteres lunares. El interés de dicho científico por el fenómeno OVNI le llevaría a establecer contacto con el extraño personaje conocido como Carl Allen o Carlos Allende. Antes de suicidarse, Jessup presentaba señales de nerviosismo y ansiedad: luego de poner a buen resguardo su libreta de investigaciones y un ejemplar de su libro "The Case For UFOs", Jessup murió de asfixia en su propio automóvil.

El periodista británico H. P. Wilkins, autor del libro "Flying Saucers on the Attack", también murió bajo condiciones que jamás fueron esclarecidas. El investigador Frank Edwards, comentarista radial para el movimiento sindicalista estadounidense (AFL-CIO) y autor de "Flying Saucers – Serious Business", falleció repentinamente en 1967 en el vigésimo aniversario del avistamiento de cinco OVNIS sobre el Monte Rainier por Kenneth Arnold en 1947. Mucho antes de su muerte, se había comentado que Edwards había perdido su programa radial "por haber hablado demasiado sobre los platillos voladores".

Y hasta los platillos voladores tienden a desparecer de vez en cuando.

De acuerdo con una anécdota comentada por el investigador galo Patrice Gaston, la maqueta del famoso platívolo de las serie de televisión "Los Invasores" (protagonizada por el actor Roy Thinnes como el testigo OVNI David Vincent), se esfumó de manera sumamente curiosa. Luego de haber sido transportada al desierto de Mojave para rodar algunas escenas utilizando las Rocallosas como trasfondo natural, la maqueta fue exhibida en una plaza pública con fines publicitarios. Se supone que la impresionante maqueta del platívolo permaneció en dicho lugar toda la noche, o al menos parte de ella, puesto que los productores no supieron dar crédito a sus ojos cuando el objeto ya no estaba ahí al día siguiente, ni tampoco se le volvió a ver jamás. Gaston sugiere discretamente que la maqueta pudo haber sido demasiado realista, y por consiguiente, atrajo la atención de poderes superiores – ya sea en este mundo u otro.

Los teoristas de conspiraciones políticas también tienen mal fin (aunque tal vez con mayor razón): Robert Payne, autor de Zero: La Historia del Terrorismo, en donde ofrece pruebas indisputables de la existencia de gobiernos secretos a escala mundial, descubrió muy a su pesar el haberse topado con algo mucho más peligroso que una conjura de banqueros o Trilateralistas. Poco después de la aparición de su libro en 1951, la primera edición fue comprada íntegramente por una fuente desconocida. A pesar de las declaraciones sorprendentes del autor, no salió ni una reseña en los periódicos, ni tampoco se facilitaron ejemplares a las bibliotecas. Siguiendo la verdadera tradición del misterio, Payne fallecería pocos meses después, y la trágica historia de su libro aparecería en el libro "Gouvernants Invisibles" (Dirigentes Invisibles) del autor Serge Hutin.

Resulta muy fácil, a primeras, imaginar la existencia de alguna nefasta fuerza organizada (ya sea gubernamental o privada) interesada en silenciar a los investigadores del misterio, especialmente si han descubierto la existencia de algún proyecto secreto, información oculta, u otros artículos de importancia. Pero al examinar esta perspectiva, vemos que se trata de una aserción equivocada – hay tantos o más investigadores activos ahora que en el pasado, y los más atrevidos entre sus filas parecen no preocuparse en lo más mínimo por su seguridad personal. ¿Significa esto, acaso, que todos los relatos sobre investigadores desaparecidos son pura exageración?

De ser así, vale tener en cuenta que algunos investigadores de lo desconocido han desparecido para siempre. En 1927, el coronel P. H. Fawcett, veterano explorador del Amazonas, se interno en el Matto Grosso del Brasil y de ahí a las páginas de la historia. Se han aventurado muchas teorías, algunas de ellas asignando la desaparición del explorador a su captura por los descendientes de una raza intraterrestre de atlantes. Karl Brugger, el autor de la "Crónica de Akakor", una narración sobre supuestas ciudades perdidas en la Amazonia) fue asesinado en las calles de Río de Janeiro en enero de 1984, hecho que llevo a ciertos investigadores sudamericanos a atribuir dicha muerte violenta a los HDN (Hombres de Negro). Fabio Zerpa, en la desparecida revista "Cuarta Dimensión", declaró que: "Estas muertes siempre han dado la apariencia de ser eventos naturales, pero curiosamente, cada vez que alguien logra conseguir información de importancia, suelen ser víctimas de accidentes extraños".

En este punto debe hacerse mención de "los científicos desparecidos" sobre cuya ausencia especularon David Ambrose y Christopher Miles en su libro y película "Alternativa 3". Mientras que tanto el libro como la producción televisada crearon una sensación entre los investigadores de conspiraciones y ufólogos por igual, este relato puramente ficticio se fundamentaba sobre una incomoda verdad: entre 1982 y 1987, veintisiete científicos de Europa Occidental murieron violentamente o desaparecieron convenientemente bajo circunstancias altamente sospechosas (Keith, Jim. Casebook on Alternative 3, Illuminet Press, 1994. p.53-56).

La percepción de que existe un misterio no está circunscrita a las Américas. Ciertos investigadores en la antigua Unión Soviética han desaparecido después de haber sido victimas de amenazas o agresión física. Entre ellos figura Alexander Rempel, un científico afincado en Vladivostok cuyas investigaciones en torno al estrellamiento de meteorito de Tunguska aparecieron en prestigiosos boletines rusos. A finales de 1994, Rempel dejó de publicar su propio boletín y no volvió a saberse nada más de este prominente hombre de ciencias (Stonehill, Paul. "Terrorists Target Russian Researchers" UFO, p.21).

La desaparición de Rempel podría adjudicarse fácilmente a la confusión imperante en la Republica Rusa durante la transición del socialismo a la democracia, pero existen antecedentes que si bien no están vinculados a los OVNIS, nos pueden ayudar a entender la manera en que se producen dichas desapariciones. Durante el régimen soviético, la KGB parece haber diseñado una manera ingeniosa de acorralar a cualquier persona interesada en temas insólitos. El fallecido Jacques Bergier sugirió que a comienzos de los '70 ya existía un dispositivo para detectar la presencia de individuos con facultades síquicas. En junio de 1977, un corresponsal para un periódico estadounidense supuestamente aguardaba a reunirse con el científico Valeri Petukov en una calle en Moscú a plena luz del día. El científico había concertado la reunión con el periodista para dar a conocer un documento que detallaba las bases racionales para la existencia de los fenómenos parasicológicos.

Mientras que los dos hombres conversaban, un automóvil se acercó a la acera, abriendo sus puertas y produciendo elementos de la "volkodav" (un cuerpo elite de la KGB) que se apoderaron del periodista y del científico. De ahí fueron transportados a la cárcel Lefortovo y sometidos a interrogatorios minuciosos. No se volvió a saber de Petukov; el estadounidense fue deportado de la URSS, recordando solamente que el científico le había comunicado un gran avance en la detección de partículas "psi" – nada menos que el famoso "detector de psitrones".

A comienzos de la década de los '60, el investigador OVNI Jerome Clark sugirió que la razón detrás del "silenciamiento" de los investigadores del fenómeno y la supresión de evidencia fundamental podía atribuirse a una fuente muy terrena: la competencia entre varias potencias mundiales por ser la primera en dilucidar el enigma de los OVNIS. El ganador de semejante carrera tendría una ventaja fundamental sobre sus competidores (Saga UFO, Feb '79, p.56). De acuerdo con este razonamiento, podríamos especular que algunos países, temerosos de que alguien en su propio bando "descubra el pastel" a los contrarios, opten por suprimir a los investigadores. Pero, ¿podría ser esto cierto aún después de la Guerra Fría?

En un episodio de la serie "Expedientes X", el director Skinner recibe una amenaza directa del siniestro personaje "El Fumador" sobre la variedad de suertes poco agradables que podrían aguardarle en el futuro si se rehúsa a cooperar – muertes que van desde el envenenamiento hasta el infarto ("nada inusual en un hombre de su edad", dice el villano entre bocanadas de humo). Parecería ser que los investigadores OVNI son susceptibles a los tumores cerebrales: el astrónomo J. Allen Hynek, uno de los nombres más destacados en esta nada envidiable categoría, falleció en 1986. De acuerdo con la paranormalista Eugenia Macer-Story, Willis Harmon, director de la Noetic Sciences Organization, se ha visto afectado por el mismo mal (Magic Mirror Magazine, Fall 1996. p.4).

Por otra parte, el investigador George Andrews se interesó en la extraña muerte de Ron Rummell, natural de Portland, Oregon (EUA) y editor de un boletín de difusión limitada titulado "Alien Digest". Rummell apareció muerto en su residencia el 3 de agosto de 1993, víctima de un aparente suicidio. Sin embargo, salió a colación el detalle curioso de la ausencia de huellas dactilares en el revolver supuestamente utilizado por el ufólogo para quitarse la vida, así como el hecho de que la nota de suicidio había sido escrita por una persona zurda, mientras que el desventurado ufólogo escribía con la mano derecha (G. Andrews, carta del 10/15/93). Asimismo, el reconocido parasicólogo D. Scott Rogo fue brutalmente asesinado en 1991 bajo condiciones que jamás fueron esclarecidas.

Para que el lector no tenga la impresión de que estos casos están relegados al pasado, presentamos algunos eventos más recientes: en abril de 1996, el neurofísico mexicano Jacobo Grimberg Silverbraun, conocido por sus investigaciones en la magia folclórica y la curandera psíquica conocida como "Pachita", supuestamente fue desalojado de su laboratorio por agentes de procedencia desconocida. El Dr. Grimberg había demostrado un interés considerable en los OVNI y se había lanzado a investigar el tema por su cuenta. Aunque no debemos suponer inmediatamente que el Dr. Grimberg haya sido "silenciado", sí existe el antecedente de otros periodistas y activistas políticos en dicho país quienes han sido detenidos por la policía mexicana en años anteriores por distintas razones (o por ninguna razón aparente).

En junio de 1996, el coronel Steve Wilson, retirado de la Fuerza Aérea, mejor conocido como "coronel Steve" para todos los usuarios de su página en la Web, desapareció repentinamente de las inmediaciones de Winnemucca, estado de Nevada, sin dejar rastro. Dos amigos del coronel se lanzaron a buscarlo, visitando todos los hospitales y centros médicos de la región, hasta dar con el desparecido en uno de ellos. Wilson había sido ingresado "con síntomas de deshidratación extrema" tras de haber sido encontrado en el desierto. De acuerdo con el testimonio circulado por Internet con fecha del 10 de julio de 1996, el coronel, sintiéndose "cansado y enfermo", manifestó el deseo de trasladarse a México después de su ordalía. Tanto su casa como su página web fueron entregadas en donativo a Skywatch International (mensaje de Internet, 10 Jul 1996).

La especulación no tardó en manifestarse entre los usuarios de Internet al respecto de lo sucedido: mensajes anónimos revelaron el hecho de que el techo del automóvil de alquiler conducido por el coronel Steve presentaba señales de quemaduras extrañas (¿por el calor del desierto nada más?) y que el objetivo del viaje del coronel consistía en localizar el lugar conocido sólo como "Camp Condon" – una instalación en el desierto que supuestamente contenía alienígenas capturados. Otro mensaje de Internet incluía el texto del último mensaje de Wilson antes de su desaparición: "Estaré ausente por algún tiempo este verano, y con pocas fanfarrias o ningunas, me propongo enfrentarme al dragón en su guarida".

También hubo "casi muertes" y advertencias poco amistosas: en el CPRI Newsletter, el investigador Colin Andrews menciona el accidente sufrido por Robert Morning Sky, conferencista amerindio del tema OVNI y círculos de maíz, lesionado luego de haber sufrido el impacto de un automóvil. "Depende de la información que nos guste creer", escribe Andrews, "Robert fue víctima de un accidente, un intento de asesinato, o una advertencia" (CPRI Newsletter 5:1, p.12).

Es difícil decir a ciencia cierta si efectivamente existen fuerzas dedicadas a evitar la difusión de cierta información o modos de pensar. Después de leer lo anterior, que nadie se extrañe del motivo por el cual muchos investigadores del misterio prefieren hacerlo bajo seudónimos...


Los motivos del no-contacto extraterrestre

Consecuencias socioeconómicas y geopolíticas de un eventual contacto abierto

(Sexta parte)

 

Ignacio Darnaude Rojas-Marcos

Sevilla – España

ignaciodarnaude@galeon.com

 

¿Podemos permitirnos el lujo de un contacto abierto?

 

Contemos conque una vez prendida la mecha del contacto, aparte de la segura debacle económica y la eventualidad de una conflagración terminal e incluso un combate galáctico, se tambalearán además, hasta un punto de no retorno, la fe ancestral consuelo de multitudes, el saber científico en boga y la ortodoxia filosófica, dejando un hórrido vacío en la conciencia colectiva imposible de suplir a medio plazo. Un contacto por sorpresa haría saltar en pedazos los intocables fundamentos de la cultura, la moral y la religión tal como hoy los entendemos, sin proporcionar recambios inmediatos.

Precipitarnos, en tan precarias circunstancias, en un abrazo mortal con los ufonautas, sin la adecuada capacitación psicológica de la población, tendría secuelas verdaderamente terroríficas, un cuadro del Apocalipsis que ni el mismo Dante sabría imaginar. Sus calamitosos efectos cuestionarían de forma irreparable la libertad y el estilo de vida del animal humano contemporáneo. El contacto a destiempo, oteado desde una perspectiva realista, significa institucionalizar a sabiendas el caos, del que ninguna de las catástrofes conocidas en la crónica del pasado nos podría dar siquiera un pálido reflejo.

Ante un panorama tan desolador, ¿debemos tolerar que nos explote entre las manos un contacto irreflexivo, desgarrando las más sensibles entrañas de la civilización? ¿Estaríamos en nuestro sano juicio si arrostrásemos el elevadísimo peaje del descoyuntamiento de la sociedad y la babel de un desorden universal? Cualquiera que ose activar el detonante del contacto, que sepa de antemano que se hará justamente célebre como el protagonista del acto más irresponsable de la historia humana.

Por consiguiente antes de precipitarnos al abismo de un suicidio colectivo, más nos vale aguardar con sabia prudencia al siglo XXI, y mientras tanto continuar educando gradualmente a la ciudadanía mediante la artimaña de hacer públicas con mano izquierda las pintorescas manifestaciones del "pre-contacto indirecto" que con sutil inteligencia nos están ofertando desde hace medio siglo los hermanastros de la omnisfera: Acrobacias de ovnis, aterrizajes, encuentros cercanos con figuras antropomórficas, mamotretos dictados a los contactados, abducciones orquestadas por grises, etcétera. Y postergar sine die la introducción de embajadores hasta que la conciencia pública ascienda varios puntos en madurez evolutiva. Para entonces nuestra relación con los temponautas se habrá transmutado en un intercambio entre pares vacunado de connotaciones alarmistas; el cara a cara asumible con serenidad por una opinión pública convenientemente informada.

Ante un problema tan delicado, ¿se encuentra la humanidad en condiciones de aspirar al dislate de un contacto de nuevo cuño, sin máscaras ni disfraces? Rotundamente, no. Se entiende, claro está, en el estadio actual de la estirpe adámica, y en tanto nuestra mentalidad tan etnocéntrica como pequeñoburguesa no evolucione hasta el umbral mínimo exigido por la presión civilizadora del universo. Tendremos que esperar hasta que a los estímulos brindados por la noosfera sepamos reaccionar con disposición de ánimo heterocéntrica, o lo que es lo mismo, segregando reflejos ni egoicos ni personalistas sino imbuidos de moral cósmica de alta calidad (dar más que recibir, el otro por delante de uno mismo).

Conviene que nos vayamos haciendo a la idea de que la futura interconexión con campos de energía suprahumana será la transición más conflictiva de los anales terrestres. No peregrinemos pues a tontas y a locas hacia una avasalladora conmoción intelectual y de los sentimientos jamás experimentada; ni a su estremecedor impacto en ramificaciones de la existencia entera del hombre. Seamos conscientes de que las instituciones básicas de la vida social se verán abocadas a transformaciones tan drásticas que resultarán inasimilables para el inerte factor humano del agónico siglo XX.

Así pues en aras del buen sentido volvamos la espalda a la cámara de horrores de un contacto fuera de programa. Y contentémonos durante varias décadas con las migajas de los absurdos claroscuros del semi-contacto camuflado que han montado los ovnis, para nuestro subliminal esclarecimiento, en la segunda mitad del siglo. Nos referimos a los héroes del platillódromo: esos primastros vibracionales que con buen acuerdo no se identifican ni a tiros; la plaga atmosférica inerradicable que nos ha tocado sufrir a la generación de Hiroshima; o la marabunta de invisibles actores que desde 1947 y tras las bambalinas del espacio han venido representando la Gran Comedia de las Apariencias Ufológicas. Todo un desvergonzado exhibicionismo: drama fingido en los cielos, de carácter esencialmente teatral, formativo y didáctico, que nuestros queridos histrionautas escenifican ante la atónica parroquia de Gaia, en aras de alzarnos con su grua farandulesca desde el zoo terrenal hasta algún estamento cuasi-angélico.

Todo ello viene a cuento porque la ininteligible secuencia de actos ufológicos a cual más incoherentes que hemos padecido desde el cuarto decenio del siglo, no ha sido más que una hábil pantomima de meras apariencias pedagógicas, cual inteligentísima saga de sesiones de títeres educativas, representadas ante el público ignorante del tercer planeta del sistema solar. Ellos nos han concentrado en el palco de honor con ánimo de que contemplemos el más extravagante de los espectáculos, interpretado con la artera intención de lavar el cerebro a los John Smith del gallinero y patio de butacas de este humanódromo. Eso sí, con el loable objetivo de refinar en muchos ergios su primitivo nivel de conciencia y desanimalizar el comportamiento humano en un sentido filantrópico y desegocentrizador (tú primero que yo, y así dinamizamos el óptimo funcionamiento del macrocosmos). Y como quien no quiere le cosa homologarnos de paso a nuestros más respetables parientes del infiniverso.

Y en vista de que disparar el contacto cae fuera de nuestra jurisdicción, no nos queda otra opción que dejar a los tortuosos figurantes del espacio profundo la plena responsabilidad de una oportuna ignición unilateral, allá avanzado el XXI, del contacto público. Sobre sus hombros ha de recaer también servirnos en bandeja la prueba última del fenómeno ultraterrestre, y en particular la prevención y el control de las removedoras repercusiones de su presencia. Todo ello en la esperanza de que tras eones de crecimiento evolutivo los agentes interplanetarios dominen con eficacia sideral la tecnología del tempestuoso contacto abierto, y hayan aprendido a soslayar sus siniestros efectos colaterales.

A lo largo de muchos siglos los puntos de vista del hombre han sido condicionados por los guardianes del planeta, mediante avanzadas técnicas de ingeniería psicológica, en el más descabellado antropocentrismo, a la par que nos insuflaban la falaz idea de que somos los dictadores exclusivos y superiores en una Creación a nuestro servicio, huera de amigos y enemigos. El precio de esta grave aberración cultural salta a la vista: la ineludible postergación, tal vez por una centuria, del contacto vis a vis, debido a la inviabilidad de informar súbitamente a la gente de que en rigor somos una importante insignificancia en el cosmos, y que bien mirado no estamos solos sino calurosamente acompañados por cuatrillones de seres, tan valiosos, únicos y originales como nosotros mismos, esparcidos por otras Tierras y dimensiones. Criaturas con necesidades, anhelos y problemas tan fieramente humanos como los del homo sapiens.

El inquilino de este geoide, el único astro frío que tenemos el gusto de conocer, es por naturaleza un ser social. Por lo tanto le enriquecería sobremanera tratarse con sus homólogos de remotos orbes, y aprender de este modo tolerancia y un sentido de la relatividad última de todas las cosas, a través del estudio de sus variopintas culturas y singulares modos de vida y pensamiento, que suponemos fabulosamente diversificados. No obstante seguimos todavía en cuarentena y por lo tanto empobrecidos en sentido cósmico, condenados a un paleto aislamiento y de espaldas a la interesantísima energía suprahumana que a buen seguro hierve en otras esferas más adelantadas. Mal que nos pese somos los únicos responsables de esta situación contra natura, de la que no podemos culpar a las civilizaciones galácticas que aparentemente cuasi nos ignoran. La insoportable pesadez del ser del no-contacto radica íntegra y en última instancia sobre nuestros propios hombros, habida cuenta de la confortable abdicracia en la que nos complacemos, y de la patente ineptitud de los terráqueos para asimilar sin hecatombes una relación normal con las fraternales muchedumbres que nos hacen señas desde otros ámbitos estelares.

Habrá que pensarlo no dos sino mil veces antes de quemar los puentes abriendo la caja de Pandora del contacto abierto. Y agradezcamos a nuestros taimados Huéspedes el que no hayan soltado hasta ahora una carga alienígena con efectos tan demoledores: la bomba de su presencia indisimulada; con lo que están demostrando sus buenas alforjas de cordura. En cita de los E.T. que telepatizan a los contactados Don Elkins y Carla Rueckert, he aquí una explicación a su sensata y obstinada política de ocultamiento: "Hemos sometido a cuidadosa comprobación todo lo referente a la raza humana, y estamos convencidos de que si en los próximos años descendiéramos en vuestro planeta a la vista de todos, el resultado sería pánico y un desastre generalizado".

Resumiendo, sólo hay una respuesta obvia a la consabida pregunta "¿Por qué no se muestran ante los periodistas y las cámaras de televisión?" Se niegan a invadirnos porque los alienoides son lo suficientemente equilibrados y responsables como para abstenerse de perpetrar un genocidio cultural prohibido por la normativa de las estrellas. Se han propuesto evitarnos la imperdonable constelación de hecatombes que precipitaría un inoportuno ¡Aquí estamos!, desgracias sin cuento que venimos examinando en el presente informe. Podemos entonces trepar al minarete y vocear a las muchedumbres: "Amigos, quedaos tranquilos: No vamos a sufrir un contacto en vivo".

 

La conspiración del silencio

 

Los Inidentificados incursionan en la Tierra; pero hay que evitar a toda costa el contacto en masa. Por lo tanto los platillos volantes oficialmente no existen. He aquí el burdo silogismo traído por los pelos que ha sido la doctrina justificativa de la U.S. Air Force desde el 24 de junio de 1947, célebre tarde en la que Kenneth Arnold divisó desde su avioneta y en las cercanías del monte Rainier (estado de Washington) una escuadrilla de raros artefactos en forma de luna menguante. Pocos días después se recobraron el disco estrellado y los humanoides de Roswell, en Nuevo Méjico.

En estas dos semanas críticas para la historia del mundo moderno los poderes fácticos de Norteamérica, en base a sólidas razones sólo por ellos conocidas, elaboraron una decisión trascendental: ocultar los hechos comprobados y negar públicamente la existencia del fenómeno extraterrestre. ¿Perpetraron así un gravísimo error, que todavía estamos pagando y del que habrán de responder ante la posteridad, al vetar el establecimiento, en aquel momento tan oportuno, de relaciones interplanetarias constructivas?

Desde esta primera oleada de objetos no identificados (medio siglo después de la espectacular invasión que se precipitó sobre California y Texas en 1896/97), los organismos de seguridad y los servicios de inteligencia de EE.UU. y otras potencias han recolectado de incógnito un impresionante banco de datos sobre la misteriosa actividad ufológica, información que cincuenta años más tarde es todavía top secret. La campaña de desinformación sistemática puesta en juego ha sido un colosal esfuerzo concertado para encubrir las actuaciones de la inteligencia exterior en nuestro planeta. En esta formidable operación de descrédito han intervenido bajo cuerda el Pentágono, la Air Force, la CIA, el FBI, la National Security Agency, la Defense Intelligence Agency, el Comité Condon de la Universidad de Colorado, la NASA y el fantasmal cenáculo Majestic-12 (comisión encargada de bregar con el problema ovni), amén de fuerzas policiales y servicios secretos de Europa, Rusia y otros países, que colaboran con rara unanimidad en la perpetuación de un mutismo sin la menor fisura, y en un masivo lavado de cerebros con respecto a los discos volantes.

Detrás de tales corporaciones meramente ejecutoras se parapetan por supuesto la Casa Blanca, el Kremlin y otras cúpulas del poder político en el globo. No obstante, por encima incluso de las cabezas visibles de las superpotencias, los conspiranoicos (epíteto puesto de moda por Enrique de Vicente) denuncian el montaje de alguna suerte de trama oculta a la que bautizaríamos como "Oposición al Cosmos", cierto hipotético pangobierno críptico que imparte las órdenes cruciales en los cinco continentes, el grupo dominante que ostenta el poder real desde Nueva York a Vladivostok, y al que el advenimiento de un contacto normalizado despojaría de su pretendido control del planeta.

Se trataría de un supuesto imperio invisible por encima de nacionalismos, bloques, amigos y enemigos, fronteras e ideologías, integrado por las agencias del contraespionaje, la cúspide del ranking militar, potentados de Wall Street, la banca intercontinental y grandes multinacionales, la elite de científicos o Colegio Invisible que asesora al Ejecutivo, el Vaticano, el cosmopolita estamento judío y las sociedades secretas (sectas, escuelas esotéricas, masonería y demás fanfarria espiritualista) (¿Y también alguna facción E.T. infiltrada secretamente en la sociedad?). El persistente rumor de que este inorgánico poderío subterráneo (cuya existencia real nunca ha sido demostrada) conspira con la máxima dureza en orden a prevenir un contacto abierto, merece en principio cierta consideración.

El hecho cierto es que lo que llamaríamos Plan para el Desprestigio Sistemático de los OVNIs ha sido minuciosamente programado desde los años cuarenta, y consiste en una amplia gama de operaciones de propaganda destinadas a restar credibilidad popular a los objetos no identificados, explicaciones espurias que basta que se repitan una y otra vez para que se conviertan en consignas generalmente aceptadas. Algunas de sus múltiples actuaciones descalificadoras serían las siguientes:

 

Tácticas para desprestigiar a los hombrecillos verdes

 

 

Más adelante se orquesta una campaña de desprestigio contra los que han voceado el embuste (acusándoles de conducta irregular, etc.), lo que viene a ser la puntilla para su credibilidad inmediata, y de paso para la noticia en cuestión. Empero, con tan retorcido calumnia, que algo queda se va acostumbrando lentamente a la población a la idea de que los expedicionarios de Neptuno son normales y corrientes, "de carne y hueso" como nosotros, y brujulean por aquí abajo dedicados a sus curiosos menesteres. Ejemplos de tamañas supercherías de carácter educativo fueron el Informe Matrix de John Grace y otras patrañas por el estilo (las cuales, recalcamos, contienen mucho de verdad), propaganda que el gobierno U.S.A. ha ido poniendo en circulación desde 1985 a través de hombres de paja como Richard Doty, "Falcon" y "Condor", Jaime Shandera, William L. Moore, Bob Lazar, William Milton Cooper, John Lear y parecida ralea de testaferros a sueldo de la Agencia Central de Inteligencia.

Hacemos hincapié en que a través de sinuosas manipulaciones de efemérides ciertas pero revestidas de fantaciencia, el santuario del poder está "culturizando" a los electores de forma paulatina, bajo control y sin sustos. Su plan consiste en ofrecernos "ferretería" alienígena muy real (discos precipitados y pilotos conservados en formol como guinda y mascarón de proa) bajo la apariencia de habladurías, "serpientes de verano" y torpes desatinos. Sandeces que juntas y bien revueltas, en dosis homeopáticas y a la velocidad del caracol, van habituando a una piara conformista a la revolucionaria heterodoxia de que efectivamente estamos conviviendo con tranquilos espías de la liga de planetas. Gracias como decimos a la táctica del trigo entreverado con la cizaña y a una de cal junto a otra de arena, lo que es justamente esa estrafalaria mezcolanza de mentiras, noticias constatables y desinformación deliberada, en los próximos veinticinco o cincuenta años la población del mundo habrá asumido sin sobresaltos la presencia amigable de una quinta columna de intrusos de la Vía Láctea.

 

 

El resultado de tan infamante "Operación Desprestigio" que acabamos de desglosar, ha sido un completo éxito. Prueba de ello es que a pesar de los abrumadores avistamientos en todo el mundo de platillos volantes y demás parafernalia E.T. durante los diez últimos lustros, la mayoría de las personas sigue creyendo hoy día que los OVNIs son producto de la fantasía de un puñado de crédulos, desaprensivos y locos de atar. Opinión descafeinada que es justamente lo que promocionan al alimón tanto la cúpula del poder establecido como los propios Visitantes tetradimensionales.