LOS IDENTIFICADOS (1 PARTE)

“Lo imaginario es, por cierto, irreal; pero es real en la medida en que obra y produce efecto. Y no cabe abrigar dudas de que obra y produce efectos, especia1nente en la epoca actual”.

Carl G. Jung
Con las debidas licencias

Esta es la primera entrega de una serie de articulos que hemos reunido bajo el titulo de Los Identificados, aludiendo al proposito que mueve nuestra investigacion. La misma se inscribe dentro del proyecto que iniciaramos en 1981, tendiente a examinar -a traves de informes de primera mano- las noticias concernientes a observa­ciones de ovnis junto a sus ocupantes, producidos en la Argentina. Los crite­rios de seleccion, aunque arbitrarios y nunca faciles por delimitar, han sido debidamente enunciados en su oportunidad[1].

El proyecto se inicio a partir de las dificultades suscitadas por los datos recopilados originalmente, faltantes o contradictorias hasta el hartazgo, segun las diferentes e irreconciliables fuentes consultadas. Tras superar el nivel exploratorio, logro advertirse que casi el 40% de los casos reportados, jamas se habia accedido a entrevistar a los testigos. De ese porcentual, pudo corroborarse que la mitad provenia de sujetos de existencia dudosa o anonima, mientras que de la restante nadie se ocupo de realizar las encuestas correspondientes, y en todos los casos se divulgaron extensamente a traves de periodicos, boletines y libros. Vale decir que solo el 60% de los encuentros habian sido investigados in-situ, pero como es obvio mediante procedimientos habi­tualmente dispares. A la vista, resulta improbable llegar a inferir cierto caracter de anomalia cientifica con tan pauperrimos elementos de prueba, obtenidos ademas bajo condiciones de control inexistentes.

A ese respecto, nuestra pretension ha consistido en modificar drasticamente el cuadro de situacion, procediendo a relevar el mayor conjunto de episodios argentinos de esta categoria, siguiendo un criterio unificado. Desde luego, para dicho emprendimiento tropezamos con varias dificultades practicas: localizar a los presuntos testigos en los mas reconditos lugares de la gran extension territorial, trasladarse al lugar donde ocu­rrieron los hechos, y confrontar -cuando fuera preciso- los testimonios de las nuevas encuestas con las versiones anteriores.

De ahi que si no hay indicios fundados para considerar seriamente una hipotesis no clasica, y luego, datos comprobados para aceptarla, es injustificable la reformulacion de nuestros actuales conocimientos cientificos. Sin embargo, el problema merece ser estudiado y resuelto. Pero, para lograrlo, se debe propiciar la investigacion rigurosa, tratando de agotar -al menos- todos los expedientes racionales de la ciencia. En ese sentido, adherimos al principio de parsimonia, o como tambien se le conoce, el rasero de Occam, segun el cual, las entidades no deben multiplicarse innecesariamente. O sea que, cuando hay dos o mas hipotesis compitiendo, se adoptara la mas simple, la que contenga menor cantidad de elementos especulativos, la que ofrece mejor contrastabilidad, y que menos altere -y a la vez, la que mas se adecue- a las teorias dominantes. Si bien estas condiciones no dan garantia absoluta de verdad, al margen de los debacles epistemologicos, animan el juicio critico y la exi­gencia de autenticidad.

En relacion a nuestro articulo citado en la referencia 1, el ufologo belga Wim van Utrecht nos escribio: “Los soñadores no estaran contentos con sus hallazgos, pero para un investigador serio solo la verdad importa”. Sin embargo, agrega: “Los ufologistas parecieran tener mayor dificultad para aceptar una explicacion, que una declamacion sensacional”. Mas esperanzado, Julio Arcas -coeditor de CdU-, se refiere asi a las conclusiones de un ‘ovnilogo etista’: “… creo mas bien que eran producto de sus pocos años, estando en la ‘etapa magica’ de la evolucion ufo1ogica… El tiempo, sin duda, cambia muchos planteamientos apresurados”.

Mientras tanto, los primeros signos apuntados por van Utrecht no demoraron en apa­recer, rebatiendo desmesuradamente nuestra accion en publicaciones y congresos. Tambien se ha observado la recelosa actitud de aquellos que optaron por no exponerse, evitan­do compartir la informacion. Los mismos que recirculan dicho material siempre dentro del circulo de adeptos, o de sus potenciales seguidores, mientras despotrican (por mo­da) contra las sectas platillistas. En casos mas extremos, nos han tildado de “adversarios” (suponemos que por adverso a sus creencias), en tanto nuestras formulaciones o resultados no les fueren favorables. Al punto de rechazar enojosos el esclarecimiento ra­cional, y aceptar sin mayores reparos que los ovnis son, en realidad, “naves extrate­rrestres dirigidas”, “elementales”, “viajeros de mundos paralelos”, u otras especula­ciones parecidas. Se muestran refractarios a la sensatez y a la prudencia, convencidos de que esta postura casi delirante y de ficcion no daña de modo alguno la pobre reputacion que la ufolog1a apenas pudiere alcanzar, sin darse cuenta que esto va en detrimento de la actividad; en cambio, se ensañan contra los escepticos recalcitrantes, supuestos culpables del desinteres oficial, que no toma en serio el problema.

Desde luego, existe una franja tambien marginal, tocante con la credulidad a ultranza, donde se hallan los detractores de turno. Con igual frivolidad, se pasean de una vereda a otra, los caracteriza el oposicionismo y solo atienden la informacion en contra de la posibilidad de un fenomeno genuino, por remota que pudiera ser. No suelen hacer investigacion de campo, y rigida y cartesianamente se los oye decir: “No hay pruebas, luego, no existen”.

Muy a menudo nos encontramos tambien con los ovnilogos que establecen una suerte de relacion endogamica con sus casos. Para estos, cualquier cuestionamiento a la ve­racidad de un evento ovni, no es otra cosa que un cuestionamiento a su propia identi­dad con el objeto y al sistema de creencias. Tampoco alcanzan a discernir lo que constituye la etapa de investigacion (o recopilacion de datos), de su posterior analisis y evaluacion (lo cual queda librado a la interpretacion). Esto despierta sentimientos de perjuicio y reivindicatorios. Por eso debemos remarcar que la investigacion puede ser una, en tanto sea conducida con objetividad, pero el disenso solo puede aparecer en la interpretacion de los hechos, conforme a los datos.

Un numero mas reducido de personas, en cambio, siguen atentos el desarrollo del fenomeno, y recuerdan permanentemente que las diversas comisiones de estudio arribaron a identico resultado: al menguado porcentaje de “no identificados” (donde estaria en juego la falacia del residuo). No obstante, desde nuestra perspectiva, reviste singular importancia la abrumadora cantidad de ca­sos satisfactoriamente “explicados” (entre un 80 y 95%, señalan), tendiente a determinar si se trata de un poderoso factor de ruido que acompañaria a las genuinas observaciones, o bien, si presentan la misma estructura (lo que podria equivaler a decir que no hay señal alguna). Dilucidado, seria quiza factible determinar la naturaleza del fenomeno.

Por lo pronto, alentamos nuestro deseo que la tarea emprendida tenga una buena recepcion entre los ufologos, y que la apertura mental de la que suelen jactarse disponga de la tolerancia suficiente para recibir los datos y conclusiones que se ofrecen a continuacion.
[1] Banchs, Roberto E. “Los ovnis con ocupantes en Argentina”, en: Boletin CEFAI, Buenos Aires, Nro.13, 1989; Cuadernos de Ufologia, Sevilla, Nro. 6, 2@ Ep., septiembre 1989, ps. 38/41; Il Giornale del Misteri, Firenze, Nro.236, Giugno 1991, ps. 59/61; Orbiter, Reading, US, Nro.34, Jan/Feb 1992, ps. 5/9.