AVISTAMIENTO Y HUELLA. INFORME DE GUSTAVO FERNANDEZ

Crespo – Entre Rios (22 de enero de 2003)Gustavo Fernandez
Parana – Argentina
gusfernandez21@yahoo.com.ar

Crespo, Entre Rios, Argentina. Una pequeña y prospera ciudad a 42 kilometros al sureste de la capital provincial, Parana. Una poblacion de ascendencia mayoritariamente alemana («rusos del Volga», en abierto desconocimiento de los devenires geopoliticos y las clases de geografia del colegio, es como se los llama por el lugar). Gente trabajadora hasta el hartazgo que han logrado edificar uno de los polos economicos mas prosperos del pais, originalmente basada en la agricultura y la avicultura aunque hoy tiene extensiones industriales. Pero en las afueras, en la profundidad de las soledades de esta «pampa chacoparanaense» como geologicamente se denomina la region, originada por depositos aluvionales del Plioceno inferior, hay gente aun aferrada a las antiguas tradiciones. Donde poco o nada se abandona el terruño, donde los hijos continuan casi karmicamente la labranza que los padres heredaron a sus vez de los abuelos. Donde, aun, muchas mujeres ancianas hablan solo el dialecto de su Sajonia natal.

Alli, los Spurrenberger – levemente matizamos su apellido, pues acceden a las fotografias pero no «a salir en los diarios con su nombre» (vaya uno a explicarles lo que es una revista electronica) – son una familia tradicional. El dia comienza muy temprano, alrededor de las 4:00, y a eso de las 9 de la noche estan todos sumidos en un profundo sueño. Por ello, fue una feliz coincidencia que esa noche del 22 de enero de 2003 todavia estuvieran despiertos a las 22:30, cuando el fuerte ladrido de los numerosos perros les alerto. Miraron por una ventana. Y alli estaba: un «tren detenido»… solo que las vias mas cercanas en esa direccion, el Este, pasan a unos cincuenta kilometros. La «cosa» parecia tener unos cien metros de largo, inmovil, brillando sus «ventanillas». La familia la observo durante unos cincuenta minutos, siempre inmovil, entre rezos musitados. Sorpresivamente, uno de los miembros del grupo señalo algo curioso: otra «luz» parecia provenir «de atras», es decir, del Oeste. Por lo menos, un intenso resplandor aclaraba el cielo desde esa direccion. Fueron a otra ventana, que en este caso daba al Oeste. Y si. Habia una «luz», informe, titilante, muy densa pero sorprendentemente no tan brillante como pensaron cuando percibieron el resplandor, alli, a unos cincuenta metros por delante de su propia vivienda, en direccion al camino de entrada al predio. Diez minutos, no mas, y con mucho miedo, permanecieron susurrandose preguntas sobre que era eso alli afuera, tambien inmovil. De pronto, como un foco electrico, simplemente se apago. Al voltearse, comprobaron que «lo otro», «el tren», tambien habia desaparecido. Entonces, prudentemente, se fueron a dormir, «porque no conviene estar hablando mucho de las cosas del diablo», en su decir. Al amanecer, nada extraño alteraba la paz del campo.

Pero Spurrenberger seguia intrigado, aunque el pastor protestante de su comunidad hubiera seguramente visto con malos ojos su curiosidad. Decidio dirigirse al campo donde habia estado «el tren», pero nada curioso llamo su atencion. Solo entonces, cuando regreso a su hogar y echo un vistazo al lugar donde floto «la otra luz», las vio. Eran marcas. De forma poligonal de catorce lados, que medidas presentaron doce metros de diametro y dos en cada uno de sus lados. La sustancia blanca es, simplemente, carbonato de calcio, mezclado con numerosas impurezas naturales pero es muy llamativo que la franja de tierra donde la misma estaba depositada se presentaba totalmente «pelada», es decir, libre del pequeño cesped silvestre que alli suele crecer.

¿Un fraude perpetrado por la familia? Es sencillo conseguir carbonato de calcio – aun en una cantidad tan significativa – y desparramarlo en el lugar. Pero, ¿para que? Es gente molesta por el acoso periodistico e investigativo, que no desea que nada altere la paz y rutina del trabajo de campo de todos los dias. ¿Algun gracioso para molestar? Imposible: los perros hubieran dado cuenta de el, ademas de exponerse a un disparo pues es habitual tener armas en la vivienda por seguridad. Incidentalmente, iluminar con algun reflector a los testigos mientras se traza cuidadosamente una figura geometrica de esas dimensiones mientras otros complices, del otro lado el campo, encienden varios reflectores secundarios que semejen «ventanillas», es demasiado pedir.

Hipotetizar la funcion de esa sustancia quimica en ese lugar queda para otros analistas, por el momento. Nosotros, solo podemos hacer la cronica, clavar otro alfiler en el mapa y alimentar la estadistica y los archivos con otro aterrizaje presuntamente extraterrestre